Simenon canonizado
AL FIN Y AL CABO, ser santo no es tan dif¨ªcil, lo que hay que hacer para subir a los altares es desearlo con todas sus fuerzas. Georges Simenon, del que se acaban de cumplir poco antes del verano los cien a?os de su nacimiento, ya se ha visto canonizado en cierto modo este verano, viendo as¨ª reconocidos sus inmensos esfuerzos -m¨¢s de doscientas novelas escritas y publicadas con su propio nombre- que constituyen un m¨¦rito indiscutible, tanto a escala franc¨®fona como universal, y eso que no se le cuentan otras doscientas novelitas populares de juventud publicadas bajo diversos seud¨®nimos -picarescas, galantes, de aventuras o de polic¨ªas y ladrones, una jungla donde nadie se aventura de verdad-, que fueron las que le abrieron las puertas del terreno que al final conquist¨®: el del mundo de la edici¨®n y los negocios editoriales. Es ¨¦ste el territorio que se le ha rendido del todo, con la publicaci¨®n antes del verano de los dos gruesos vol¨²menes de Novelas en la m¨ªtica colecci¨®n francesa de la Biblioth¨¨que de La Pl¨¦iade (Gallimard, 2003) que adem¨¢s le ha dedicado el Album Simenon conmemorativo del presente a?o. Junto a ello, la colecci¨®n ?mnibus ha vuelto a publicar en 27 vol¨²menes sus obras completas.
A prop¨®sito de la recuperaci¨®n de algunos t¨ªtulos de Georges Simenon en su centenario
Bien, ¨¦sta es la canonizaci¨®n de Simenon que ha tra¨ªdo el centenario, aunque como suele suceder todo ha sido relativo, pues las cr¨ªticas no han sido siempre del todo favorables: hoy Simenon aparece m¨¢s que como un escritor o un artista de la literatura, como un espect¨¢culo casi de barraca de feria, con sus mitos y leyendas y r¨¦cords de ventas indiscutibles. En la misma Gallimard, las relaciones con Simenon nunca fueron un¨¢nimes: siempre cont¨® con la admiraci¨®n del exquisito y minoritario Andr¨¦ Gide (que le consideraba como el mejor novelista de su tiempo), mientras la mente gris de la NRF (Nouvelle Revue Fran?aise), Jean Paulhan, se le opon¨ªa claramente: "Es como disfrazar a La princesa Malena [c¨¦lebre personaje del primer premio Nobel belga (1913), Maurice Maeterlink] de camarera de bar". El empresario Gaston Gallimard inclin¨® la balanza a su favor, aunque al final y despu¨¦s de la guerra fue otro, Presses de la Cit¨¦, quien se llev¨® el gato al agua. Pero Simenon nunca tuvo el Nobel, ni ingres¨® en la Academia Francesa, sino en la secci¨®n francesa de la belga, mientras la edici¨®n de La Pl¨¦iade se ha vendido como churros.
Lo cierto es que esta edici¨®n ha sido muy bien realizada, no tanto por sus calidades art¨ªsticas sino por lo representativo de la edici¨®n y sus introducciones, pues ha puesto el acento en lo autobiogr¨¢fico y en las etapas y escenarios de su producci¨®n: cinco maigret frente a 16 novelas m¨¢s serias (aunque no las que a ¨¦l m¨¢s le gustaban, como Pedigree o El testamento Donadieu), novelas n¨®rdicas, de canales, coloniales, norteamericanas o suizas (que firmaba en noland -no tierra- como para evadir impuestos). En las notas e introducciones hay un gran peso de lo autobiogr¨¢fico.
Pues ?c¨®mo hablar de otra cosa -de literatura, por ejemplo- sino de la vida fenomenal del monstruo que fue Simenon, que se sigue vendiendo como churros y supongo que pasa lo mismo con la estupenda edici¨®n de Tusquets, que sigue adelante entre nosotros tambi¨¦n con sus buenas y renovadas traducciones? Pero sucede aqu¨ª lo mismo que en toda moda editorial que triunfa. Georges Simenon fue un novelista a veces correcto, bastante h¨¢bil y que nunca supo escribir demasiado bien: nunca fue un gran escritor, aunque quiso serlo sin parar y se empe?¨® en ello casi siempre, como lo demuestra la alternancia entre las setenta y pico novelas de Maigret escritas para comer y tan sencillitas que se leen con toda facilidad y las m¨¢s de ciento veinte que ¨¦l mismo calificaba de "novelas serias" donde tropezaba m¨¢s de lo debido. Aunque siempre hay excepciones, como alg¨²n Maigret diferente (como Las memorias de Maigret) o m¨¢s inesperadas, como Le coup de lune, La maison du canal o Le petit saint. Lo dem¨¢s fue publicidad, cine, televisi¨®n, diez mil amantes epis¨®dicas y esa peste que hoy llamamos "narratividad", que domina los mercados m¨¢s extensos e insignificantes.
Fue entre nosotros Juan Ram¨®n quien distingui¨® entre la poes¨ªa y la literatura (tras unir f¨¦rreamente poes¨ªa y prosa) a lo que recientemente segu¨ªa Gamoneda distinguiendo entre el poeta y el escritor profesional. La canonizaci¨®n de Simenon supone que la novela -buena o mala- ha expulsado a la literatura de su propio territorio, con lo que la ha falsificado de s¨ª misma, la ha enmascarado y as¨ª ya no le queda m¨¢s remedio que lanzarse a recorrer el mundo a solas a ver si se vuelve a encontrar a s¨ª misma, quiz¨¢ regresando a ver si lo cambia de una vez, como antes.
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