Las ratas de Orwell
Los monstruos que se arrastran en nuestras peores pesadillas se resisten al exterminio. Por eso, las orondas y repulsivas ratas que marcaron al escritor George Orwell en el frente de Arag¨®n contin¨²an en esos inh¨®spitos parajes inmunes a trampas, insecticidas y venenos. Lo reconoc¨ªa hace unos d¨ªas, ante una comitiva de periodistas que recorr¨ªa los escenarios de la novela Homenaje a Catalu?a, el propietario de La Granja de Monflorite (Huesca), alojamiento temporal del idealista escritor durante su permanencia en el frente. "Son grandes como gatos, tienen una habilidad tremenda. No hay quien las mate. Yo siempre digo que son de antes de la guerra". Miquel Berga, orwell¨®logo y comisario de la esperada exposici¨®n Viatge a una guerra, que se abrir¨¢ el 22 de octubre en la Casa de Cultura de Girona, est¨¢ convencido de que esas ratas no dejaron nunca de roer los miedos interiores del escritor, de ah¨ª que encarnaran la peor tortura imaginable en su famosa novela de anticipaci¨®n 1984. La cabeza metida en una jaula de furiosos roedores, el m¨¢s ¨ªntimo e insoportable horror, es el castigo ordenado por el Gran Hermano para reconducir al d¨ªscolo Winston Smith al orden impuesto por el omnipotente y omnipresente estado totalitario.
Las ratas no dejaron de roer los miedos interiores de Orwell, de ah¨ª que encarnaran la peor de las torturas en su novela de anticipaci¨®n '1984'
Ratas aparte, Orwell goz¨® de cierta fortuna en su viaje guerrero a Catalu?a, a la que acudi¨® dispuesto a "matar fascistas". Lleg¨® inflamado de ¨¦pica revolucionaria, pero acab¨® enredado en intestinas luchas pol¨ªticas y aplastado por una abulia de trincheras en la que las prioridades, seg¨²n confiesa en su obra, eran, por ese mismo orden, "la le?a, la comida, el tabaco, las velas y los enemigos". ?stos ¨²ltimos aparec¨ªan espor¨¢dicamente como "lejanos insectos negros". Su guerra no ol¨ªa a p¨®lvora, sino a "excrementos y restos de comida putrefacta". Se libr¨® de las matanzas que ocurrieron a un tiro de piedra de su posici¨®n. Dos militares del ej¨¦rcito espa?ol, expertos en t¨¢cticas militares, cuentan que los enardecidos intentos por conquistar Si¨¦tamo por parte de la milicias derivaron en insensatas carnicer¨ªas de republicanos. Ataques frontales, en campo abierto, "sin ni tan siquiera zigzaguear", contra una posici¨®n elevada dominada por tiradores expertos. "Se lanzaban a una muerte segura. Y no fue una oleada, fueron muchas. Luchaban como en la Edad Media", reconoc¨ªa el teniente coronel Lu¨ªs Arc¨¢razo. A juicio del militar, los miembros de las milicias en las que se integr¨® Orwell eran "muy anarcos", con fusiles oxidados de la guerra de Cuba, sin disciplina y escaso apoyo de la artiller¨ªa y la aviaci¨®n. El Gobierno no se fiaba de los anarquistas y les ten¨ªa a pan y agua. Eso explica que los 30.000 hombres que cercaron Huesca se vieran frenados por s¨®lo 3.000. Orwell ten¨ªa la misma opini¨®n: "?C¨®mo pod¨ªa ganar una guerra un ej¨¦rcito como aqu¨¦l?". Jam¨¢s consigui¨® su ansiada metralleta. El frente se enquist¨® en aquella zona. En pleno marasmo b¨¦lico est¨¢ documentado incluso un accidentado partido de f¨²tbol entre nacionales y republicanos. Pero en la ladera de Si¨¦tamo reposan en dos grandes fosas comunes m¨¢s de 200 milicianos. Los lugare?os recuerdan el lugar exacto porque el trigo creci¨® all¨ª desde entonces mucho m¨¢s alto. El olvido de estas v¨ªctimas sepultadas contrasta con el Museo de los M¨¢rtires Claretianos de Barbastro, donde en una ostentosa estancia de est¨¦tica opusde¨ªsta pueden contemplarse, en nichos de cristal transparente, las lustrosas osamentas de 51 j¨®venes misioneros cruelmente fusilados por los republicanos.
Orwell tambi¨¦n tuvo suerte, seg¨²n los m¨¦dicos que "elogiaron" su inusual herida en el cuello, cuando una bala perdida capaz de perforarle la arteria se limit¨® a pulsarle una cuerda vocal con la delicadeza de una arpista. Le pronosticaron, err¨®neamente, la p¨¦rdida del habla. Los infernales trayectos llenos de baches camino del hospital, en los que se desangraba la mayor¨ªa de heridos con lesiones internas, tampoco consiguieron acabar con ¨¦l.
El ¨²ltimo gui?o de la suerte permiti¨® a Orwell escapar por los pelos de la purga de los anarquistas del POUM impulsada por los estalinistas. Era una Barcelona convulsa, trufada de odios y rencillas, muy diferente de la ciudad fraternal y sin clases que tanto le conmovi¨® a su llegada. Abandon¨® Espa?a desencantado, pero sum¨® a su antifascismo un precoz y clarividente antiestalinismo que incomod¨® durante muchos a?os.
Orwell supo enfrentarse cara a cara con las ratas de su conciencia. Pero "las bestias enormes y gordas" del Gran Hermano totalitario no han dejado de crecer y de acechar. Esas invulnerables ratas de Monflorite constituyen la mejor met¨¢fora de sus crecientes y opulentos ej¨¦rcitos, cada vez m¨¢s desacomplejados. "Ni tan siquiera se toman la molestia de huir si no las persegu¨ªas a tiros", escribi¨® Orwell.
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