"Mi novela plantea el debate sobre cu¨¢nto le debemos a la naturaleza y cu¨¢nto a la educaci¨®n"
Jeffrey Eugenides se ha tirado el verano viendo el Tour en televisi¨®n. De trabajo, m¨¢s bien poco. No se arrepiente. Quiz¨¢ el ocio contemplativo sea lo mejor despu¨¦s del esfuerzo que supuso escribir durante ocho largos a?os Middlesex. Publicada en 2002 en Estados Unidos, es su segunda novela tras Las v¨ªrgenes suicidas (llevada al cine por Sofia Coppola). Ocho a?os en los que hil¨® un libro descomunal. Por su extensi¨®n, 680 p¨¢ginas, pero sobre todo por lo mucho que abarca. Middlesex es, a la vez, novela de una adolescencia atrapada entre ambos sexos (el narrador, Cal¨ªope, es un hermafrodita), es ¨¦pica (la expulsi¨®n turca de los griegos de Asia Menor, en 1922), es historia social estadounidense (la inmigraci¨®n y el auge y la decadencia de la industria automovil¨ªstica), es reflexi¨®n sobre los avances y los peligros de la gen¨¦tica, es juego literario con la mitolog¨ªa griega. Puesto as¨ª, suena descomedido, pero Middlesex es en todo momento un placer de lectura. En abril pasado le fue otorgado el Premio Pulitzer de novela. Hijo de inmigrantes griegos, nacido en 1960 en Detroit (Estados Unidos), Eugenides vive desde hace a?os en Berl¨ªn, en un barrio, Sch?neberg, que con sus muchos inmigrantes turcos le recuerda su infancia en la ciudad del autom¨®vil. La cita es en el Felsenkeller, una acogedora kneipe, que as¨ª se llaman en Alemania este tipo de bares chapados en madera. Al igual que muchos otros retazos de la vida de Jeffrey Eugenides, el Felsenkeller tambi¨¦n aparece en Middlesex.
"Al escribir el libro tuve momentos en los que me preguntaba ?ser¨¢ que me quedar¨¢ algo para futuros libros? Hasta llegu¨¦ al extremo de pensar: no, no me guardar¨¦ nada"
"Con frecuencia la gen¨¦tica es entendida de una manera similar a la antigua idea griega de un destino"
PREGUNTA. En su novela, el narrador, Cal¨ªope, en un momento dado, dice: "El ¨²nico capital que poseo es este relato y me lo estoy gastando todo". ?Hablaba ah¨ª tambi¨¦n Jeffrey Eugenides?
RESPUESTA. En una novela, siempre hablan tanto el narrador como el autor. S¨ª, al escribir el libro tuve momentos en los que me preguntaba: "?Ser¨¢ que me quedar¨¢ algo para futuros libros?". Hasta llegu¨¦ al extremo de pensar: "No, no me guardar¨¦ nada. Lo pondr¨¦ todo en este libro". A la postre, sin embargo, volv¨ª a eliminar algunas ideas y guard¨¢rmelas para mi pr¨®ximo libro.
P. La novela, de hecho, rebosa material y complejidad. ?Por eso le cost¨® tanto escribirla?
R. Hubo varias razones. Tuve dificultades para sacar adelante una narraci¨®n con elementos hist¨®ricos. Yo no soy un novelista historiador, y, en realidad, no me gustan las novelas hist¨®ricas. Busqu¨¦ una manera de manejar este material hist¨®rico y traerlo al presente, sin presumir de que yo lo sepa todo sobre 1922. La narraci¨®n ten¨ªa que ser fidedigna y contar la historia, pero sin ser tan r¨ªgida como en las novelas hist¨®ricas. Eso fue una dificultad. Adem¨¢s, yo no sab¨ªa mucho de c¨®mo se viv¨ªa y pensaba en Grecia y Asia Menor en aquella ¨¦poca, y tuve que encontrar el tono adecuado. En estas consideraciones se me fue el primer a?o y medio, y despu¨¦s tuve que investigar mucho sobre los aspectos hist¨®ricos y cient¨ªficos del libro.
