De la ambig¨¹edad al compromiso
La apertura formal de las elecciones catalanas del 16 de noviembre empieza a ofrecernos art¨ªculos de meteor¨®logos de la pol¨ªtica con pron¨®sticos no s¨®lo de los resultados, sino de las posteriores alianzas. Uno de estos pron¨®sticos nos lo ha dado en EL PA?S, el 25 de septiembre, el profesor Francesc de Carreras con el t¨ªtulo, tomado prestado del genio de Calanda, de El discreto encanto de la ambig¨¹edad, del que, al menos en parte, discrepo, sin que ello modifique la solidez de nuestra amistad. Discrepancia que puedo resumir en su afirmaci¨®n de que "lo m¨¢s c¨®modo para ERC es formar un gobierno con CiU si eso es matem¨¢ticamente posible (...). Adem¨¢s, el partido de Pujol se juega tanto en estas elecciones que Carod podr¨¢ exigirle a Mas lo que sea (...). A la postre veremos como la ambig¨¹edad y la equidistancia habr¨¢n sido simples m¨¢scaras necesarias para conseguir un objetivo: que sigan mandando los mismos". Dejando de lado mi consideraci¨®n negativa de las t¨¢cticas que se caracterizan por la ambig¨¹edad o la equidistancia, mi discrepancia se centra en la firmeza con que el autor nos ofrece sus pron¨®sticos; por ejemplo, cuando en el p¨¢rrafo que he reproducido en parte utiliza el contundente "podr¨¢" en lugar del condicional "podr¨ªa", que dejar¨ªa abiertas otras posibilidades.
El tono general del art¨ªculo y sobre todo su p¨¢rrafo final nos invitan a extraer, aparentemente de forma as¨¦ptica, conclusiones de futuro de la lectura directa de la realidad. Sin embargo, no puedo sustraerme a la impresi¨®n de que nos podr¨ªa recordar otro escenario, el de Euskadi, donde, con el tel¨®n de fondo del drama de la violencia, se ha instaurado una confrontaci¨®n maniquea que pone como l¨ªnea de divisi¨®n el nacionalismo, dejando de lado todos los contenidos pol¨ªticos y sociales. Tal vez a algunos les gustar¨ªa trasladar este escenario a Catalu?a y trazar as¨ª una l¨ªnea divisoria entre los nacionalistas y todos los dem¨¢s. Y es entonces cuando conviene recordar las caracter¨ªsticas diferenciales de Catalu?a.
Si bien Catalu?a no es un para¨ªso, no hay que olvidar su microclima social y pol¨ªtico, en el que la violencia no tiene espacio y en el que no puede confundirse CiU con el PNV. CiU, el nacionalismo conservador catal¨¢n, ha puesto por delante de su pureza nacionalista sus intereses conservadores con un pacto con el PP, y aunque ahora, por exigencias electorales, mire hacia otro lado, el pacto sigue vigente, ya que sin ¨¦l Jordi Pujol habr¨ªa perdido su presidencia y, por lo tanto, el derecho a convocar las elecciones. Tampoco se puede establecer una analog¨ªa entre el independentismo de ERC y los herederos de HB, y no s¨®lo por algo tan importante como el rechazo total que ERC hace de la violencia, sino porque, pese a su pretendida equidistancia, est¨¢ teniendo la capacidad de hacer pol¨ªtica d¨ªa a d¨ªa con las otras fuerzas progresistas, como sucede en el gobierno de la ciudad de Barcelona, sin anteponer sus afinidades nacionalistas con CiU a la necesidad de sumar sus fuerzas para consolidar un gobierno progresista.
Un aspecto esencial de nuestra identidad nacional es, a mi entender, que en el campo de la izquierda lo que prevalece no es el espa?olismo, sino un catalanismo popular que ya dio sus frutos en favor de la convivencia integradora y contra la divisi¨®n, en el que desempe?¨® un importante papel la pol¨ªtica del PSUC en el periodo de las grandes inmigraciones durante la dictadura, papel que condicion¨® a toda la izquierda y que hoy sigue presente impulsado principalmente por ICV. Este catalanismo popular, progresista, impregna tambi¨¦n la pol¨ªtica del PSC, que, si bien es cierto que tiene s¨®lidas conexiones con el PSOE, trabaja en su interior, con mayor o menor fortuna, intentando ser un contrapeso de las inercias centralistas. Por todo ello, afirmaciones contundentes como las que parecen desprenderse del art¨ªculo del profesor Carreras merecen cierta prudencia, tanto m¨¢s cuanto que las delicias de la ambig¨¹edad en que t¨¢cticamente se mueven los dirigentes de ERC no pueden ser vistas al margen de dos realidades pol¨ªticas actuales. La primera es que,si bien todos los candidatos pueden aspirar dignamente a presidir la Generalitat, sabemos que s¨®lo hay dos nombres con capacidad para reunir una mayor¨ªa suficiente y que los dem¨¢s est¨¢n haciendo tambi¨¦n una apuesta de futuro que la precipitaci¨®n podr¨ªa malograr. La segunda es que ERC tiene experiencias, demasiado recientes para ser olvidadas, del precio pagado por sus alianzas con CDC.
Por todo ello, las delicias de la ambig¨¹edad de los vaticinios electorales de ERC quiz¨¢ no tengan un destino tan cerrado como nos augura Carreras y obedezcan a motivos t¨¢cticos que no s¨®lo repercuten en la din¨¢mica electoral, sino que se proyectan hacia el futuro. No es un secreto para nadie que una parte muy importante de los votos que engrosan las perspectivas de ERC proceden de CDC, y que el fracaso de Mas y la p¨¦rdida de poder que representar¨ªa acelerar¨ªan una dispersi¨®n que ya se ha iniciado en CDC y de la cual el mayor beneficiario ser¨ªa una ERC reforzada en su protagonismo pol¨ªtico por su participaci¨®n en un gobierno progresista con el PSC e ICV, en el que sus principios nacionalistas estrat¨¦gicos tendr¨ªan m¨¢s credibilidad que si se sumara al victimismo que ha practicado CiU. ERC contribuir¨ªa as¨ª a marginar de la pol¨ªtica catalana la falsa divisi¨®n entre catalanes leg¨ªtimos y espa?olistas, reforzando la tradicional convivencia de nuestra sociedad y haciendo, a la vez, una importante inversi¨®n pol¨ªtica de futuro.
Creo que lo ¨²nico seguro es que la pelota est¨¢ en el tejado, y por ello no me parece justo deducir que la pelota ya ha entrado en la porter¨ªa a favor de la divisi¨®n de la sociedad catalana, conclusi¨®n que he cre¨ªdo extraer del art¨ªculo de Francesc de Carreras, que volver¨¦ a leer el 16 de noviembre, despu¨¦s de conocer los resultados electorales y sus consecuencias en el campo de las alianzas.
Antoni Guti¨¦rrez D¨ªaz es miembro de ICV.
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