La otra 'caja negra' del Yak-42
Una c¨¢mara recuperada entre los restos del avi¨®n proporciona las ¨²ltimas fotos de los 62 militares muertos en el accidente de Turqu¨ªa
Aeropuerto de Kabul, 25 de mayo de 2003. Cuatro y media de la tarde, hora local. Cincuenta y un militareilitares espa?oles, pertenecientes a la fuerza internacional de paz ISAF, se disponen a embarcar en el avi¨®n que debe llevarles de regreso a Espa?a, tras cuatro meses separados de sus familias.
En mitad de la pista, el comandante m¨¦dico Felipe Perla se detiene y le pide a un compa?ero que le haga una fotograf¨ªa delante del aparato, un Yakovlev 42 de la empresa ucrania UM Air. Quiere guardar un recuerdo de sus ¨²ltimos instantes en Afganist¨¢n. El aire le revuelve el pelo y le obliga a entrecerrar los ojos, mientras los otros militares siguen su camino ajenos a la escena y al destino que les aguarda.
"Lo peor no es dudar si de verdad enterr¨¦ a mi hermano, sino ignorar por qu¨¦ muri¨®"
M¨¢s de dos meses despu¨¦s, Rosa se estremeci¨® al contemplar la imagen de su marido. Como las dem¨¢s viudas, nunca lleg¨® a ver el cad¨¢ver. Por eso le resulta m¨¢s desconcertante que el ¨²ltimo recuerdo sea el de un hombre feliz de volver a casa, brindando en el avi¨®n con un vaso de pl¨¢stico o bromeando con compa?eros en la base de Man¨¢s, ¨²ltima escala antes del vuelo hacia la muerte.
En el disco compacto que le remiti¨® el Ministerio de Defensa con im¨¢genes de los objetos recuperados en el lugar del accidente, Rosa identific¨® la Canon Ixus Z90 que su esposo llevaba siempre consigo de viaje. Aunque no se hall¨® la funda, la c¨¢mara estaba aparentemente intacta, sin m¨¢s da?o que alguna abolladura. Pero en la tienda de fotograf¨ªa le dijeron que se hab¨ªa bloqueado y tuvo que enviarla a la casa fabricante para forzar su apertura en un cuarto oscuro y recuperar algunos negativos de un carrete rasgado y en parte velado por el tremendo impacto.
Rosa los guarda como un tesoro, igual que la c¨¢mara, aunque sepa que ya no podr¨¢ volver a utilizarla. La m¨¢quina del comandante Perla es la otra caja negra del Yak-42, un avi¨®n cuyo registrador de voz -que deb¨ªa haber grabado las conversaciones de la tripulaci¨®n-, nunca lleg¨® a funcionar por causas que cinco meses despu¨¦s del siniestro todav¨ªa no han sido aclaradas.
No es el ¨²nico misterio que rodea la mayor cat¨¢strofe a¨¦rea de la historia del Ej¨¦rcito espa?ol. Cuando mira sus ¨²ltimas fotograf¨ªas, Rosa siente como si su marido la interpelara pregunt¨¢ndole qu¨¦ ocurri¨®. Y ella no tiene la respuesta. La incertidumbre mantiene abierta una herida que, como tantos familiares, no ha conseguido cicatrizar con tratamiento psicol¨®gico, que han necesitado tambi¨¦n sus dos hijas, de 18 y 17 a?os.
"Le he jurado a mi hijo que no tendr¨¦ un momento de descanso hasta que sepa la verdad", repite con voz quebrada Francisco Cardona, padre de un sargento primero de 28 a?os. "Nos retrasamos un poco, pero ya no hablamos m¨¢s. Nos vemos en Zaragoza", fueron las ¨²ltimas palabras que escuch¨® la familia.
"Yo tengo un compromiso con mi marido. Me hizo prometerle que luchar¨ªa con u?as y dientes si algo le pasaba", repite Rosa. Toni, como llamaban sus amigos al comandante Perla, no ten¨ªa que haber acudido a Afganist¨¢n, pero el m¨¦dico designado se dio de baja y ¨¦l "no quiso escaquearse porque sab¨ªa que si no iba le tocar¨ªa a otro compa?ero", recuerda su hermano Carlos.
