La sierra de Guadarrama, entre el cielo y el suelo
El autor explica que el parque nacional podr¨ªa convertirse, si no se pone remedio a un desarrollismo a ultranza fuera de su per¨ªmetro, en una especie de reserva india rodeada por un entorno amenazante
Es poco probable que en la pr¨®xima campa?a electoral en Madrid oigamos hablar, me temo que ni de pasada, de la sierra de Guadarrama. No da votos, pensar¨¢n los pol¨ªticos, ni los quita. Y ah¨ª tenemos al paisaje, al aire, a la naturaleza, la vegetaci¨®n, los pinares, el azul que se recorta sobre los picos de la Maliciosa, de Pe?alara, de Siete Picos..., como algo fuera del mundo de los mortales, del mundo de los intereses, del mercado de los votos. Estar¨ªamos, podr¨ªamos decir, en el cielo, algo as¨ª como en un sue?o compuesto por naturaleza, literatura, historia, recuerdos, nostalgias y esperanzas.
Es cierto que nuestra sierra toca el cielo, metaf¨®ricamente hablando, pero, atenci¨®n, nunca termina de alejarse del todo del implacable suelo donde las cosas se enredan y se complican. Por eso yo me pregunto a menudo si todos los que estamos en ese cielo no estamos tocando algunas veces el viol¨®n, como se suele decir, mientras otros tocan otros instrumentos m¨¢s contundentes sin perder tampoco de vista la sierra de Guadarrama; pienso en las trompas que anunciaban -en el Pedro y el lobo, de Prok¨®fiev- la aparici¨®n del lobo; sin tratar de asustar a nadie, debo decir que a veces creo escuchar sonidos inmobiliarios amenazantes en el entorno guadarrame?o.
Pero bajemos de las alturas y hablemos de algo que ya empieza a ser tangible y concreto: el Parque Nacional del Guadarrama. Las cosas, deber¨¦ explicarlo, est¨¢n ahora, sin entrar en muchos detalles, as¨ª: tanto en Castilla y Le¨®n como en Madrid se han aprobado sendos decretos que han dado el pistoletazo de salida para la tramitaci¨®n del Plan de Ordenaci¨®n de Recursos Naturales de la Sierra de Guadarrama. Los estudios t¨¦cnicos y pr¨¢cticos realizados comprenden un amplio ¨¢mbito territorial que, en el lado madrile?o, se extiende desde Santa Mar¨ªa de la Alameda hasta Robregordo, y afecta a 38 t¨¦rminos municipales de la sierra y del piedemonte serrano. Pero ser¨¢ a partir de tales estudios como se podr¨¢n llegar a establecer los l¨ªmites reales del parque nacional, es decir, los l¨ªmites del cielo, los l¨ªmites del sue?o... ?Cu¨¢les ser¨¢n esos l¨ªmites? ?Qu¨¦ extensi¨®n tendr¨¢ el cielo? Poca, probablemente. Al quedar, en un principio, fuera del parque las denominadas actividades extractivas y los n¨²cleos de poblaci¨®n urbanos, el cielo garantizado es relativamente exiguo en su extensi¨®n. Y fuera de esas fronteras aparece ya el suelo, es decir, la dura realidad, el mundo de los conflictos, de los constructores, de los ayuntamientos...
Hay que reconocer que tanto en los decretos que han abierto el proceso de tramitaci¨®n del parque como en la Ley Estatal de Conservaci¨®n de Espacios Naturales y de la Flora y Fauna Silvestre se establece una cautela muy razonable y de extrema importancia. Durante la tramitaci¨®n de los planes de ordenaci¨®n no podr¨¢ otorgarse ninguna autorizaci¨®n, licencia o concesi¨®n que permita actos de transformaci¨®n de la realidad f¨ªsica y biol¨®gica sin un informe favorable de las respectivas consejer¨ªas de Medio Ambiente. Pero, ?se est¨¢n cumpliendo esas cautelas? Yo no me atrever¨ªa a decir que no, as¨ª, de una manera radical. Porque hay indicios de que las cosas se est¨¢n contemplando con cierta laxitud, lo cual puede ser preocupante porque los peligros que acechan son realmente graves (t¨²nel del Guadarrama, entubado de algunos arroyos, desdoblamiento de la A-6 con un nuevo t¨²nel, proyectos urban¨ªsticos de El Escorial), sin olvidar esas amenazas sutiles a las que antes me refer¨ªa que se pueden percibir en los entresijos del poder y que han aflorado a la superficie con motivo de los desdichados sucesos pol¨ªticos de la Comunidad de Madrid.
El parque nacional podr¨ªa llegar a ser, si no se pone remedio a posibles desmanes de la codicia y a un desarrollismo a ultranza fuera de su per¨ªmetro, una especie de reserva india rodeada por un entorno amenazante. Har¨¢ falta pisar "suelo" de verdad, sin miedo, para defender ese espacio natural privilegiado con medidas legales que garanticen la coherencia entre lo que se pretende mantener y conservar en el interior del parque y las pol¨ªticas urban¨ªsticas que se lleven a cabo en sus aleda?os. Entre el cielo y el suelo habr¨¢ que buscar soluciones que permitan la utilizaci¨®n agropecuaria de grandes zonas de la sierra sin atentar contra el ecosistema del Guadarrama. Es ¨¦ste un asunto muy serio pendiente de resolver. Ha imperado el criterio del "todo (urbanismo desalmado) o nada" producto de una tentaci¨®n reglamentista que, a trav¨¦s de leyes estrictas y pormenorizadas, pr¨¢cticamente nunca cumplidas, ha imposibilitado el uso racional y ¨²til de las praderas serranas.
La sierra mira al cielo, ajena a nuestros temores y desverg¨¹enzas, y nos seguir¨¢ dando todo lo que en ella buscamos, que es mucho, pero s¨®lo si sabemos conciliar el sue?o con la realidad, los intereses particulares con los intereses p¨²blicos, la belleza con las exigencias de la vida cotidiana, el dinero con el buen gusto, el sentido pr¨¢ctico con la obligada solidaridad con nuestros vecinos, con nuestros hijos, con la vida... El cielo y el suelo se necesitan, y los necesitamos, lo sabemos. Y tambi¨¦n lo deber¨ªan saber los ge¨®logos, ge¨®grafos, bot¨¢nicos y expertos medioambientales que desde hace tiempo vienen trabajando, con conocimiento y generosidad, en el proyecto del parque. Sin embargo, tenemos a veces la impresi¨®n de que, por su propia vocaci¨®n y tambi¨¦n por la funci¨®n que se les ha encomendado, tienden a mirar m¨¢s al cielo que al suelo. Es natural y no es su culpa.
Pero nuestra obligaci¨®n, la de los ciudadanos de Madrid y Segovia, es advertirlos, a ellos que tienen en sus manos una tarea tan importante y delicada, y a los pol¨ªticos responsables de la conservaci¨®n y mejora de la sierra, de que ser¨ªa un gran error centrar toda la atenci¨®n en los aspectos que afectan al parque y olvidarse de la imprescindible protecci¨®n de sus alrededores. Entre el cielo y el suelo mediar¨ªa una distancia demasiado corta y la herida ser¨ªa, as¨ª, demasiado evidente. Porque, en mi opini¨®n, no deber¨ªa concebirse el parque nacional como una isla rodeada de "adosados", sino como parte de un gran proyecto coherente y racional que abarque toda su zona de influencia.
Antonio S¨¢enz de Miera es presidente de Amigos del Guadarrama de Pe?alara.
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