Dos hombre en la intimidad
En estos d¨ªas, mientras la prensa ha ido dando cumplida cuenta del modo en que el Sr. Aznar estaba ultimando el asunto de su sucesi¨®n, la imagen que me ven¨ªa a la mente era la de dos hombres solos, Aznar y el candidato (que ahora sabemos que es Rajoy) mu?endo los destinos de los suyos -y quiz¨¢s tambi¨¦n el de los espa?oles en la m¨¢s estricta intimidad-. El uno, satisfecho a m¨¢s no poder por el inmenso poder que se le ha concedido, y que espera -no se si con alg¨²n recelo- que el otro le sepa agradecer. El otro, henchido de gozo, agradeciendo al jefe todo lo que hay que agradecer, por m¨¢s que piense que el m¨¦rito es suyo y que lo suyo le ha costado conseguir este triunfo. Y luego est¨¢n los dem¨¢s, los perdedores, a los que hemos visto en los medios diciendo lo que se esperaba, o lo que se espera que digan. Como se dice que dijo Rato a Aznar, que hab¨ªa hecho lo mejor. Me dir¨¢n que esto es lo que hab¨ªa que decir en estos casos, pero ?de veras es lo m¨¢s apropiado -o lo menos rid¨ªculo- cuando todos sabemos que lo que se piensa es otra cosa que, ciertamente, no conviene decir en p¨²blico? Pero hay modos y modos y a Rodrigo Rato, por ejemplo, le hubiera venido mejor un desahogo del estilo de que, le hubiera gustado ser el elegido, a?adiendo, eso s¨ª, que comprende las razones que avalan al candidato y que acepta que las cosas se hayan hecho de otro modo, etc, etc. ?sta hubiera sido una salida m¨¢s acorde con su cara y posiblemente con su ¨¢nimo. Sin duda, una respuesta de otro estilo hubiera hecho menos penosa su imagen.
Pero si, como parece, lo que ahora manda -vende- en pol¨ªtica es la unidad, el culto al jefe y todo lo dem¨¢s, lo establecido es que nadie se salga del gui¨®n. Brutta figura la de estos hombres, dir¨ªa Luisa Accati recurriendo al psicoan¨¢lisis, pol¨ªticos d¨¦biles -o mejor debilitados por el poder-, dir¨ªa, recordando con malicia que la humildad, la sumisi¨®n o la mansedumbre, son virtudes queridas entre los cat¨®licos, que contra la soberbia predicaban la humildad. Peque?as virtudes dir¨ªa yo, recordando que en el diccionario de la modernidad las virtudes del pol¨ªtico deb¨ªan de ser otras: m¨¢s viriles (digo bien) y esforzadas que enf¨¢ticas y sumisas. Pero volvamos a la pol¨ªtica. Al hecho de la mayor sumisi¨®n -real o escenificada- por los dirigentes y militantes del partido que nos gobierna, ante las formas autoritarias, desconsideradas, cuando no humillantes que tanto gustan al presidente saliente y que, al parecer, no desagradan a la mayor¨ªa de los espa?oles. Al menos no tanto como para obligar a las mujeres y a los hombres p¨²blicos que las exhiben a actuar con mayor sensibilidad y criterios democr¨¢ticos, por temor a perder no s¨®lo el respeto sino tambi¨¦n el favor de sus votantes.
La resignaci¨®n nos mata ha escrito Juan Jos¨¦ Mill¨¢s este verano. Aceptamos todo lo que venga del gobierno. Mientras, a?ado yo, somos capaces de armar el mayor de los conflictos si alguien de nuestro entorno nos defrauda y no digamos si el vecino nos invade el espacio acotado para la familia (como ocurre en la playa de Gandia, por ejemplo). El mundo al rev¨¦s. El orden y el cumplimiento de la norma moral se exige en lo privado: en las relaciones con la mujer o con el vecino, pedimos absoluto respeto y el m¨¢s exquisito de los tratos. Mientras que en las relaciones pol¨ªticas parece que se tolera todo, la dejadez, la mentira o el disimulo de los corruptos. Y lo que m¨¢s pasmada me tiene es que el viva Zapata, que dir¨ªan los conservadores, parece que se afirma de la mano de los nuevos ( yo dir¨ªa viejos) liberales. Con el gobierno a la cabeza que, sin embargo, se predican personas de orden. Ser¨¢ en la vida ¨ªntima. En las cuestiones privadas puede que sean buenos padres y maridos. Pero en lo pol¨ªtico, cada vez caben m¨¢s dudas.
Empezando por que no puede haber moralidad y buen gobierno donde no caben el disentimiento y las cr¨ªticas. No cabe que cuando alguien se queja, el gobernante de turno pase sistem¨¢ticamente al ataque, considerando que el sujeto en cuesti¨®n pertenece a la oposici¨®n y no merece, por ello, ser tenido en cuenta. Como, por otro lado, le ha ocurrido a Mill¨¢s, recientemente, con el Sr. Beteta, portavoz del PP en la comisi¨®n de investigaci¨®n creada por la asamblea de Madrid a prop¨®sito de las denuncias socialistas en el conocido caso de los tr¨¢nsfugas. Beteta no ha podido soportar el estilo cr¨ªtico de Mill¨¢s y se ha tomado la revancha. Si Mill¨¢s disiente, ha escrito Beteta, se debe a su militancia -y seguidismo- socialista. Y con esto aprovecha para descalificar al socialismo y a la izquierda en general, a los que inhabilita para hablar de libertad, porque en su c¨®digo ideol¨®gico socialismo y libertad no se han correspondido -ni se corresponder¨¢n- nunca en la historia. Mill¨¢s, otorga, es un buen novelista, como un mal periodista que, seg¨²n Beteta, yerra de medio a medio cuando cuestiona la imagen de modernidad y centrismo que el partido popular pretende para ellos.
Ah¨ª les duele y est¨¢ bien que as¨ª sea, a ver si vamos avanzando -todos- en la finura pol¨ªtica que seg¨²n opinaba el pol¨ªtico Andreotti nos faltaba a los espa?oles. A unos les falta m¨¢s que otros, dir¨ªa yo. No hay que desconfiar por igual de todos los pol¨ªticos, ni de todos los votantes. Ser¨ªa bueno, en fin, que pudi¨¦ramos quitar de las listas a los m¨¢s faltones, adem¨¢s de a los corruptos o in¨²tiles, claro esta.
Los votantes somos muchos y diversos, me digo, y las sensibilidades de los administrados pueden cambiar no tardando mucho. A poco que se destapen los problemas del empleo, o la seguridad ciudadana. Lo que hace falta en este caso, me digo, es que se destapen los otros culpables. Que se dejen de ver escenas tan lamentables como la de los indignados compa?eros de los obreros muertos en Puertollano, zarandeando a un acoquinado secretario general de la UGT, o de Comisiones Obreras, considerarlos culpables de las desgracias obreras. Me dir¨¢n que eran los ¨²nicos que ten¨ªan a mano, porque de los otros -de los que se llevan los beneficios- nada se sabe. Nunca como ahora la responsabilidad se diluye y nunca como ahora, los gestores se habilitan para hacerse los suecos, disimulando como nunca no ya que est¨¢n vendidos al capital, sino que el capital son ellos, como parece que comienza a verse en Madrid. O a¨²n as¨ª habr¨¢ que esperar a que se desaten mayores problemas, en la econom¨ªa que amenacen la seguridad de otras muchas las familias. ?Ustedes qu¨¦ piensan?
Isabel Morant es profesora de Historia de la Universidad de Valencia.
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