Una pandilla de imb¨¦ciles
Los dos tienen un mismo componente personal que los convierte en seres resistentes y, a la par, supervivientes: la tozudez. Quiz¨¢ ser¨ªa m¨¢s apropiado hablar de perseverancia, de constancia militante, de fuerza interior. Pero cuando alguien se enfrenta a los elementos y les gana, una y otra vez, victorioso de las batallas de la mezquindad, puede que sea perseverante, constante y fuerte, pero sobre todo es un gran tozudo. Resistir es triunfar, que dec¨ªa aqu¨¦l. Y ah¨ª est¨¢ Montserrat, la librera que lleva 25 a?os al frente de la librer¨ªa Bernat, en la calle de Buenos Aires de Barcelona. El martes celebr¨® esa locura de constancia diaria, batallando en el decorado inh¨®spito -inh¨®spito por excepcional- de una librer¨ªa de barrio, rodeada de gentes con palabra escrita en las p¨¢ginas m¨¢s o menos memorables de nuestra literatura, feliz de ser una resistente. Reinaba como s¨®lo reinan las grandes reinas, como reina republicana. Y ah¨ª est¨¢, tambi¨¦n, retornado a nuestra lobotomizada vida colectiva, un Josep Maria Flotats exultante, tan resistente ¨¦l que es el concepto en estado puro, boomerang que vuelve una y otra vez a los sue?os de Marta Ferrusola, cuando Marta sue?a mal. "No t'enfadis amb el meu marit", dice Josep Maria que le dijo nuestra primera dama cuando el genial dramaturgo recibi¨® en el culo una buena patada de su ¨ªnclito esposo y presidente. Y Josep Maria, que s¨ª se enfad¨®, y que cuando se enfada se nos vuelve "estupendo", casi tanto como el Max Estrella valleinclanesco, hizo mutis madrile?o, nos envi¨® sus grandes ¨¦xitos por puente a¨¦reo y nos record¨®, una vez retornado, que somos una pandilla de imb¨¦ciles. El martes, la Montse estrenaba sus viejos 25 a?os. El martes, Josep Maria, estrenaba un viejo estreno. Los dos eran supervivientes de nuestra antropofagia. Los dos son dos triunfadores.
La antropofagia. No debe de ser ¨¦ste el primer art¨ªculo que escribo sobre la tendencia saturniana que tiene este pa¨ªs extra?o, tan exquisito en el paladar, que s¨®lo devora los mejores nombres. Los devora para destruirlos. Los otros, sencillamente los escupe. Sin embargo, creo que nunca he tipificado el tridente que define esa alma saturniana que habita en la Catalu?a oficial, de manera que, como dir¨ªa el nano, hoy puede ser un gran d¨ªa... ?C¨®mo es el Saturno catal¨¢n?: quir¨²rgico, desalmado e inconsciente. Me explico. Sea por complejos varios -o por adscripci¨®n voluntaria a toda la antolog¨ªa de complejos-, Catalu?a no soporta el ¨¦xito. No me refiero a los ¨¦xitos ef¨ªmeros, como los pol¨ªticos o los deportivos, m¨¢s vinculados a las contingencias que al prestigio. Me refiero al ¨¦xito de fondo, ese que parte de una personalidad extraordinaria, de un sentido creativo brillante y, a la par, de un reconocimiento p¨²blico. Cuando Catalu?a contempla a alguien realmente excepcional, tiene un subid¨®n de estr¨¦s, se marea de tanta altura y necesita fagocitarlo al primer descuido. Creo que somos un pa¨ªs con un enorme complejo de superioridad en lo banal, encantados de nosotros mismos, autosatisfechos de creernos civilizadamente distintos, burguesamente educados. Pero, a la vez, padecemos un enorme complejo de inferioridad en lo realmente serio, quiz¨¢ herencia de alguna ¨¦poca de fugaz lucidez. Sabemos que somos la Arcadia de lo mediocre, aunque la m¨ªtica nacional nos venda pastillas de endogamia feliz, pero saberlo no significa recordarlo. De ah¨ª la incomodidad hist¨¦rica ante el prestigio. De ah¨ª la incomodidad combativa ante el prestigioso.
Incomodidad. Incomodidad enfermiza que se cura con la taumaturgia quir¨²rgica. ?Qu¨¦ hace Saturno ante los Josep Maria Flotats, los Llu¨ªs Pasqual, las Victoria dels ?ngels, los Joan Margarit? Primero usa el bistur¨ª, como quien se quita un grano afeante. Despu¨¦s, grano en tierra, banaliza su ¨¦xito, minimiza su prestigio, provincializa su universalismo y, finalmente, lo expulsa. Todos los grandes creadores de este pa¨ªs, y no hablo de tiempos pret¨¦ritos, sino de ahora, de hoy, de pesante presente, todos han padecido exilio. O exilio exterior, errantes en busca de paisajes m¨¢s acogedores y, sobre todo, menos ingratos. O exilio interior, esa gran c¨¢rcel de soledades y decepciones que es la c¨¢rcel de la indiferencia. La Catalu?a oficial homenajea, ensalza, hincha todos los globos de la culturita, pero s¨®lo homenajea, ensalza y digiere los grandes nombres cuando est¨¢n muertos. Y no seamos optimistas: los homenajes duran lo que dura el entierro. A lo quir¨²rgico, pues, se une lo desalmado del proceso, tan radicalmente insensible que s¨®lo puede explicarse en t¨¦rminos de patolog¨ªa. Creo, con toda la sinceridad y todo el dolor, que este pa¨ªs nuestro est¨¢ bastante enfermo. Por eso se suicida en cada desprecio, en cada exilio, en cada expulsi¨®n. ?Es, como dec¨ªa, un proceso inconsciente? En todo caso, no lo vivimos de forma consciente. A diferencia de la inmensa mayor¨ªa de las culturas serias, que sentir¨ªan como una tragedia nacional la p¨¦rdida de cerebros brillantes, nosotros nos alegramos de fagocitar a personajes inc¨®modos, cuya brillante desfachatez nos recuerda lo poco lejanos que son nuestros horizontes nacionales. Exiliamos a los Flotats para no tener que mirarnos en el espejo. Pero los Flotats vuelven, cual retratos de Dorian Gray, y nos recuerdan que habitan monstruos en las aguas pl¨¢cidas del oasis. Y las Montses de esas librer¨ªas m¨ªticas nos recuerdan que hay rincones, en la Catalu?a olvidada, que resisten. Como si fueran peque?os farolitos en las noches sin luz. Como si fueran flotadores en el naufragio...
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