Ojal¨¢ el esfuerzo valga la pena
Convergencia europea, espacio com¨²n europeo de educaci¨®n superior, cr¨¦ditos ECTS, suplemento al t¨ªtulo, gu¨ªas docentes, reforma de los planes de estudio..., son algunos de los conceptos que comienzan a utilizarse, cada vez con una mayor insistencia, en nuestra universidad. Y ello como consecuencia del objetivo, compartido a estas alturas por m¨¢s de treinta pa¨ªses del entorno europeo, de facilitar la movilidad de estudiantes y profesores; de homologar o, en todo caso hacer comparables, los diferentes sistemas de docencia y acreditaci¨®n de las universidades y, probablemente, de forma impl¨ªcita, posibilitar el libre mercado y la competitividad tambi¨¦n en el ¨¢mbito de la ense?anza superior.
?Cu¨¢l va a ser el calado real de los cambios que se avecinan? Las reformas educativas de car¨¢cter institucional en realidad suelen tener dos planos de incidencia, uno lo constituye el plano donde la autoridad institucional -los gobiernos y autoridades educativas- tratan de focalizar el discurso sobre la necesidad y las bondades del cambio, as¨ª como sobre los ajustes precisos para el ¨¦xito de la reforma planteada; y otro plano que suele quedar en la penumbra de la ret¨®rica institucional, all¨ª donde a veces se esconden las intenciones m¨¢s profundas de las reformas y que m¨¢s relaci¨®n suelen tener con el objetivo ¨²ltimo de la reforma misma: adaptar las instituciones a las nuevas distribuciones de poder (pol¨ªtico, econ¨®mico o social).
Desde esta perspectiva, podr¨ªan contemplarse dos reformas expl¨ªcitas que a la luz de la ret¨®rica del discurso oficial sobre la convergencia europea parecen inevitables y, desde mi punto de vista, necesarias y positivas: la reforma de los planes y los cambios en las culturas docentes y discentes en nuestras aulas universitarias. Gran parte de los esfuerzos, ilusiones y desilusiones, problemas, debates e inversiones de nuestras universidades en los pr¨®ximos a?os ir¨¢n encaminadas a delimitar y desarrollar dichas reformas.
Sin embargo, en todo este proceso hay otro plano, aquel que se oculta en la penumbra de la ret¨®rica institucional y que quiz¨¢s desde el esfuerzo de discutir titulaciones, cr¨¦ditos y materias, o a fuerza de implantar tutor¨ªas, nuevas did¨¢cticas o tratar de desarrollar competencias innovadoras en el aula, nos pase desapercibido hasta que, casi sin darnos cuenta, haya tomado una forma precisa: la reforma del papel o funciones de la universidad en nuestra sociedad.
Y lo cierto es que la reforma que nos viene bajo el paraguas de la convergencia europea nos sit¨²a frente a la necesidad de repensar las funciones de la universidad en nuestra sociedad. Es cierto que la universidad deber¨ªa asumir un conjunto de cambios que la hicieran m¨¢s ¨²til y cercana a la sociedad en la que se encuadra, cambios que, en otras palabras, le permitan responder m¨¢s eficazmente a las necesidades sociales, presentes y de futuro. Y es cierto que habr¨¢n de reformarse los planes de estudio y las formas de trabajo entre profesores y estudiantes, pero todo ello sin olvidar que si ese esfuerzo tiene un sentido es porque lo sostiene el debate y acuerdo sobre "por qu¨¦ vale la pena ense?ar y aprender en la universidad".
En ausencia de ese debate es posible que todo este proceso de convergencia europea se convierta en una especie de mecanismo orquestado para hacer de la universidad un instrumento ¨²til no para servir a las necesidades sociales, sino para servir a las prioridades econ¨®micas del mercado de trabajo. Creo que resulta positivo que la universidad se plantee una formaci¨®n que le resulte ¨²til al estudiante para integrarse en un mundo laboral complicado. Pero m¨¢s positivo y previo a lo anterior es que la universidad se plantee una formaci¨®n que posibilite al estudiante para pensar, comprender y mejorar la realidad desde sus conocimientos, competencias y actitudes. Lo primero es necesidad econ¨®mica, lo segundo, necesidad social.
Yo creo que ese es el reto fundamental de la reforma que nos viene: pensar los objetivos de esos futuros estudios de grado, no ya desde la concepci¨®n de formar especialistas en recopilar y recordar informaci¨®n desde un ¨¢rea tem¨¢tica o de contenidos concreta, as¨ª como tampoco desde la concepci¨®n de formar s¨®lo en aquello que puede resultar ¨²til o rentable a la hora de encontrar un trabajo, sea cual sea, cuando se abandone la universidad. El reto es el de pensar los objetivos de la ense?anza universitaria desde la consideraci¨®n del contenido, del conocimiento y las competencias como instrumentos que le sirvan al estudiante para comprender la realidad, analizarla de forma independiente y rigurosa, actuar sobre ella y hasta transformarla. Todo ello necesita del trabajo coordinado del profesorado, necesita de otras formas de trabajo en el aula y fuera de ella, incluso necesita de otras forma de pensar y dise?ar los planes de estudio. Y en esas estamos. Ojal¨¢ el esfuerzo valga la pena.
Bernardino Salinas Fern¨¢ndez es el director del Servei de Formaci¨® Permanent de la Universitat de Val¨¨ncia. Bernardino.salinas@uv.es
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