Elogio y defensa de los radicales
Los diccionarios son los custodios de las palabras. Las preservan de las modas y de las perversiones del lenguaje. No siempre lo consiguen. Las modulaciones de los significados, acu?ados por escritores o por gabinetes de imagen y propaganda, terminan por imponer sus modismos. En ocasiones, las academias aceptan e incorporan al originario sentido variantes y alternativas que, en principio, no hab¨ªan sido concebidas para definir determinadas actitudes, comportamientos o significados.
Por razones hist¨®ricas y pol¨ªticas, la expresi¨®n radical ha sido manipulada y desnaturalizada. Seg¨²n el Diccionario de Casares, "radical" significa o representa lo perteneciente o relativo a la ra¨ªz. Normalmente, las palabras no agotan su significado en una sola acepci¨®n, por lo que nos encontramos a continuaci¨®n con un nuevo sentido que, estoy seguro, desconcertar¨¢ a la mayor¨ªa de los que leen y escuchan el repiqueteo continuo de los medios de comunicaci¨®n. A?ade el diccionario: "D¨ªcese en pol¨ªtica de los partidarios de reformas extremas, especialmente en sentido democr¨¢tico". Mar¨ªa Moliner, que nos ha hecho el regalo inestimable de su Diccionario del uso del espa?ol, remite a la palabra "ra¨ªz" para todo lo relacionado con radical y radicalismo.
Esta concepci¨®n, com¨²nmente aceptada desde hace a?os, ha invertido radicalmente, y nunca mejor dicho, su verdadero sentido para convertirse en expresi¨®n descalificadora que atribuye a quien se le aplica una actitud violenta, irracional y destructiva.
En su verdadera esencia, el radicalismo es una forma de enfrentarse a los conflictos sociales que s¨®lo puede alimentarse de unas s¨®lidas convicciones democr¨¢ticas y de un profundo conocimiento de la realidad. El pensador radical propone o adelanta las posibles soluciones dise?ando alternativas que no tiene inconveniente en someter a debate en los m¨¢s diversos foros.
Los radicales son verdaderos exploradores que buscan las ra¨ªces de las cosas. Nada hay m¨¢s radical y, por tanto, intelectual que la reflexi¨®n, el an¨¢lisis y la profundizaci¨®n en el alumbramiento de alternativas. Sintetizar en un lema como el del Foro de Portoalegre -Un mundo mejor es posible- es una feliz conclusi¨®n resultado de un intenso debate y no de una fr¨ªvola simplificaci¨®n.
El uso peyorativo del t¨¦rmino "radical" viene de antiguo. Fue acu?ado por los sectores m¨¢s reaccionarios del espectro pol¨ªtico norteamericano. En los momentos en que se desencaden¨® la "caza de brujas" del senador MacCarthy, la palabra radical era sin¨®nima de comunista. El vocablo se generaliza y se aplica tambi¨¦n a los que se apartan de la ortodoxia puritana y pretenden desarrollar opciones m¨¢s vitalistas y liberadoras. La factor¨ªa Disney se incorpora a la difusi¨®n de esta acepci¨®n descalificadora. Hay una secuencia en la pel¨ªcula La Dama y el Vagabundo en la que Golfo, el perro liberado de amos y servidumbres, propone a la Dama y al resto de sus colegas de las urbanizaciones de lujo una excursi¨®n por el centro de la ciudad para romper, durante una noche, la rutina y el encierro. Uno de los canes de una ostentosa mansi¨®n rechaza la propuesta erigi¨¦ndose en portavoz de sus cong¨¦neres, espet¨¢ndole a Golfo en tono airado: "No queremos perros con ideas radicales".
Los nuevos "maccarthystas" persiguen, acosan y reaccionan violentamente contra los que rechazan o dudan de las justificaciones de las guerras que ellos deciden. Las acusaciones de traici¨®n y falta de patriotismo colocan a sus destinatarios en el punto de mira del sistema de represi¨®n, inicialmente previsto para los criminales y delincuentes.
Imbuidos de su pensamiento dominante, afirman dogm¨¢ticamente que el verdadero patriota es el que apoya el lanzamiento de bombas de racimo de destrucci¨®n masiva y el que justifica la ocupaci¨®n de un pa¨ªs sin el refrendo de la comunidad internacional y de los organismos que la representan.
A lo largo de mi vida he visto a multitud de jefes de Estado de reg¨ªmenes genocidas llevarse la mano al coraz¨®n cuando sonaba el himno nacional. Admito que muchos s¨ªmbolos son respetables, pero no otorgan, por s¨ª solos, valores o categor¨ªas morales.
