Bal¨®n y dos extremos
El f¨²tbol obedece a viejas leyes y peque?os detalles. De eso trat¨® el partido de Oporto, donde el Madrid se encontr¨® en dificultades cuando desatendi¨® algunos principios b¨¢sicos. Un error de Casillas produjo el tanto del Oporto. No desvi¨® la pelota hacia un costado y se la dej¨® a Costinha. Como suele ocurrirle, se resarci¨® con una estirada sensacional para desactivar un remate de Derley y, luego, en un cabezazo de Jankauskas. Casillas, que tiene maneras de gran portero, no domina todav¨ªa todo el manual de su puesto. Su fallo, correspondido por la habitual dejadez de la defensa del Madrid en los saques de falta, coincidi¨® con el momento m¨¢s bajo del equipo, ofuscad¨ªsimo en el arranque del encuentro.
La posesi¨®n de la pelota no garantiza el ¨¦xito. Desde luego, no figura entre los diez mandamientos del f¨²tbol. Hay gente que va m¨¢s all¨¢ y hasta lo desaconseja. Pero al Madrid, como a todos los equipos que tienen buenos jugadores y una deficiente atenci¨®n defensiva, le conviene una alta dosis del bal¨®n. No s¨®lo es bueno para su ataque: es su mejor forma de defenderse. Sin la pelota y sin ninguna eficacia defensiva, el Madrid pas¨® un mal rato en la primera media hora. Helguera y Guti no le daban consistencia al medio campo. Ni quitaban ni manejaban el juego.
El regreso de Helguera como medio centro obedece a las dudas que tiene Queiroz. Ya se sabe que le ha retirado la confianza a Cambiasso, primer damnificado del desastre de Mestalla. Helguera es un excelente defensa con alma de delantero. Lo dej¨® claro en el gol del empate. Se incorpor¨® por sorpresa al ¨¢rea y cabece¨® con su facilidad de costumbre. A Helguera le ha bastado un partido para conseguir algo prohibido para la mayor¨ªa de medios defensivos, muchos de los cuales se van del f¨²tbol sin marcar un gol. No parece, sin embargo, que sea la soluci¨®n a los problemas del Madrid. Helguera tiende a la dispersi¨®n en el medio campo. Va en su car¨¢cter. Y aunque sus cualidades -jugador competitivo, con buenos recursos t¨¦cnicos, gran cabeceador en el ¨¢rea de ataque- son indiscutibles se ajustan mejor al trabajo de defensa que a las obligaciones de mediocampista. Su olfato para el gol no desaparecer¨¢ juegue donde juegue.
Helguera es una soluci¨®n circunstancial a un problema estructural. Al Madrid le falta un especialista defensivo en el medio campo. Guti acompa?¨® a Helguera con m¨¢s sombras que luces. Parece apesadumbrado, sin energ¨ªa ni convicci¨®n, dolido por su trashumante vida en el equipo. Nada la permite alcanzar la titularidad, as¨ª que comienza a jugar como un suplente. Le sobra clase, por supuesto, y de vez en cuando la saca a pasear. Se enchuf¨® un rato y el Madrid se encontr¨® con lo que m¨¢s necesita: la pelota. Luego, cumpli¨® con una segunda condici¨®n olvidada. Utiliz¨® los extremos y obtuvo resultados inmediatos. Por los costados llegaron los dos primeros goles del Madrid. Solari, que se embosc¨® en zonas interiores en los primeros instantes del encuentro, record¨® sus mejores momentos en el Madrid cuando funcion¨® en la banda izquierda. Figo tuvo algunos ratos excelentes como extremo derecho. No le hicieron falta mayores cosas al Madrid. Un poco de bal¨®n y un par de extremos: algunas leyes no cambian nunca.
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