P. ?Para entonces ten¨ªa ya toda la narraci¨®n en la cabeza?
R. En un momento dado, s¨ª. Quise escribir un libro sobre hermafroditismo, pero sobre un hermafrodita de carne y hueso, y no s¨®lo sobre sus rasgos psicol¨®gicos. Los hermafroditas en la literatura siempre han sido figuras bastante estereotipadas. Quise algo m¨¢s realista. Comenc¨¦ a ocuparme de los aspectos biol¨®gicos y descubr¨ª que parte de esta condici¨®n es gen¨¦tica. A partir de ah¨ª pens¨¦ en la familia, y como yo soy medio griego y tengo alguna idea de los inmigrantes griegos en Estados Unidos, opt¨¦ por utilizarlo. Entonces supe que iba a ser una novela bastante amplia y vi que necesitaba dotarla de una estructura que realmente me gustara. A veces estuve tentado de dejar el libro, pero estaba obsesionado con el narrador que me imaginaba. No ten¨ªa todas las piezas, pero sab¨ªa d¨®nde deb¨ªan encajar.
P. La inquietud inicial, entonces, fue el tema del hermafroditismo.
R. En el colegio estudi¨¦ lat¨ªn y espa?ol, y uno de los primeros libros que le¨ª con atenci¨®n fue Metamorfosis, de Ovidio. Recuerdo que uno de los aspectos que m¨¢s me interes¨® fue el personaje de Tiresias, y c¨®mo es hombre y mujer a la vez. A?os despu¨¦s le¨ª la historia de Herculine Barbin, un hermafrodita del siglo XIX, recuperada por Michel Foucault. Ah¨ª me enter¨¦ de que los hermafroditas son gente de carne y hueso. Pero me decepcion¨® mucho que no fuese una novela y que no transmitiera el placer de este g¨¦nero. Ah¨ª me dije: yo quiero escribir este libro.
P. Supongo que otra dificultad debi¨® ser delinear un narrador en primera persona, pero omnisciente.
R. Lo que necesitaba era un narrador que pudiese contar los acontecimientos ¨¦picos en tercera persona: la historia de los abuelos y de la destrucci¨®n de Smirna. Al mismo tiempo necesitaba contar una historia muy ¨ªntima: un cambio psicosexual en el narrador. ?C¨®mo tener una narraci¨®n en tercera persona y, a la vez, otra en primera persona? No lo sab¨ªa. Cuando intent¨¦ limitarme a la primera persona, la historia de los abuelos se empobrec¨ªa: sin adentrarte en sus mentes, no puedes hablar con demasiado inter¨¦s de tus abuelos. As¨ª que me tom¨¦ la libertad de permitir a Cal¨ªope la omnisciencia. Es el elemento posmoderno del libro: la versi¨®n de los hechos, dada por este personaje, puede que no sea del todo cierta, pero el lector tiene que cre¨¦rselo.
R. Mi primer libro, Las v¨ªrgenes suicidas, tiene una fuerte influencia de Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez, no tanto de Cien a?os de soledad, pero s¨ª de Cr¨®nica de una muerte anunciada. Algunos lo notaron, otros no. Pero Middlesex no viene de ah¨ª. Este libro sigue una l¨ªnea literaria que va desde Tristram Shandy, pasando por Franz Kafka y El tambor de hojalata, hasta llegar a Los ni?os de medianoche, de Salman Rushdie. Garc¨ªa M¨¢rquez tambi¨¦n se inscribe en esta tradici¨®n; en ¨¦l influyeron los mismos escritores. ?sa es la explicaci¨®n. Al igual que en la gen¨¦tica, dentro de una misma tradici¨®n literaria es posible incorporar trazos de un escritor a quien ni siquiera se ha le¨ªdo. No fui consciente de lo de la cola de cerdo al escribir Middlesex. En mi libro hay elementos fant¨¢sticos que recuerdan a Franz Kafka.
