D¨ªas de espera y angustia en la 'prisi¨®n' de Arafat
Escenas de la vida cotidiana en la Mukata, donde el presidente palestino, enfermo, espera la decisi¨®n final de Israel
Casi todos los d¨ªas despu¨¦s de la oraci¨®n de Al Magrib, al atardecer, Yasir Arafat suele abandonar por unos minutos sus dependencias en el cuartel general de Ramala para dar un paseo por entre las ruinas de la Mukata. La sombra de este anciano guerrillero, de 74 a?os, avanza lentamente en silencio, sin rumbo fijo, entre un amasijo de hierro y cemento, acompa?ado por un reducido grupo de asistentes. Los soldados israel¨ªes, desde tres observatorios diferentes, siguen invariablemente con sus prism¨¢ticos el paseo vespertino de su peor enemigo. Estos ¨²ltimos d¨ªas, sin embargo, el presidente palestino, aquejado por una misteriosa enfermedad, ha faltado a la cita.
La Mukata, la antigua prisi¨®n militar del periodo colonial brit¨¢nico, amenaza con convertirse en la tumba de Arafat. El presidente palestino se encuentra encerrado en este recinto desde diciembre de 2001, cuando el Gobierno israel¨ª decidi¨® impedirle la libertad de movimientos como castigo a su supuesta implicaci¨®n en las acciones armadas de los grupos radicales. Durante este tiempo ha sufrido cinco asedios, el m¨¢s largo, que dur¨® 35 d¨ªas, en marzo de 2002; el ¨²ltimo, de poco m¨¢s de una semana, en septiembre del ¨²ltimo a?o.
"Podr¨ªamos decir ahora que la situaci¨®n personal del presidente ha mejorado; si hubiera que definirla de alguna manera, dir¨ªa que est¨¢ bajo arresto vigilado", asegura Zafir al Nobani, de 47 a?os, natural de Ramala, empresario, militante de primera hora del partido Al Fatah, que regres¨® de su largo exilio en Jordania hace poco m¨¢s de siete a?os para ponerse al servicio de la presidencia, donde desempe?a todo tipo de funciones, incluidas las de amigo y guardaespaldas.
Paseos entre las ruinas
Zafir al Nobani, oficialmente responsable del Comit¨¦ Internacional para la Solidaridad con el Pueblo Palestino, es uno de los veteranos de la Mukata, donde se instal¨® cuando se inici¨® el proceso de autonom¨ªa y se hizo cargo del recinto la Autoridad Nacional Palestina. Desde entonces no ha abandonado el recinto, ni siquiera en los momentos m¨¢s dif¨ªciles, incluidos los sucesivos bombardeos. Tambi¨¦n suele acompa?ar a Arafat en sus paseos vespertinos por entre las ruinas de la Mukata.
Los paseos de Arafat no van nunca m¨¢s lejos de las murallas del antiguo recinto pol¨ªtico-militar. Aparentemente no hay nada que le pueda impedir dar paseos m¨¢s largos e incluso ir al centro de la ciudad, sobre todo en estos ¨²ltimos meses en los que las tropas israel¨ªes han optado por mantener un perfil bajo, situ¨¢ndose en lo alto de tres terrazas de otros tantos edificios cercanos y que en contadas ocasiones se atreven a patrullar con sus blindados por la cercan¨ªa de la Mukata. Pero el presidente ha optado por quedarse cerca de su residencia por temor a que durante su ausencia aparezcan los helic¨®pteros de combate Apache y traten de destruir el edificio. "La Mukata es un s¨ªmbolo de poder, como lo fue en la ¨¦poca brit¨¢nica, durante la ocupaci¨®n jordana o en los a?os de invasi¨®n israel¨ª. Para Arafat, estas ruinas son el ¨²ltimo emblema de su autoridad, por eso se niega a abandonarlas", coincide en asegurar este grupo de incondicionales que constituyen el n¨²cleo central de su protecci¨®n personal. La vida ¨ªntima del presidente Arafat queda reducida a seis metros cuadrados escasos; ¨¦sta es la superficie de su dormitorio, en el segundo piso del edificio oficial. Sobre su mesita de noche, una foto de su hija Zahwa, de ocho a?os.