Las experiencias terribles del pasado nos deben ense?ar que el verdadero patriotismo radica en el compromiso con la defensa de los derechos del hombre y del ciudadano, como proclamaron los revolucionarios franceses hace m¨¢s de dos siglos. El patriotismo de fanfarria y opereta es, como dir¨ªa lord Acton (un liberal profundamente cat¨®lico), el ¨²ltimo refugio de los miserables. Como la palabra "miserable" puede extenderse a los que viven en la miseria, me quedo con la sentencia, contundente e inequ¨ªvoca, de Oscar Wilde: "El patriotismo es la virtud de los depravados".
Los pol¨ªticamente correctos repudian lo radical porque desenmascara la falsedad e inconsistencia de sus esquemas formales, vac¨ªos de contenido. Un an¨¢lisis dial¨¦cticamente irrebatible pone al descubierto las expresiones eufem¨ªsticas con las que tratan de enmascarar la descarnada realidad.
En los ¨²ltimos tiempos hemos asistido a un ingenioso concurso de ideas para buscar elipsis que eviten la crudeza del lenguaje llano. Cuando se habla de "da?os colaterales" se est¨¢ haciendo referencia a muertes de personas que no eran el objetivo inicial de los ataques b¨¦licos, pero que se estiman tan inexorables como si tuvieran su origen en una cat¨¢strofe de la naturaleza.
La perversi¨®n del lenguaje y la de sus creadores alcanza su punto culminante en la acu?aci¨®n y justificaci¨®n de los denominados "asesinatos selectivos". Todos los asesinatos son delictivos y son selectivos. Un psic¨®pata como Jack el Destripador es un ejemplo genuino de asesino selectivo.
El elogio de los radicales no es m¨¢s que el reconocimiento de su capacidad de an¨¢lisis de la realidad y la coherencia de sus estudios y conclusiones. El pacifismo, de ra¨ªz y convicciones profundas, lleva a sus protagonistas a ofrecerse como escudos humanos en un conflicto b¨¦lico, abriendo, adem¨¢s, un debate sobre la legitimidad de las guerras. El ecologismo, producto del estudio y la preocupaci¨®n por los peligros del desarrollismo incontrolado, mueve a sus militantes a exponer sus vidas abordando transportes de sustancias gravemente peligrosas para la preservaci¨®n del medio ambiente. Muchos profesionales de la medicina y de la informaci¨®n que se ponen al servicio de los m¨¢s desvalidos son perseguidos y acusados de suplantar la ayuda humanitaria oficial, que parece la ¨²nica pol¨ªticamente correcta.
Los tiempos no son propicios para ejercicios de rigor intelectual. Los integristas de todo orden rechazan las posiciones alternativas producto del raciocinio y de los sentimientos de solidaridad. Si se sigue el debate abierto por los sectores m¨¢s l¨²cidos y democr¨¢ticos de la propia sociedad norteamericana, se llega a la conclusi¨®n de que la recuperaci¨®n de la legalidad internacional y la conformaci¨®n de una sociedad estable en Irak es lo m¨¢s radical que, en estos momentos, puede ofrecerse para atenuar la tragedia.
Ahora bien, creo necesario alertar contra los desaforados que, integrados o emboscados, en corrientes de opini¨®n alternativas, se exhiben ante las c¨¢maras de los informativos rompiendo y destrozando el entorno urbano, agrediendo a los agentes que tratan de impedir determinadas manifestaciones con ocasi¨®n de foros de repercusi¨®n mundial o propugnando la violencia en contradicci¨®n con la esencia del pensamiento radical. Ellos son la gran coartada que sirve, a los pol¨ªticamente correctos, para relegar a la marginalidad las corrientes de opini¨®n que no comulgan con el mensaje oficial.
El pensamiento radical es la ant¨ªtesis del fundamentalismo, de la violencia y del nihilismo. Conviene advertir que los que reaccionan ante una realidad que consideran hostil quemando, asesinando, extorsionando o enviando mensajes intimidantes son simplemente terroristas y fundamentalistas que se atribuyen el monopolio de la verdad y quieren imponerla a toda costa, despreciando la diversidad de las formas de pensamiento.
El radicalismo, o es el reflejo de la inteligencia, la tolerancia y el pluralismo, o ser¨¢ sepultado y estigmatizado por el discurso ¨²nico de los poderosos.
Jos¨¦ Antonio Mart¨ªn Pall¨ªn es magistrado del Tribunal Supremo.
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