La verdad sobre Sendero Luminoso
No es el rastro de una historia ancestral, ni tampoco el saldo de una guerra exterior de hace uno o dos siglos. Los 69.280 muertos y desaparecidos estimados por la Comisi¨®n de la Verdad y la Reconciliaci¨®n (CVR) de Per¨² pertenecen a dos d¨¦cadas recientes (1980-2000), que desangraron sin piedad al pa¨ªs.
La cifra removi¨® la escena pol¨ªtica y ciudadana el pasado jueves 28 de agosto, cuando la CVR present¨® su Informe Final al presidente Alejandro Toledo, en el sal¨®n dorado del palacio de Gobierno. Llevaba dos a?os trabajando y en ese lapso recogi¨® 17.000 testimonios de verdadero horror y desconsuelo.
La CVR hab¨ªa sido creada en junio del 2001 por Valent¨ªn Paniagua, presidente del Gobierno de Transici¨®n tras la huida del pr¨®fugo Alberto Fujimori. En septiembre del mismo a?o, Toledo agreg¨® cinco miembros a los ocho nombrados originalmente. ?Cu¨¢l era el encargo? Explorar, a fondo y sin concesiones, lo que ocurri¨® en Per¨² desde que, en mayo de 1980, el Partido Comunista de Per¨²-Sendero Luminoso (PCP-SL, o simplemente SL) anunciara el "inicio de la lucha armada". Y llegar hasta el a?o 2000, cuando la mafia fujimorista se desmorona.
La mayor¨ªa de los muertos (el 54%) los provoc¨® Sendero Luminoso al masacrar a quienes se resist¨ªan a su alucinado proyecto revolucionario
Hasta hace poco, parte de la prensa, los defensores de los derechos humanos y los ciudadanos cre¨ªan que el Estado hab¨ªa sido el principal agresor, como en Guatemala o Argentina
Miembros de las comunidades campesinas informaron sobre un periodo marcado por un genocidio espantoso, en el que las fuerzas del orden tambi¨¦n tuvieron responsabilidad
La primera revelaci¨®n que hizo la CVR fue que la mayor¨ªa de muertos (el 54%) los provoc¨® SL al aplicar una pol¨ªtica brutal que, en ocasiones, pasaba por masacrar a quienes se resist¨ªan a su alucinado proyecto revolucionario. Se trat¨® de una cuesti¨®n importante, pues hasta hace poco parte de la prensa, los grupos de derechos humanos o la propia ciudadan¨ªa pensaba que el Estado hab¨ªa sido el principal agresor. Tal como antes ocurri¨® en Guatemala, Argentina, Chile, El Salvador o incluso en la lejana Sur¨¢frica. Varias matanzas senderistas salieron a la luz cuando la CVR recibi¨® una cantidad abrumadora de testimonios. Gente de comunidades campesinas olvidadas dio cuenta de un periodo marcado por un intento de genocidio espantoso, en el cual las fuerzas del orden tambi¨¦n tuvieron responsabilidad.
Los ind¨ªgenas, las v¨ªctimas
Aparte de la cantidad estimada de muertos, que sorprendi¨® a todo el mundo (hasta antes, siempre se hab¨ªa cre¨ªdo que no pasaban de 35,000), aflor¨® una tendencia todav¨ªa m¨¢s tenebrosa: el 75% de las v¨ªctimas eran campesinos que hablaban quechua u otra lengua nativa y el 79% viv¨ªan en zonas rurales. Es decir, que se trat¨® de una guerra que asol¨® principalmente al campo y a los m¨¢s pobres, como si nuevamente se ensa?ara con ellos un fatal destino milenario. No los respetaron ni SL, ni los agentes del Estado, ni la clase urbana, que dormit¨® en la indiferencia y s¨®lo despert¨® a?os despu¨¦s.
Por supuesto que el terror desatado por SL y el MRTA (Movimiento Revolucionario Tupac Amaru, un grupo de vocaci¨®n guevarista, bastante menor que SL) lleg¨® tambi¨¦n a las ciudades. Toc¨® con fuerza las puertas de Lima, especialmente en los inicios de la d¨¦cada del noventa, gracias a los feroces coches-bomba.
Pero una de las grandes evidencias que ha arrojado el Informe de la CVR es la distancia que hubo entre el dolor que se viv¨ªa en el campo y la relativa calma e indolencia de las ciudades. Las matanzas, perpetradas por SL y el Ej¨¦rcito, en decenas de comunidades quechuas, o selv¨¢ticas, fueron masivas y horrendas.