Sus momentos m¨¢s personales son quiz¨¢ los que le proporcionan las espor¨¢dicas visitas de su suegra, Raymonda Hawa Tawil, que vive muy cerca de la Mukata. Ella es la encargada de traerle noticias frescas de los suyos, incluidas su hija y su esposa Soha. En cualquier caso es un tema del que nadie habla.
Arafat se ve obligado a compartir el resto de las habitaciones del complejo presidencial, nueve en total, con sus colaboradores, empleados y miembros de los servicios de seguridad, es decir, con cerca de 250 personas, que componen el censo habitual. Para todos, seis lavabos.
En la residencia no hay una sala propiamente dicha para comer o para relajarse. Todo se hace en la misma estancia, y la gran mesa de las reuniones de Gobierno sirve, al acabar, para las comidas o las cenas, a la que siempre est¨¢n invitado todo tipo de visitantes.
Nunca come solo. Siempre lo hace acompa?ado, aunque en silencio. Su dieta viene dictada desde Jordania, desde la consulta de su m¨¦dico y amigo personal, el doctor Ashraf al Kurdi, neur¨®logo, ex ministro de Sanidad del ¨²ltimo Gobierno del rey Hussein. Cada dos d¨ªas hablan por tel¨¦fono.
Al Kurdi le da consejos y le ri?e suavemente como si fuera un ni?o mimado. Las broncas no son gratuitas. A Arafat no le gusta comer, prefiere picotear en los peque?os platos de las delicatessen ¨¢rabes; toc¨¢ndolo todo, pero sin acabarse nada. De vez en cuando, sobre todo en los momentos cr¨ªticos como los que vive ahora, Al Kurdi le visita personalmente en la Mukata. La ¨²ltima vez fue hace pocos d¨ªas, cuando se rumore¨® un agravamiento de su estado de salud.
Los diagn¨®sticos oficiales del doctor Al Kurdi son siempre ben¨¦volos, como si tratara de no alarmar a los palestinos y olvidar las recomendaciones que hiciera tres meses despu¨¦s de iniciado el asedio, cuando sugiri¨® el internamiento de Arafat en un hospital. Esta vez la situaci¨®n est¨¢ siendo m¨¢s dif¨ªcil de disimular, y el equipo de doctores internacionales que le ha visitado, entre los que se encuentran los m¨¦dicos personales del presidente egipcio, Hosni Mubarak, han acabado por instalar en la Mukata un peque?o hospital.
No hay un diagn¨®stico oficial fiable. Desde el pasado 29 de diciembre, en que fue desvelado su precario estado de salud, Arafat se ha visto aquejado por un ataque al coraz¨®n leve, seg¨²n el diario brit¨¢nico The Guardian; por un tumor en el est¨®mago, seg¨²n el peri¨®dico ¨¢rabe Sharq al Awsat; un c¨¢ncer en el intestino, seg¨²n The
Times, y por una gripe que le habr¨ªa provocado una p¨¦rdida importante de peso, diarrea y v¨®mitos de sangre.
Tan preocupante como su estado f¨ªsico es su salud mental. Sus accesos de ira cada vez son m¨¢s frecuentes y a duras penas puede controlarse. Hace un a?o apunt¨® con su pistola a uno de sus jefes de polic¨ªa m¨¢s fieles, Jibril Rajub, al sentirse traicionado. Ahora, en los ¨²ltimos meses, se dedica a insultarlos e incluso a escupirlos en la cara. La ¨²ltima v¨ªctima fue su secretario personal, Taayb Abdul Rahim. Le hab¨ªa aconsejado internarse en un hospital. La respuesta fue tan col¨¦rica como fulminante, y una vez m¨¢s estuvo acompa?ada de un salivazo. "Si salgo, los israel¨ªes no me dejar¨¢n volver a la Mukata".
