El ¨®rdago fundamentalista en Irak
Tras la victoria aliada en la II Guerra Mundial, Jap¨®n tard¨® cinco a?os en recuperar su soberan¨ªa y la Rep¨²blica Federal alemana, nacida de la fusi¨®n de las tres zonas de ocupaci¨®n de las potencias occidentales, tres. A todo el mundo le parecieron entonces de perlas los plazos y nadie objet¨® su duraci¨®n. Hab¨ªa que desmontar las dictaduras nazi y militar, que se hab¨ªan adue?ado del poder en Berl¨ªn y Tokio, y preparar la transici¨®n democr¨¢tica en los dos pa¨ªses. Sin embargo, cinco meses despu¨¦s del fin de las operaciones militares de envergadura en Irak se exige a la principal potencia ocupante, Estados Unidos, y por extensi¨®n al resto de los 31 pa¨ªses que participan en la ocupaci¨®n-reconstrucci¨®n del antiguo feudo de Sadam Husein, que se restablezca inmediatamente la soberan¨ªa iraqu¨ª y se traspasen todos los poderes a no se sabe qu¨¦ clase de Gobierno aut¨®nomo en Bagdad. Y curiosamente, y a pesar de que tanto Washington como el resto de los pa¨ªses de la coalici¨®n han afirmado hasta la saciedad que no tienen intenci¨®n de permanecer en Irak un d¨ªa m¨¢s de lo necesario, las enternecedoras apelaciones a la soberan¨ªa iraqu¨ª proceden de pa¨ªses de la zona, en la mayor¨ªa de los cuales la soberan¨ªa popular ha sido usurpada por unos reg¨ªmenes en su mayor¨ªa totalitarios o dictatoriales, o de pa¨ªses occidentales con un pasado colonial de todos conocido.
Que las cosas en Irak no marchan de acuerdo con las optimistas y pueriles previsiones dise?adas por el mando pol¨ªtico, que no el militar, del Pent¨¢gono es algo tan patente que no necesita demostraci¨®n. Pero hablar de fracaso total de la operaci¨®n tras s¨®lo cinco meses de actuaci¨®n parece algo prematuro. Hasta ahora s¨®lo estamos viendo, gracias a las im¨¢genes de televisi¨®n, el vaso medio vac¨ªo de Irak. Pero tambi¨¦n existen elementos positivos para llenar el otro medio vaso. Citemos algunos. El r¨¦gimen tir¨¢nico de Sadam ya no existe y, por tanto, ha dejado de ser una amenaza para su pueblo y para sus vecinos, invadidos ¨¦stos dos veces en menos de una d¨¦cada. Aunque designado por Washington, el Consejo de Gobierno de Bagdad constituye el Ejecutivo m¨¢s representativo de la sociedad instalado en Irak desde su independencia en 1932. Todas las escuelas primarias y secundarias, as¨ª como las universidades y los hospitales, han reabierto sus puertas. Cincuenta mil polic¨ªas, a los que pronto se unir¨¢n otros 20.000, patrullan las calles del pa¨ªs, mientras que los planes para entrenar un ej¨¦rcito profesional de 40.000 hombres se encuentran muy avanzados. Los servicios b¨¢sicos, destruidos m¨¢s por 10 a?os de desatenci¨®n que por la guerra, se van restableciendo poco a poco. Que la situaci¨®n no es precisamente id¨ªlica, como pretend¨ªan los Rumsfeld y Wolfowitz, y que la falta de seguridad en el tri¨¢ngulo sun¨ª sigue constituyendo la preocupaci¨®n m¨¢xima de la poblaci¨®n es un hecho innegable. Pero, como recordaba recientemente Thomas Friedman, escuchando las cr¨ªticas de ciertos sectores europeos y ¨¢rabes, parece como "si la intervenci¨®n de Washington hubiera puesto fin a un pa¨ªs buc¨®lico, que viv¨ªa en perfecta armon¨ªa, y en el que el Partido Baaz era una tribu colorista sacada de las p¨¢ginas del National Geographic".
La resistencia a la ocupaci¨®n, por ahora circunscrita al famoso tri¨¢ngulo, no s¨®lo hay que achacarla al natural recelo de la poblaci¨®n hacia el ocupante. La causa fundamental hay que buscarla en la alianza consumada entre el fundamentalismo extremista isl¨¢mico y el totalitarismo secularista del antiguo r¨¦gimen para derrotar los valores democr¨¢ticos que encarna Estados Unidos. Aunque quiz¨¢s algunos en Occidente no quieran saberlo, ellos s¨ª saben lo que se juegan. Privados de su refugio privilegiado de Afganist¨¢n, saben que su futuro se decide en Irak. El triunfo de la libertad, la democracia, la igualdad entre sexos y el pluralismo en la antigua Mesopotamia asestar¨ªa un golpe mortal a sus aspiraciones. Admitamos esta realidad y luego sigamos criticando algunas de las chapuzas de Bush, entre las que, desde luego, no figuran la petici¨®n a sus conciudadanos de 87.000 millones de d¨®lares para hacer frente a los gastos de la ocupaci¨®n, de los que 20.000 se destinar¨¢n a la reconstrucci¨®n de las infraestructuras.
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