Expectativas
Este curso va a estar marcado por un interminable tour electoral, cuya sucesi¨®n de etapas en cascada -con las auton¨®micas madrile?as y catalanas como principales pruebas contrarreloj- culminar¨¢ en la l¨ªnea de meta de marzo de 2004, cuando se celebren los comicios m¨¢s trascendentales de los ¨²ltimos a?os. Entonces se ventilar¨¢ la posible pr¨®rroga de la actual mayor¨ªa absoluta del PP o, alternativamente, su sustituci¨®n por un nuevo ciclo de coaliciones consociativas que devuelva la primac¨ªa al Parlamento. ?Qu¨¦ suceder¨¢? ?Podr¨¢ evitar Simancas que la red urban¨ªstico-inmobiliaria tejida por Gallard¨®n recupere su pleno dominio clientelar del territorio madrile?o? ?Podr¨¢ evitar Maragall que la red caciquil del pujolismo se perpet¨²e gracias al sost¨¦n de Carod Rovira? Y, finalmente, ?podr¨¢ evitar Zapatero que Rajoy herede el plebiscitario presidencialismo de Aznar? Por desgracia, las expectativas no ayudan, pues a juzgar por los ¨²ltimos sondeos, que han supuesto un aut¨¦ntico vuelco del clima que reinaba durante el curso pasado, no parece haber posibilidad alguna de alternancia.
La clave est¨¢ en las expectativas abrigadas por los ciudadanos, que es donde se juega el destino pol¨ªtico en la democracia de opini¨®n. As¨ª lo ha teorizado Noelle-Neumann, al postular que las expectativas de los votantes -?qui¨¦n esperan que va a ganar?- son mucho m¨¢s decisivas que sus preferencias -?qui¨¦n prefieren que gane?- para determinar la futura agregaci¨®n electoral. De ah¨ª que quien logre imponer al p¨²blico unas expectativas favorables a su candidatura tiene casi ganada de antemano la futura batalla electoral. Y en este sentido es donde se ha producido el mayor vuelco. Entre el curso pasado y el que ahora comienza, las preferencias pol¨ªticas de los electores apenas han variado. Pero en cambio las expectativas sobre qui¨¦n va a ganar han invertido su signo: mientras que en marzo y abril una mayor¨ªa empezaba a creer que el PP perder¨ªa las elecciones, ahora son dos tercios de los electores quienes piensan que las ganar¨¢.
?Qu¨¦ ha pasado para que se haya dado este vuelco tan espectacular? Aqu¨ª han intervenido tanto los acontecimientos como las estrategias de los competidores. Entre los primeros destacan la huelga general, el caso Prestige y la guerra contra Irak, que redujeron sensiblemente las expectativas favorables al PP durante el curso pasado. Pero a partir de mayo, el f¨¢cil ¨¦xito estadounidense anul¨® aquella desventaja. Y enseguida, la espectacular remontada que Rajoy consigui¨® en las elecciones locales y auton¨®micas, acentuada adem¨¢s por el transfuguismo que hundi¨® al PSOE en Madrid, termin¨® de invertir las expectativas previas. Por eso, cuando despu¨¦s Aznar le nombr¨® sucesor a la vuelta del verano, el vuelco estaba asegurado.
Aqu¨ª es donde interviene la estrategia pol¨ªtica para jugar con las expectativas. Si Aznar dibuj¨® un escenario narrado como el cuento de los tres pr¨ªncipes que compiten por heredar al rey, cuento que s¨®lo puede concluir con un final feliz, Zapatero en cambio opt¨® por contar el cuento de la lechera, que necesitaba ganar primero en Madrid, despu¨¦s en Catalu?a y por fin en Espa?a entera, cuento que nada m¨¢s empezar termin¨® como el rosario de la aurora. El PSOE se dej¨® enga?ar por el reactivo clima de opini¨®n contra el Prestige y la guerra, cometiendo el error de proclamar sus expectativas de victoria en las urnas. Por eso luego, cuando el resultado real fue de empate -lo que objetivamente era casi un triunfo-, todo el mundo lo interpret¨® como una derrota que ven¨ªa a frustrar unas expectativas tan desmedidas.
Y a este error de anunciar unas expectativas que quiz¨¢ no se puedan cumplir podr¨ªa estar a?adi¨¦ndose ahora otro adicional, como es presentar un programa que amenaza con pinchar la burbuja inmobiliaria -lo que asustar¨¢ a las clases medias, deslumbradas por el flamante efecto riqueza- y con abrir el mel¨®n auton¨®mico. Expectativas ¨¦stas cuyo nivel de riesgo podr¨ªa espantar a los votantes indecisos, de los que en definitiva depende el efectivo resultado electoral.
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