Tres anillos de seguridad protegen al presidente
Tres anillos de seguridad protegen y acompa?an al anciano l¨ªder de la revoluci¨®n palestina en lo que parece ser su recta final. El primero lo configura un contingente de apenas medio centenar de soldados, compuesto por miembros mal uniformados y peor pertrechados de la Fuerza 17 y de la Seguridad Nacional al mando del general Haj Ismael Jaber. Su armamento es tan heterog¨¦neo como su vestimenta, aunque predominan los viejos fusiles de asalto Kal¨¢shnikov. Los peque?os blindados de fabricaci¨®n egipcia hace tiempo que quedaron reducidos a chatarra, junto con los veh¨ªculos oficiales, como consecuencia de las diferentes ofensivas israel¨ªes.
En los ¨²ltimos d¨ªas, coincidiendo con las amenazas del Gobierno de Ariel Sharon, la custodia personal del presidente se ha reforzado con un segundo cintur¨®n, constituido por un grupo de voluntarios internacionales, que aseguran estar dispuestos a convertirse en escudos humanos frente a cualquier ataque de las tropas israel¨ªes. Parad¨®jicamente, este grupo de pacifistas desarmado ha sido reclutado gracias a los esfuerzos de uno de los dirigentes pol¨ªticos palestinos m¨¢s cr¨ªticos de la pol¨ªtica de Arafat, el doctor Mustaf¨¢ Barguti.
La llamada de socorro del doctor Barguti, de 49 a?os, que dirige en Ramala una Organizaci¨®n No Gubernamental de ayuda m¨¦dica y un partido pol¨ªtico de nuevo cu?o, fue difundida a trav¨¦s de Internet. En poco tiempo logr¨® movilizar una tropa de 39 internacionalistas,compuesta por estadounidenses, canadienses, brit¨¢nicos, noruegos, irlandeses, japoneses, e incluso un island¨¦s, al mando moral del activista israel¨ª Uri Avnery, de 76 a?os, ex editor de una publicaci¨®n er¨®tico-pol¨ªtica, animador imprescindible de la izquierda y ahora responsable de la organizaci¨®n pacifista Gush Shalom.
El tercer anillo de protecci¨®n del presidente palestino lo forman una ¨¦lite de devotos funcionarios, entre los que se encuentra su asesor personal, Nabil Abu Rudeineh, y el secretario de la presidencia, Tayyeb Abdul Rahim. Mohamed Adaya, la sombra de
Arafat, hasta hace poco una pieza clave en este n¨²cleo de seguridad, ha sido recientemente expulsado por un incidente banal con el fot¨®grafo de Arafat. Su puesto est¨¢ vacante.
No est¨¢n solos. El aparato de Al Fatah ha impartido consignas entre sus militantes para que se desplacen a la Mukata en cuanto sea necesario. El estado de latente movilizaci¨®n en torno al presidente est¨¢ siendo acompa?ado por una campa?a de propaganda impulsada por un joven publicista de Ramala, Othman Liftawi, de 38 a?os, formado en Reino Unido y Estados Unidos, que ha hecho colgar en lugares estrat¨¦gicos de Ramala retratos enormes del presidente, sobre fondo negro, en los que se puede leer una sola frase en ingl¨¦s: "Uno para todos, todos para uno".
La compa?¨ªa Otto Media, que dirige Othman Liftawi y que tiene sus oficinas en elegante barrio de El Bireh, anexo a Ramala, asegura haber emprendido esta campa?a en favor del presidente contando con su propio dinero, aunque a nadie se le escapa que el joven empresario forma parte del clan Liftawi, uno de los m¨¢s influyentes de la ciudad, al que pertenece tambi¨¦n el gobernador de la ciudad, Musa Isa Liftawi, uno de los incondicionales seguidores de Arafat. "Cada cartel me ha costado al menos 900 d¨®lares", asegura el joven empresario.
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