Rumbo equivocado
?Es la "ruptura hist¨®rica" por el Gobierno de Aznar del supuesto "consenso que se hab¨ªa mantenido durante 25 a?os" el mayor problema de la actual pol¨ªtica exterior, como pretende Rodr¨ªguez Zapatero? Incluso suponiendo que ese consenso -que no puede significar inmovilismo en un mundo cambiante- haya sido real, si la pol¨ªtica alternativa hubiera acertado, romperlo hubiera estado justificado. Lo peor es que el Gobierno se ha equivocado. En su af¨¢n de seguir a Bush, ha participado en el colosal enga?o sobre las armas de destrucci¨®n masiva y ha metido a este pa¨ªs en un l¨ªo, no s¨®lo en Irak, sino tambi¨¦n en lo que respecta a las relaciones con otros socios europeos de importancia y con Am¨¦rica Latina.
Hoy, esa pol¨ªtica hacia EE UU, pero tambi¨¦n hacia Europa, est¨¢ dejando al Gobierno, y por extensi¨®n a Espa?a, marginada en la UE. En Berl¨ªn se ha visto el eje de la nueva y m¨¢s compleja Europa: Alemania, Francia y el Reino Unido. ?C¨®mo se ha quedado Espa?a fuera? La soledad espa?ola en el tema institucional de la UE, por desidia del Gobierno, tambi¨¦n es patente. Blair ha abandonado a su amigo. Gibraltar ha vuelto a donde estaba. Y el propio Aznar, con una creciente decepci¨®n con la UE, parece haber completado su vuelta a Europa para regresar a la posici¨®n de la que parti¨® desde Valladolid: un thatcherismo a la hispana.
Sab¨ªa que su apuesta por Bush y la guerra de Irak iba a contracorriente de la opini¨®n p¨²blica y del consenso. Si hubiera acertado, podr¨ªa haber tirado de la gente, pese a una escasa capacidad pedag¨®gica que ya se dej¨® notar con la guerra de Kosovo. Pero no ha sido as¨ª (y que no haya tenido efectos electorales, al menos hasta ahora, se puede deber a otros motivos). Y con la ONU en situaci¨®n cr¨ªtica, aparece el fondo de una posici¨®n que la menosprecia, realzada por la actual presencia de Espa?a en el Consejo de Seguridad.
En Nueva York, Aznar ha apoyado p¨²blicamente la reelecci¨®n de Bush como "lo mejor para la paz en el mundo". Tambi¨¦n apost¨® por Stoiber frente a Schr?der (pero no por Chirac). Bush deber¨ªa precaverse ante estos halagos. Su apoyo es un gesto extra?o cuando esa carrera est¨¢ totalmente abierta (hoy, Bush est¨¢ demosc¨®picamente muy por detr¨¢s de su padre a la misma altura del calendario). Hablar, adem¨¢s, de atraer el voto hispano, salvo en Florida, resulta pretencioso. ?No le contaron al presidente del Gobierno lo que cost¨® llevar hispanos a sus encuentros en el medio oeste, pues en su mayor¨ªa son votantes dem¨®cratas? Pero este desenfoque le ha llevado tambi¨¦n a optar por mezclar a EE UU en las relaciones iberoamericanas, cuando tradicionalmente Espa?a no se inmiscu¨ªa en las relaciones entre EE UU y Am¨¦rica Latina, sino que separaba y diferenciaba claramente la relaci¨®n de Espa?a con Am¨¦rica Latina de la de Washington.
Aznar, adem¨¢s, le ha echado un cable a Bush en apoyo de su doctrina de la guerra preventiva, mezcl¨¢ndolo con lo que son acciones preventivas en la lucha contra el terrorismo. No es lo mismo una acci¨®n policial que una guerra, que se sepa. De todas formas, Aznar ya no estar¨¢ en La Moncloa cuando EE UU, en noviembre de 2004, elija presidente. Pero en este tramo final de su salida parece dispuesto a decir lo que de verdad piensa y a hacer expl¨ªcito lo que anteriormente era impl¨ªcito en una pol¨ªtica que en lo exterior no arroja un balance precisamente glorioso, salvo en el apoyo internacional en la lucha contra ETA, que no es poco.
Obsesionada con participar en el proyecto imperial de la Administraci¨®n de Bush, la pol¨ªtica exterior de Espa?a se ha descarriado. El Ministerio de Asuntos Exteriores est¨¢ desvertebrado. Y los observadores extranjeros no saben a qu¨¦ atenerse con Espa?a. Ahora bien, dentro de los errores, ser¨ªa un error a?adido que, en las actuales circunstancias, las tropas espa?olas dieran media vuelta en Irak y regresaran. Lo que lleva a pensar que es una de las ventajas del consenso que permite matizar, m¨¢s que dar quiebros.
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