S¨®lo cabe esperar
Ni fastos, ni celebraciones, ni oto?o caliente. El treinta aniversario llega en silencio, con m¨¢s pena que gloria. No hay algazara, ni tan siquiera provocaci¨®n m¨¢s all¨¢ de las dos pancartas, que quedaron de otro tiempo, suspendidas en la puerta y que aun lucen en el arrinconado mercado, cada vez mas sombra de si mismo. No obstante, esta ocasi¨®n no ha pasado inadvertida para una parte de la ciudadan¨ªa que tiene previsto, a tal fin, un acto de encuentro con motivo de estas efem¨¦rides de olvido. El acto tendr¨¢ lugar tres d¨ªas despu¨¦s de que se cumplan los treinta de provisionalidad, en este tercero del III milenio, en una fecha llena de cabal¨ªstica numerolog¨ªa para recordar el pasado y demandar el fututo, reclamar la Historia sin olvidar la modernidad, velar por la tradici¨®n y exigir la vanguardia de los tiempos que corren, y sobre todo reclamar celeridad y evitar los frenazos tan dados en este lugar desde que se demoli¨® la plaza de abastos, y que es conocido, mas que por su historia, por la indolente actitud demostrada a lo largo de tanto tiempo. Diez mil novecientos cincuenta y siete d¨ªas lleva el solar de lo que fue el mercado de la Encarnaci¨®n, esperando que le reconstruyan, treinta a?os es demasiado tiempo para todo, incluso para esperarle. Los plazos predicen que si todo marcha bien, tampoco se acabar¨¢ en este reci¨¦n estrenado ciclo del pacto de progreso, apenas suceda un peque?o contratiempo la predicci¨®n cubana se saldr¨¢ con las suyas y un nuevo lustro tendr¨¦ que esperar aguard¨¢ndole. Al menos para entonces espero estar cobrando mi merecida jubilaci¨®n, y es que el tiempo hasta en las peores condiciones se pasa volando.
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