R. S¨ª, creo que con frecuencia la gen¨¦tica es entendida de una manera similar a la antigua idea griega de un destino, con el que se nace y del que es imposible escapar. El libro sit¨²a a Cal¨ªope en medio de este debate sobre cu¨¢nto le debemos a la naturaleza y cu¨¢nto a la educaci¨®n. Mi narrador nace con esta condici¨®n y no puede escapar de ella, pero cuenta con suficiente libre albedr¨ªo y suficiente influencia del entorno para salir adelante. Me complace mucho que esta soluci¨®n literaria se vea corroborada por los m¨¢s recientes estudios en gen¨¦tica, como Nature via Nurture, de Matt Ridley. La nueva l¨ªnea de investigaci¨®n gen¨¦tica deja atr¨¢s la contraposici¨®n naturaleza-educaci¨®n, para considerarlas como dos partes de un todo. Los genes son activados y desactivados en interacci¨®n con el entorno. Yo no escribo para transmitir un mensaje, pero pienso que la gente deber¨ªa darse cuenta de que hay m¨¢s libertad en juego de lo que sugiere el determinismo gen¨¦tico. ?se es el debate filos¨®fico que para m¨ª gener¨® la novela. ?C¨®mo se crean las identidades? ?Nos las conceden? ?Las creamos? ?Qu¨¦ papel juegan nuestras familias?
R. Una buena lectura a m¨ª me despierta a la vida. Encuentro a un escritor que realmente me gusta, me conecto a su inteligencia, y, despu¨¦s de haberlo le¨ªdo, estoy m¨¢s alerta y aprecio mejor el mundo visual. Me siento m¨¢s despierto. Con esto no quiero decir que la literatura sea superior a la vida, pero s¨ª que una buena lectura te hace amar la vida. Todos los escritores -no importa lo negros que sean, lo desesperados que est¨¦n- son escritores porque la vida es interesante y variada y digna de ser inspeccionada. De lo contrario, no perder¨ªan su tiempo en describirla.
P. En la escritura est¨¢ la tentaci¨®n de jugar a ser Dios, de reinventar el mundo.
R. ?Dios? Yo no me siento Dios. Pero quiz¨¢ tenga la sensaci¨®n de que mi vida es bastante ca¨®tica. Uno de los placeres de escribir una novela es imponer un orden, un estado de las cosas, a algo que es muy fluido y ca¨®tico. S¨ª, escribo para lograr, al menos por un momento y al menos en un libro, ese orden est¨¦tico.
P. Otra cita de Cal¨ªope: "El m¨¢s leve retazo de realidad daba verosimilitud a las mayores mentiras".
R. Eso de nuevo rememora mucho a Garc¨ªa M¨¢rquez, quien dijo que hay que dar la hora exacta cuando se describe un acontecimiento. Son las dos y siete de la tarde y no las dos. La gente se ha apropiado tanto de eso... Puedo abrir cantidad de novelas y me encuentro con ese recurso desde la primera p¨¢gina. A estas alturas se ha convertido en un recurso rid¨ªculo. Lo cual no quita que en la literatura de ficci¨®n se tengan que usar unos cuantos hechos reales para que la gente crea lo que lee. Es incre¨ªble la cantidad de lectores que se han cre¨ªdo lo que narro en Middlesex. Piensan que soy un hermafrodita. Me llegan cartas de personas que piensan que es mi autobiograf¨ªa. Sorprendente. Supongo que deber¨ªa estar contento de haberlos convencido.