Dos ejemplos. En agosto de 1985, Telmo Hurtado, un teniente del Ej¨¦rcito peruano, llev¨® a cabo una matanza en Accomarca, localidad del departamento de Ayacucho, el m¨¢s golpeado por la violencia. Ejecut¨® extrajudicialmente a 62 campesinos, bajo el argumento de que eran presuntos simpatizantes de SL.
Dos a?os antes, en abril de 1983, en Lucanamarca, una localidad tambi¨¦n ayacuchana, SL masacr¨® a 69 comuneros, incluyendo mujeres y ni?os. ?Se comprende por qu¨¦ el presidente de la CVR dijo que "es imposible convivir con el desprecio, pues es una enfermedad que acarrea da?os muy tangibles"?
Recientemente, lo m¨¢s triste e indignante ha sido la reacci¨®n de la clase pol¨ªtica ante el Informe Final. Buena parte de ella reaccion¨® con una histeria sin nombre, como si se hubiera mancillado su honor por afirmar, como dijo con justicia la CVR, que los pol¨ªticos le deb¨ªan "grandes explicaciones al pa¨ªs". La alusi¨®n era muy directa -y as¨ª est¨¢ consignado en el Informe Final, que consta de nueve tomos y 10.000 p¨¢ginas- a los Gobiernos de Fernando Bela¨²nde (1980-85), Alan Garc¨ªa (1985-90) y Alberto Fujimori (1990-2000).
Bela¨²nde fue el mandatario que le entreg¨® al Ej¨¦rcito la conducci¨®n de la guerra, creando los Comandos Pol¨ªtico-Militares y abdicando del poder civil. Garc¨ªa tuvo algunos logros en sus inicios, invirtiendo m¨¢s en el campo, pero a partir de 1986 no fue capaz de neutralizar la vor¨¢gine del terror. Ambos supieron, con todo, mantener la institucionalidad democr¨¢tica, que se quebr¨® el 5 de abril de 1992, cuando Fujimori cerr¨® el Congreso y se dio un autogolpe de Estado, luego bendecido por la OEA. La violencia amaina en esa ¨¦poca, aunque no precisamente gracias a ¨¦l.
En rigor, la captura ese mismo a?o de Abimael Guzm¨¢n, jefe m¨¢ximo de SL, se produjo por la esforzada labor de la inteligencia policial, aun cuando Fujimori siempre trat¨® de llevarse el m¨¦rito. Hoy se sabe que su Gobierno m¨¢s bien apostaba por desarrollar una estrategia tan o m¨¢s criminal que la del propio SL.
La existencia, tal como lo ha corroborado la CVR, del grupo paramilitar denominado Colina, autor por lo menos de dos matanzas (una en Barrios Altos, una zona antigua de Lima, y otra en la Universidad La Cantuta) as¨ª lo demuestran. Ambos hechos ocurrieron en 1992, cuando el terror a¨²n prevalec¨ªa. Muchas de estas cosas ya se sab¨ªan, pues la prensa m¨¢s decente de esos a?os las hab¨ªa destapado, pero la virtud de la CVR ha consistido en ponerlas en blanco y negro y en darles una interpretaci¨®n hist¨®rica. Al hacerlo, los partidos han pasado de ser s¨®lo v¨ªctimas a negligentes profesionales.
Desconcierto general
Mart¨ªn Tanaka, un joven soci¨®logo peruano, ha acertado al recordar que por esa ¨¦poca, en realidad, todos -ciudadanos, pol¨ªticos, militares, polic¨ªas- andaban desconcertados. Aun as¨ª, la carga de ataques contra la CVR por parte de la clase politica ha sido y es inmisericorde, excesiva, desproporcionada. Los m¨¢s insidiosos, previsiblemente, han sido los fujimoristas, que se han sentido insultados y han procurado levantar la figura de su l¨ªder huido. Los otros grandes cruzados anti-CVR han sido Jos¨¦ Barba Caballero y Rafael Rey, dos parlamentarios de Unidad Nacional (UN), un frente de derechas. Apelando a argumentos que hubieran encantado al senador McCarthy, acusaron continuamente a los comisionados de la CVR de prosenderistas, en lo que coincidieron con algunos parlamentarios del Partido Aprista Peruano. Una suerte de frente ¨²nico se form¨® espont¨¢neamente en torno a esta idea. Por cierto, se trataba de una mentira lanzada contra la verdad dolorosa.
Ni las FF AA reaccionaron como los pol¨ªticos. Si bien varios oficiales en retiro se mostraron muy molestos con el Informe Final, la oficialidad actual dio su apoyo a la CVR y le facilit¨® el trabajo, salvo en la Marina de Guerra, algunos de cuyos oficiales no acudieron a entrevistas con los comisionados.
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