California y Catalu?a
A pesar del t¨ªtulo, no hablar¨¦ de Gaspar de Portol¨¤, el catal¨¢n que fue el primer gobernador de California, sino que me referir¨¦ al gobernador electo hace pocos d¨ªas. Desde mi punto de vista, el episodio de Schwarzenegger se ha simplificado de manera poco apropiada. Es evidente que el recuerdo de Ronald Reagan y la popularidad del musculoso actor han contribuido a menospreciar o ridiculizar lo ocurrido, pero en el camino nos hemos dejado muchas cosas. M¨¢s all¨¢ de Terminator y de Conan el B¨¢rbaro hay un mensaje que apenas ha logrado sobrevivir ante tanto ruido medi¨¢tico: los californianos fueron capaces de recoger las firmas necesarias (el 12% de los votos) para decirle al gobernador Davis que hab¨ªa incumplido el programa por el que fue elegido. Esos miles de firmas no eran s¨®lo una expresi¨®n m¨¢s de protesta de unos electores molestos por otra decepci¨®n del juego pol¨ªtico democr¨¢tico, sino que, dada la vigencia del llamado recall, utilizado m¨¢s de 30 veces, esas firmas obligaban a que se volviera a plantear la confianza entre representados y representante. Y California es uno de los 15 Estados norteamericanos donde esa posibilidad sigue legalmente en pie.
Hablemos ahora de Catalu?a y de la gran subasta electoral a la que estamos asistiendo, protagonizada sobre todo por los dos candidatos que aparentemente tienen m¨¢s posibilidades de llegar a la presidencia de la Generalitat. Lo cierto es que uno se pierde ante tanta promesa acumulada. Nadie pone en duda el derecho a decir lo que uno quiere hacer si recibe la confianza del electorado, pero se deber¨ªa ir con m¨¢s cuidado si la coalici¨®n que se encabeza ha estado m¨¢s de 20 a?os en el gobierno y no ha hecho nada ni remotamente parecido de lo que ahora se afirma, con gran convicci¨®n, que es absolutamente necesario para el pa¨ªs. Otros van afirmando, un d¨ªa s¨ª y el otro tambi¨¦n, cosas que antes no han defendido en los ¨¢mbitos de decisi¨®n legislativa pertinentes. Uno acaba mareado y disgustado ante lo que yo calificar¨ªa de cinismo pol¨ªtico. Dada la complejidad de los asuntos que se debaten, ?se puede seguir afirmando que el ¨²nico problema es qui¨¦n ocupa el poder y todo lo dem¨¢s se nos dar¨¢ por a?adidura? ?Nos toman por tontos? Lo peor es que parece que la gente asiste al espect¨¢culo de manera harto pasiva, como si ya estuviera vacunada. Predomina la resignaci¨®n. De otro modo no se entiende que el bombardeo de propaganda institucional que nos ataca por tierra, mar y aire no haya provocado un efecto bumer¨¢n. Lo del libro de Artur Mas ha sido espeluznante. La promoci¨®n del Premio Planeta ha quedado empeque?ecida ante ese montaje, legal s¨ª, pero ileg¨ªtimo a todas luces. Total para leer un nada original conjunto de discursos llenos de ret¨®rica y de frases pol¨ªticas del tipo: "Todo va bien e ir¨¢ mucho mejor". Y qu¨¦ decir de anuncios institucionales del tipo: "Si no tienes trabajo, hay tantas becas para ir a promocionar Catalu?a no s¨¦ d¨®nde, llama a tal n¨²mero". El coste de la machacona cu?a publicitaria supera en mucho el propio montante de las becas que aparentemente se promocionan. Los ejemplos pueden repetirse al infinito. Debe de ser muy importante lo que se juegan algunos para justificar el echar el resto de esa manera.
Volvamos a California y deteng¨¢monos ante el mensaje de los votantes californianos: "Dejen de jugar con nosotros". No es preciso retroceder demasiado en el tiempo para recordar que m¨¢s de 100.000 firmas recogidas contra la incineraci¨®n en Catalu?a acabaron (pese a los votos de IC, ERC y un par de diputados rebeldes del grupo socialista) en una vergonzosa ley que regula la incineraci¨®n, ridiculizando el procedimiento de la iniciativa legislativa popular, que es una de las pocas brechas participativas que existen en nuestro blindado sistema democr¨¢tico. ?No deber¨ªa modificarse de una vez la regulaci¨®n de la iniciativa legislativa popular para que sea obligatorio discutir la proposici¨®n legislativa, se d¨¦ la palabra a los propulsores de la recogida de firmas y que esos mismos promotores puedan retirar la proposici¨®n si entienden que se est¨¢ desvirtuando el sentido de la iniciativa? Ya que no tenemos ni de lejos un mecanismo como el recall californiano, ni podemos promover referendos desde la ciudadan¨ªa, que al menos no se r¨ªan de nosotros despu¨¦s de hacer el esfuerzo de recolectar una a una las 65.000 firmas necesarias para que una propuesta sea discutida en sede parlamentaria.
Una vez m¨¢s, California no es s¨®lo sol, Hollywood y los Lakers. Al margen de su vanguardismo en los a?os sesenta y en el respeto a la diversidad de modos de vida, en California, entre 1978 y 2000, se presentaron m¨¢s de 600 iniciativas legislativas surgidas de la ciudadan¨ªa, 118 lograron ser votadas, y 52 tuvieron ¨¦xito y fueron aprobadas. Algunos cr¨ªticos del sistema dicen que tanta iniciativa popular y tanta din¨¢mica participativa est¨¢n conduciendo a la ingobernabilidad al Estado m¨¢s poblado de la Uni¨®n. Otros consideran que esas armas en manos del electorado hacen al sistema democr¨¢tico muy vulnerable al poder de cualquiera con dinero suficiente para montar una campa?a medi¨¢tica potente. Viendo lo que ocurre por aqu¨ª, con un sistema organizado hace 25 a?os, con mucho miedo y desconfianza ante la inexperiencia democr¨¢tica de la ciudadan¨ªa y que condujo a una primac¨ªa indiscutible de los partidos y a unos m¨¢rgenes participativos que pasan casi en exclusiva por votar o enviar cartas, no estar¨ªa mal un poco de locura californiana. Por mucho que aparentemente no dejemos margen a las campa?as populistas, no parece que hayamos logrado que el dinero est¨¦ ausente del juego pol¨ªtico, y si no l¨¦anse los informes del Tribunal de Cuentas sobre el grado de endeudamiento de algunos partidos o los continuos esc¨¢ndalos que relacionan a esos mismos partidos con todo tipo de operaciones de influencia de los econ¨®micamente poderosos en el juego de las decisiones.
Incluso un ¨®rgano tan radicalmente alejado del entorno republicano como The Nation ha recibido con satisfacci¨®n la elecci¨®n de Arnie demostrando que uno de cada cuatro electores dem¨®cratas (una gran mayor¨ªa en California) ha votado para echar a Davis. El comentarista de The Nation recuerda que Schwarzenegger est¨¢ muy lejos del ala neanderthaliana del partido republicano en California, y cita su posici¨®n moderada en pol¨ªtica social, su apoyo a los derechos de los homosexuales, al aborto o al control de armas, lo que no es poco en la Am¨¦rica de Bush. ?Podremos alguna vez en Catalu?a recoger firmas para echar a un pol¨ªtico que no ha respetado sus promesas electorales? La verdad es que a los californianos siempre les queda el consuelo de que si Arnie les falla, pueden volver a recoger firmas.
Joan Subirats es catedr¨¢tico de Ciencia Pol¨ªtica de la UAB.
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