La despedida
Jordi Portabella, segundo teniente de alcalde del Ayuntamiento barcelon¨¦s y presidente del zoo de esta ciudad, anuncia en un programa televisivo que al gorila albino Floquet de Neu (Copito de Nieve) le quedan semanas, meses, pocos meses de vida, al tiempo que invita a la ciudadan¨ªa y al resto de los catalanes a despedirse del entra?able primate.
Lo primero que se me ocurri¨® al conocer la triste noticia y la invitaci¨®n del l¨ªder republicano a despedirnos del albino fue que el zoo iba, con car¨¢cter excepcional, a decretar una o varias jornadas de puertas abiertas, no fuese que unos desaprensivos asociasen la espont¨¢nea invitaci¨®n del presidente del zoo con el posible af¨¢n de lucro de esa instituci¨®n municipal. Pero me equivoqu¨¦: la invitaci¨®n del se?or Jordi Portabella a despedirnos de Floquet/Copito no va acompa?ada de ninguna jornada o jornadas de puertas abiertas. La ¨²nica concesi¨®n que ha hecho el se?or presidente, posterior a su invitaci¨®n, ha sido la de permitir la entrada gratuita al zoo a todos los ni?os y ni?as de edades comprendidas entre 3 y 12 a?os que se presenten en la taquilla del recinto con un retrato, supuestamente original, del gorila albino. Con lo que el padre o los padres del ni?o o ni?a se ahorrar¨¢n pagar los ocho euros que cuesta la entrada de su hijo o hija, pero no los 12,50 euros que cuesta cada una de las suyas, pues es de suponer que los ni?os y ni?as de 3 a 12 a?os suelen acudir al zoo, si no es con un colegio, acompa?ados de sus padres, de sus abuelos o de cualquier otra persona adulta.
La relaci¨®n Floquet/Copito con los ni?os del retrato, y m¨¢s en v¨ªsperas de la muerte del primero, podr¨¢ conmover e incluso llegar a emocionar a algunos, pero a m¨ª se me antoja una horterada: ese pertinaz intento de vincular un animal enjaulado de nombre rid¨ªculo con un posible compa?ero de juegos o con un iaio providencial. Una horterada como esa frase publicitaria en la que se nos comunica que "Floquet de Neu est¨¤ adoptat per la Baguetina Catalana" que figura, con su retrato, junto a su acristalada jaula.
El albino es de todos o no es de nadie. Es de los ni?os y de los mayores, de los que le llaman Floquet, de los que le llaman Copito y de los pocos que le llamamos, que siempre le hemos llamado, Nfumu Ngui, es decir gorila blanco, en la lengua de sus cazadores, de los que le pillaron tras matar a su madre, nativos de la antigua Guinea espa?ola (y ese que deber¨ªa ser su nombre y no el de una criatura hollywoodiana). El albino lo mismo se entiende con un ni?o que con aquella viuda que le lleva un ramo de pl¨¢tanos y, como la otra viuda, la de la vi?eta del Perich, la que iba a llevarle flores a la tumba del marido, se sincera con ¨¦l y le dice que todo sigue igual, que los pol¨ªticos son los mismos de siempre con distintos disfraces, que la vida cada d¨ªa est¨¢ m¨¢s cara, etc¨¦tera. Como se entiende con el viejo que va a renegar frente a su jaula, sin raz¨®n o motivo aparente, porque le da por ah¨ª, y al que el albino comprende, devolvi¨¦ndole el me cago en tal o cual, en su propia lengua. El albino, ese hu¨¦rfano enjaulado, es un poco la imagen de todos nosotros, de cada uno de nosotros.
As¨ª pues, y ya que nos invitan a despedirle, hagan el favor de abrir las puertas a toda la ciudadan¨ªa. No se nos vuelvan r¨¢canos por uno, dos o tres d¨ªas. Piense, se?or Jordi Portabella, en las 10.000 pesetas (de 1966) que nos cost¨® la criatura y en los cientos de millones que le hemos sacado en estos casi 40 a?os (a los pocos meses de su llegada al zoo de Barcelona, los canadienses ya nos ofrec¨ªan un cheque de un mill¨®n de d¨®lares por el albino). ?Cu¨¢ndo se ha visto, se?or Portabella, que para despedir a un "ciudadano ejemplar" haya que desembolsar 12,50 euros?
Mi¨¦rcoles, 17 de septiembre. Esta ma?ana, al mediod¨ªa, he ido al zoo. He pagado religiosamente mis 12,50 euros y me he dirigido a la jaula del albino. Tal y como era de esperar, estaba abarrotada de gente, pero no m¨¢s que hace un par de semanas, la ¨²ltima vez que fui a visitarle con mi nieta, antes de que anunciasen que padec¨ªa un c¨¢ncer de piel y le quedaba poco tiempo de vida. Muchas c¨¢maras fotogr¨¢ficas, muchas menos risas -"?qu¨¦ mono m¨¢s feo!"- que en anteriores ocasiones e incluso alguna que otra l¨¢grima. Una c¨¢mara de televisi¨®n filma a la compungida parroquia. Un joven con un micro se acerca a una madre, joven, con su peque?o en brazos, y le pregunta sobre el albino, sobre lo que representa esa muerte anunciada. "Para los catalanes", dice, "debe ser algo as¨ª como perder la catedral". Mientras tanto, el albino permanece tumbado de espaldas, rasc¨¢ndose la llaga cancerosa del costado y luego llev¨¢ndose los dedos a la boca. Igual que hace un par de semanas. De pronto se coge la cabeza con las manos, como si le doliera. "Pobret, pobra criatura, com deu patir", murmura una se?ora a mi lado. Por fortuna, sabemos que no sufre. Pero el espect¨¢culo no resulta demasiado agradable, como esas recientes im¨¢genes del Papa polaco que tan poca gracia le hacen al se?or Jordi Portabella (seg¨²n confesaba a Catalunya R¨¤dio).
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