Naturaleza y principio
Desde mediados del siglo XVIII sabemos por Montesquieu que una cosa es la naturaleza y otra el principio de las formas pol¨ªticas. La naturaleza es aquello que las hace ser lo que son. El principio es aquello que la mueve actuar. Una forma pol¨ªtica puede mantener la misma naturaleza durante mucho tiempo y pasar a ser algo completamente distinta como consecuencia de un cambio en el principio que la anima. Esta distinci¨®n, a?ad¨ªa Montesquieu, es de suma importancia porque es la clave de multitud de leyes.
Las distinciones realmente cl¨¢sicas tienen la ventaja de que no se pasan de moda. Fueron ¨²tiles cuando fueron puestas en circulaci¨®n por primera vez para interpretar una realidad y contin¨²an siendo ¨²tiles mucho tiempo despu¨¦s para interpretar una realidad distinta. Es lo que le ocurre a esta distinci¨®n de Montesquieu que nos ayuda a entender todav¨ªa hoy determinados aspectos de la forma pol¨ªtica bajo la que organizamos nuestra convivencia a partir de 1978.
Nadie puede discutir que la naturaleza de la autonom¨ªa vasca sigue siendo en 2003 la misma que en su momento fundacional. El texto del Estatuto de Gernika se fij¨® en noviembre de 1979 en la negociaci¨®n dirigida por Adolfo Su¨¢rez con los parlamentarios vascos y desde entonces no ha experimentado la m¨¢s m¨ªnima modificaci¨®n.
Pero no s¨¦ si alguien se atrever¨¢ a decir que el principio de la autonom¨ªa vasca es hoy el mismo que el de aquel momento fundacional. El principio de la autonom¨ªa vasca fue la integraci¨®n del nacionalismo en la Constituci¨®n. Ese es el sentido del Estatuto de Gernika. El nacionalismo vasco que no se hab¨ªa incorporado al consenso constitucional y se hab¨ªa abstenido en el refer¨¦ndum de ratificaci¨®n de la Constituci¨®n, se incorpor¨® por la v¨ªa estatutaria a dicho consenso. El principio de la autonom¨ªa vasca era un principio de integraci¨®n, de completar el proceso de integraci¨®n puesto en marcha por la Constituci¨®n.
Hasta el final de la primera legislatura del Gobierno del Partido Popular este principio de integraci¨®n no ha sido puesto en cuesti¨®n, lo que no quiere decir que no haya habido dificultades en su puesta en pr¨¢ctica. Pero no ha sido puesto en cuesti¨®n en ning¨²n momento. Entre la naturaleza y el principio de la autonom¨ªa vasca no hab¨ªa identidad, porque eso es imposible, pero s¨ª un grado de coincidencia razonable.
Esto es lo que se ha roto desde el final de la primera legislatura, y sobre todo despu¨¦s de la mayor¨ªa absoluta del Partido Popular en marzo de 2000 y de las elecciones auton¨®micas vascas de mayo de 2001. El principio de la autonom¨ªa vasca ha pasado a ser completamente distinto al que se hab¨ªa impuesto desde finales de 1979. La naturaleza sigue siendo la misma, pero el principio es completamente distinto.
El Estatuto de Gernika ha dejado de ser un elemento de integraci¨®n para pasar a convertirse en un instrumento de desintegraci¨®n. La interpretaci¨®n del Estatuto que pretende imponer la mayor¨ªa parlamentaria y el Gobierno del Partido Popular es rechazada expresamente por la mayor¨ªa parlamentaria nacionalista y el Gobierno vasco. Esto es lo que significa el plan Ibarretxe.
El Estatuto de Gernika de 2003 no es el Estatuto de 1979 y los a?os posteriores. El texto de la norma es el mismo, pero el esp¨ªritu no lo es. Entonces fue una norma pactada que concit¨® el apoyo de casi todo el mundo. Hoy corre el riesgo de convertirse en una norma impuesta desde el Gobierno de la naci¨®n contra la mayor¨ªa en el Pa¨ªs Vasco. No es verdad que el Estatuto de Gernika fuera en su origen una "carta otorgada", como ha dicho insensatamente Joseba Egibar. Pero s¨ª corre el riesgo de convertirse en una "carta impuesta". ?Es ¨¦se un proyecto de futuro?
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