El miedo
La obra de Sol empieza a darles miedo. Les hablo de esa macroestaci¨®n de cercan¨ªas que el se?or ministro de Fomento est¨¢ empe?ado en construir bajo el kil¨®metro cero y sin la cual, seg¨²n parece, nuestra vida ya no tiene ning¨²n sentido. No he o¨ªdo a ning¨²n colectivo ciudadano mencionar la imperiosa necesidad de esa infraestructura, ni he visto manifestaciones callejeras reclam¨¢ndola y, lo que es mas extra?o, tampoco recuerdo a ning¨²n pol¨ªtico de la Comunidad de Madrid referirse a ella en sus promesas electorales. Que yo sepa, ni este alcalde ni el anterior han pedido al ministerio que dote a la emblem¨¢tica plaza de una estaci¨®n para los trenes de Renfe. Es decir, que tiene toda la pinta de ser una cabezonada de don Francisco ?lvarez-Cascos. Lo cierto es que, en el mayor de los sigilos, se han pasado todos los plazos de alegaciones y la ¨²nica observaci¨®n que hizo en su momento el Gobierno regional fue para decir que, ya que se liaban la manta a la cabeza y les pillaba de paso, construyeran otra estaci¨®n en Alonso Mart¨ªnez. As¨ª que al superalcalde-presidente de Madrid, don Alberto Ruiz-Gallard¨®n, no le queda m¨¢s remedio que comerse la obra le guste o no. Y dudo mucho que le guste, porque este pedazo de obr¨®n que va a poner patas arriba el centro neur¨¢lgico de la ciudad no es cosa suya; en este mandato ¨¦l pretend¨ªa quemar nuestra ya mermada capacidad de sufrimiento en la necesaria reforma de la M-30.
En la Casa de La Villa cunde, por tanto, la resignaci¨®n imponi¨¦ndose esa vieja receta que ante lo inevitable aconseja lo de rel¨¢jate y disfruta. Pero c¨®mo disfrutar viendo los martillos neum¨¢ticos levantar el pavimento en espacios urbanos como la Gran V¨ªa, donde a¨²n est¨¢n frescos en la memoria los traum¨¢ticos efectos de la reciente reforma. C¨®mo no reparar en los previsibles estragos que semejante montaje causar¨¢ al tr¨¢fico en una arteria indispensable para el ordenamiento de los fluidos circulatorios del coraz¨®n de Madrid. Qui¨¦n puede sustraerse a los ruidos, al polvo y a las terribles molestias que inevitablemente causar¨¢ a la zona con mayor afluencia de viandantes de toda la capital. Aquello va a ser duro, muy duro, y a los madrile?os este nuevo tormento nos pilla con el cuerpo machacado por las sobredosis de obras. El relajo es igualmente impensable. La operaci¨®n presenta tantas complejidades, problemas e inconvenientes, que forman legi¨®n quienes cuestionan su idoneidad, al menos tal y como ahora est¨¢ planteada. Hasta quince compa?¨ªas de servicios esenciales como el gas, el agua, la electricidad o la telefon¨ªa van a tener que desviar sus galerias subterr¨¢neas para encajar los preliminares de la obra. Y esto es s¨®lo un aperitivo, despu¨¦s quedar¨¢n afectadas las l¨ªneas de autobuses y, por supuesto, el metro. Con todo, al d¨ªa de hoy lo m¨¢s preocupante por imprevisible es el comportamiento que puedan tener los viejos edificios bajo cuyos debilitados cimientos se proponen horadar. Son temores bien fundados, por lo que cada peque?a grieta que aparezca constituir¨¢ un sobresalto no apto para cardiacos. Tampoco parece f¨¢cil pedir tranquilidad a los cientos de comerciantes de la zona afectada, cuyos negocios corren peligro de ser literalmente apuntillados. No estamos hablando de aguantar un a?o como buenamente puedan, esas obras de la macroestaci¨®n van a durar en superficie hasta el 2007. En tales condiciones a nadie le pueda extra?ar la resistencia al proyecto.
La desfachatez con la que el Ministerio de Medio Ambiente eximi¨® en su d¨ªa al de Fomento de la declaraci¨®n de impacto ambiental, a todas luces preceptiva, fue realmente memorable. No puedo imaginar nada que, por la generaci¨®n de residuos o la contaminaci¨®n que origina su ejecuci¨®n, pueda tener mayor repercusi¨®n sobre el entorno y justifique m¨¢s el cumplimiento de esa norma que prev¨¦ la Ley de Evaluaci¨®n Ambiental de la Comunidad. Es evidente que disponer de una estaci¨®n en la Puerta del Sol supondr¨ªa una mejora incuestionable en el servicio de cercan¨ªas, pero el tremendo sacrificio que requiere actualmente su construcci¨®n es sin duda desproporcionado. De momento el rechazo popular ha sido ya evaluado y considerado en t¨¦rminos electorales. En G¨¦nova han pedido a Fomento que las perforaciones que se preve¨ªan inminentes no comiencen hasta despu¨¦s de las elecciones del 26 de octubre. Eso se llama miedo y tienen motivos para sentirlo.
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