"Tiempo de aflicci¨®n..."
Tiempo de aflicci¨®n es como llamo al presente, si bien en compa?¨ªa de mi Philip tambi¨¦n yo he pasado por momentos en los que alma y cuerpo se hacen una y la misma cosa, en que estoy lista para estallar en las lenguas de los ¨¢ngeles. Mis embelesos: as¨ª llamo a esos embrujos. Me sobrevienen -escribo sin sonrojo, pues no es hora de sonrojarse- en brazos de mi esposo. S¨®lo ¨¦l es mi gu¨ªa; con ning¨²n otro hombre conocer¨ªa yo nada parecido. Me habla en cuerpo y alma, con palabras sin habla; me habla dentro, en cuerpo y alma, y me oprime con lo que ya no son palabras, sino espadas flam¨ªgeras.
No estamos hechos para vivir as¨ª, se?or. Espadas flam¨ªgeras digo que mi Philip oprime en m¨ª, espadas que no son palabras, pero es que no son espadas flam¨ªgeras ni son palabras. Es como un contagio, decir siempre una cosa en vez de otra (como un contagio, digo: a duras penas me abstuve de decir una plaga de ratas, pues las ratas de un tiempo a esta parte est¨¢n por todos lados). Como una caminante (se?or, retenga en mente la figura, se lo ruego), como una caminante entro en un molino, oscuro, deshabitado, y noto de pronto la tarima del suelo, podrida de humedad, ceder bajo mis pies y me precipito en las aguas alocadas que mueven las palas; con todo, pese a ser lo que soy (una caminante en un molino), tampoco soy eso; tampoco es un contagio el que continuamente me acosa, ni una plaga de ratas, ni espadas flam¨ªgeras, sino algo distinto. Nunca es lo que digo, sino algo distinto. De ah¨ª las palabras que antes escrib¨ªa: no estamos hechos para vivir as¨ª.
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