Vacaciones, un asunto de Estado
Estamos en los primeros compases de la sinfon¨ªa de una campa?a electoral para elegir al pr¨®ximo Parlamento. A veces uno se pregunta si en estos eventos se trata s¨®lo de manifestar la simpat¨ªa por tal o cual persona como candidato a Presidente del Gobierno o, en un grado mayor de elaboraci¨®n de la decisi¨®n, si debemos manifestar nuestra simpat¨ªa a la forma en que tal o cual partido presenta su mensaje. En definitiva, cuestiones que tienen poco que ver con la idoneidad o no de los partidos y sus l¨ªderes para resolver las cuestiones de inter¨¦s general y mayoritario. El problema es que los gobiernos act¨²an para ser reelegidos al cabo de cuatro a?os y ello les obliga a priorizar las cuestiones con r¨¦ditos en el corto plazo, aunque los intereses generales tengan m¨¢s relaci¨®n con el largo plazo.
En cualquier caso, creo que el deber del ciudadano es participar en democracia como si nada de esto sucediera y como si las convocatorias electorales fueran revisiones conspicuas de lo que cada partido ofrece, para finalmente optar por aquello que m¨¢s nos interesa. En este sentido, parece conveniente que los partidos declaren sus opiniones respecto a uno de los problemas con mayor incidencia en el futuro de Andaluc¨ªa: las vacaciones de los espa?oles.
Muchos de nosotros acabamos de volver de las vacaciones estivales. Tenemos recuerdos y sensaciones intensas pero contradictorias. Estamos contentos por haber disfrutado del mar y de la playa, relajados por el placer de sentir el suave paso del tiempo y por el cambio de nuestras ocupaciones, concentradas en lo dom¨¦stico o en la diversi¨®n. Sin embargo, la experiencia vacacional est¨¢ asociada tambi¨¦n a una intensa irritaci¨®n. ?C¨®mo es posible que tenga que hacer colas diariamente para entrar en el pueblo costero donde he pasado el verano? ?C¨®mo soportar el trastorno de tantos cortes en el suministro de agua que perd¨ª la cuenta? ?C¨®mo se entiende que haya tenido que esperar horas, junto con otros sufridos adictos al peri¨®dico, d¨ªa tras d¨ªa, para comprar mi ejemplar en el quiosco? Y as¨ª un largo etc¨¦tera de incomodidades y de situaciones mal atendidas por los servicios p¨²blicos, en los comercios y en la hosteler¨ªa.
Creo que la raz¨®n es clara: no cabemos. Las carreteras no pueden dimensionarse para la cantidad de veh¨ªculos que salen de las grandes ciudades los mismos d¨ªas con destino al litoral andaluz. No tenemos agua para atender a los cinco millones de veraneantes de agosto. Los bares y restaurantes se afanan para comprimir en mes y medio la necesidad de obtener los beneficios de un a?o entero.
Pero, no nos enga?emos, el problema no es de capacidad. La soluci¨®n no est¨¢ en construir m¨¢s viviendas o en ampliar las carreteras. Cuanto m¨¢s crezcamos en este sentido, m¨¢s grave ser¨¢ la situaci¨®n. En los ¨²ltimos a?os el parque de segunda residencia en el litoral ha crecido en m¨¢s de 200.000 viviendas y las inversiones en carreteras han aumentado de forma espectacular. Las relaciones entre Sevilla y las costas de Huelva y C¨¢diz disponen de mucha mayor capacidad que hace diez a?os, pero los atascos no remiten e incluso se agudizan. Es posible, incluso, que sea muy negativo para la regi¨®n que nuestras costas est¨¦n sembradas de ciudades fantasma durante todo el a?o, que, sin embargo, se ponen a reventar en verano, porque ello genera empleo estacional de baja calidad y porque afecta negativamente a otras opciones de actividad tur¨ªstica m¨¢s continua y estable.
Hay m¨¢s de un mill¨®n de viviendas para pasar las vacaciones en las costas andaluzas. Muchos nos preguntamos: ?Es realmente inevitable y necesario que todos vengan al tiempo? No ser¨ªa mejor utilizar las carreteras, los servicios p¨²blicos y los establecimientos de hosteler¨ªa y diversi¨®n durante m¨¢s meses, atendiendo al cabo del a?o a m¨¢s personas, pero de una forma m¨¢s ordenada, sin atascos, con mayor calidad y beneficios para todos.
Para enmendar esta situaci¨®n, necesitamos que el Gobierno espa?ol tome medidas que suponen cambios y riesgos, pero tambi¨¦n ilusiones y confianza en el futuro. No es tan dif¨ªcil. Se trata de promover medidas para que las vacaciones sean distintas seg¨²n territorios. Se puede dise?ar un calendario escolar variable en sus fechas para las distintas comunidades auton¨®micas, se puede estimular a la administraci¨®n p¨²blica y a las empresas para que sus per¨ªodos de paralizaci¨®n o de funcionamiento en ralent¨ª sea tambi¨¦n variable y coincidente con el calendario escolar. No es una idea revolucionaria, ni tan innovadora. En Alemania y en Francia ya se aplica. En el caso de estos dos pa¨ªses, creo que el detonante fue la congesti¨®n viaria y la palpable necesidad de racionalizar el uso de infraestructuras y equipamientos para las vacaciones. En Espa?a podemos emprender igualmente este tipo de medidas porque adem¨¢s ser¨ªan enormemente beneficiosas desde el punto de vista ambiental y social para Andaluc¨ªa y otras regiones litorales.
Imag¨ªnense que pudi¨¦semos distribuir la marabunta veraniega a lo largo de cinco meses. No habr¨ªa atascos de tr¨¢fico, funcionar¨ªa bien la recogida de basuras y las depuradoras y las peque?as empresas de hosteler¨ªa y comercio podr¨ªan mantener su nivel de actividad y sus empleos durante cinco meses. El ¨²nico problema es que la mayor parte de la gente prefiere o se ha acostumbrado a tomar las vacaciones entre el 15 de julio y el 30 de agosto. No es un h¨¢bito intocable. En otros pa¨ªses europeos las familias toman una o dos semanas de vacaciones en verano y reparten el resto en varios viajes m¨¢s cortos. Se suele argumentar en contra que en Espa?a hace mucho calor y que no se puede trabajar en verano, sin embargo, las cifras de este verano indican que el n¨²mero de viviendas y oficinas con aire acondicionado en las ciudades ha crecido extraordinariamente.
Parece conveniente y necesario, incluso inevitable, abordar ya el asunto de la organizaci¨®n de las vacaciones con la perspectiva que contempla el bienestar colectivo en el largo plazo, porque, si no, corremos el riesgo de colapso. Las vacaciones son un asunto de Estado, porque afecta a todos los ciudadanos, porque estamos causando una grave erosi¨®n del patrimonio natural y cultural de nuestro litoral y porque esta modalidad de concentraci¨®n del ocio en seis u ocho semanas perjudica notablemente al desarrollo sostenible de nuestra econom¨ªa tur¨ªstica, el primer sector econ¨®mico de nuestro pa¨ªs, crecientemente desequilibrado por el crecimiento sin l¨ªmites del ya enorme parque de segundas residencias con utilizaci¨®n muy baja a lo largo del a?o.
Juan Requejo Liberal es consultor de planificaci¨®n.
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