Tan precipitada fue su partida que el nombramiento apareci¨® publicado en el bolet¨ªn oficial el 22 de enero, una semana despu¨¦s del comienzo de la misi¨®n. Se march¨® sin pasaporte, lo que le provoc¨® problemas a la llegada, y sin vacunar, pese a que era el ¨²nico m¨¦dico del contingente.
El pasado 30 de mayo, 48 horas despu¨¦s del tenso funeral de Torrej¨®n de Ardoz, Federico Trillo-Figueroa remiti¨® una carta a los parientes de los 62 militares fallecidos -los 51 que subieron en Kabul y los 11 que lo hicieron en Man¨¢s- en la que, despu¨¦s de darles el p¨¦same, les promet¨ªa: "Tenga la seguridad de que no voy a cejar en el esclarecimiento de las circunstancias y causas de lo sucedido, empe?o en el cual he puesto a disposici¨®n, p¨²blicamente, mi responsabilidad pol¨ªtica".
El 17 de julio, en el Congreso, el titular de Defensa reiteraba que la causa del siniestro fue un error humano y rechazaba cualquier responsabilidad "porque hemos trabajado en el esclarecimiento de la verdad y tengo la satisfacci¨®n del deber cumplido".
Sin embargo, en aquella comparecencia el ministro dio por buena la versi¨®n de la compa?¨ªa ucrania, seg¨²n la cual el periodo de actividad de la tripulaci¨®n fue de 18 horas y 10 minutos, 35 minutos por debajo del l¨ªmite fijado por la legislaci¨®n de su pa¨ªs. La documentaci¨®n remitida al Congreso por el ministerio ha confirmado con posterioridad que el periodo real de actividad fue de 22 horas y 26 minutos, por encima de los tiempos m¨¢ximos previstos en Ucrania y Espa?a para evitar la fatiga.
Tampoco se sab¨ªa entonces que el avi¨®n estuvo seis horas y 24 minutos retenido en Man¨¢s, cuando la escala prevista era de s¨®lo hora y media. La causa de esta demora sigue sin conocerse, como tampoco se han difundido los resultados de las necropsias de las tripulaciones, que deb¨ªan determinar si ingirieron alcohol, como parece que hicieron algunos pasajeros.
Adem¨¢s, el responsable turco de la investigaci¨®n, Umit Cendek, dijo el pasado 14 de julio en Madrid: "La violencia de la explosi¨®n y fuego en la zona de impacto indica una gran cantidad de combustible en el avi¨®n. El registrador indica aproximadamente 15.000 litros. No hubo ninguna llamada de emergencia de la tripulaci¨®n por falta de combustible".
En cambio, el recibo firmado en Man¨¢s por el comandante muestra que el Yak-42 s¨®lo carg¨® 15.500 litros de combustible, pese a que su capacidad total supera los 22.000. Aunque los dep¨®sitos hubieran salido llenos, el avi¨®n se estrell¨® tras volar durante cinco horas, s¨®lo 45 minutos menos de su autonom¨ªa m¨¢xima, por lo que deb¨ªan encontrarse casi vac¨ªos.
Jos¨¦ Antonio Alarc¨®n, uno de los cinco familiares de las v¨ªctimas del accidente que la pasada semana viajaron a Trabzon (Turqu¨ªa) invitados por el club de f¨²tbol Villarreal, llam¨® el viernes al hermano del cabo primero Vicente Agull¨®. "Alfonso", le dijo, "he tra¨ªdo de Turqu¨ªa una placa identificativa cuyo n¨²mero de carn¨¦ corresponde a Vicente".
"Mi padre siempre ha dicho", recuerda Alfonso, "que no sabemos a qui¨¦n hemos enterrado en Vilatuxe y esa duda no deja de rondarnos por la mente. ?Tenemos que exhumarlo para comprobar que es realmente mi hermano el que est¨¢ all¨ª? En cualquier caso, los familiares de Vicente seguiremos llevando flores a Vilatuxe, como si de nuestro hermano se tratara, porque si algo sabemos es que cualquiera de los 62 militares fallecidos es nuestro hermano. Nuestro dolor m¨¢s grande es no saber c¨®mo y por qu¨¦ muri¨®".
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