R. Creo que la mayor¨ªa de los novelistas est¨¢n m¨¢s cerca de sus novelas que yo. Siempre me sorprende que la gente me diga que Middlesex es casi un recuento de mi vida. No es cierto: es muy lejana a m¨ª. F¨ªjese usted en los libros de Saul Bellow o de John Updike, en la cercan¨ªa entre sus vidas y sus personajes. Lo que se narra en Middlesex a m¨ª nunca me ha pasado y es por eso, para anclarlo en la realidad, que tuve que utilizar algunos datos reales, como este bar.
P. Estamos hablando del reto de recrear experiencias muy lejanas. Como la adolescencia de una ni?a, contada en primera persona. ?C¨®mo lo hizo?
R. Mi punto de partida es el siguiente: ?por qu¨¦ existe la literatura de ficci¨®n contrapuesta al periodismo? Porque en este tipo de escritura se pueden hacer cosas que no se pueden hacer en periodismo. Confiar en la imaginaci¨®n para recrear algo lejano, adentrarse en una mente distinta, jugar seg¨²n otras reglas. ?se siempre ha sido mi modus operandi. Al escribir sobre ni?as adolescentes lo que intent¨¦ descubrir fue aquello que tienen en com¨²n con los ni?os adolescentes. As¨ª que, en vez de sentarme a pensar qu¨¦ es lo que piensan las ni?as, record¨¦ por lo que yo pas¨¦ a esa edad. S¨®lo lo modifiqu¨¦ un poco para que sonara cre¨ªble. A las mujeres les ha parecido convincente.
P. Una ¨²ltima cita: "Ya no me importa si escribo o no una gran obra, sino s¨®lo un libro que, pese a sus defectos, deje testimonio de mi inveros¨ªmil existencia". ?Por qu¨¦ puso esto en boca de Cal¨ªope?
R. Era cierto. Quer¨ªa escribir el libro y sacarlo adelante, sin preocuparme por la presi¨®n de que ten¨ªa que entrar a formar parte de los grandes cl¨¢sicos. Claro que, para ser honestos, al escribir un libro uno tiende a ser supersticioso y prefiere "intentar no intentar". Con un poco de suerte, es posible acercarse m¨¢s a la meta de este modo. Creo que es mucho mejor que si uno se lo hubiese propuesto firmemente.
P. Hay un grupo de muy exitosos escritores estadounidenses: Jonathan Franzen, David Foster Wallace, Jonathan Safran Foer, usted. Hay quien habla de una generaci¨®n pos-posmodernista.
R. Hay algo de cierto en ello. En la universidad crecimos con el experimentalismo (no s¨¦ hasta qu¨¦ punto esto es cierto en el caso de Franzen) y algunos de nuestros profesores nos animaban a seguir por ese camino. Sin embargo, yo al menos no lograba hacer nada experimental que tuviese alg¨²n inter¨¦s. Siempre he querido contar historias y mezclar una sensibilidad posmoderna con una narrativa m¨¢s a la vieja usanza. Quiz¨¢ algunos de mi generaci¨®n tambi¨¦n sintieron los l¨ªmites del posmodernismo. Pero todo ello no significa que yo quiera prescribir alguna receta. Uno nunca sabe cu¨¢l ser¨¢ la pr¨®xima movida interesante. El a?o que viene podr¨ªa volver a ser una novela experimental.
P. Franzen, en un ensayo de 1996, postulaba la necesidad de regresar a una novela que a la vez sea retrato social y narraci¨®n intimista. ?De acuerdo?
R. En lo que estoy de acuerdo es en la necesidad de preocuparse del lector, de cuidarlo. Ni quiero ser pesado, ni quiero ser aburrido. Por otra parte, Franzen tiene tambi¨¦n un lado period¨ªstico -la intenci¨®n de hacer una descripci¨®n de la sociedad estadounidense de hoy d¨ªa- que yo no tengo tanto. Creo que la gente traza paralelos porque ambos libros fueron publicados casi simult¨¢neamente. En cinco o siete a?os se notar¨¢ que no tienen tanto en com¨²n.
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