Identidad y medios
Se ha hablado mucho acerca de la construcci¨®n de la realidad que llevan a cabo los medios de comunicaci¨®n, menos sobre el modo como realizan esa construcci¨®n y casi nada en torno al hecho de que esas pr¨¢cticas sociales tambi¨¦n construyen de alguna manera a quien observa. Al igual que la realidad no es algo completamente exterior a lo que los medios nos dicen de ella, el sujeto que mira por ellos tampoco est¨¢ plenamente construido antes de mirar. La realidad del observador es configurada a trav¨¦s de lo que observa y de acuerdo con el modo en que se lleva a cabo esa observaci¨®n. Se comienza mirando de un determinado modo y se termina siendo as¨ª, podr¨ªa advertir la admonici¨®n correspondiente. El que mira a trav¨¦s de las pantallas se construye a s¨ª mismo en ese continuado acto de mirar y, seg¨²n sea su mirada, termina comport¨¢ndose, por ejemplo, como un ciudadano cr¨ªtico o como un consumidor desencantado, se identifica con un grupo o con otro y esa identificaci¨®n adquiere un matiz reflexivo o emocional, indiscutible o negociable. No hay tanto noticias indignantes como mensajes que al emitirse configuran un sujeto colectivo capaz de indignarse, no hay un p¨²blico ansioso de entretenerse sino una industria del entretenimiento tratando de construir un colectivo que experimente esa necesidad.
LA PANTALLA DE LAS IDENTIDADES
Medios de comunicaci¨®n, pol¨ªticas y mercados de identidad
V¨ªctor Sampedro (editor)
Icaria. Barcelona, 2003
360 p¨¢ginas. 16 euros
El libro editado por Sampedro contribuye a iluminar esta cuesti¨®n desde una perspectiva y dentro de un marco te¨®rico que podr¨ªamos llamar constructivista. Las identidades que nos constituyen se las debemos fundamentalmente a los medios, desde las identificaciones m¨¢s gen¨¦ricas y comunes hasta las particularidades m¨¢s idiosincr¨¢ticas. En nuestro mundo atomizado los medios de comunicaci¨®n proporcionan la coherencia social m¨ªnima sin la cual una sociedad no ser¨ªa pensable. Nuestro sentido de pertenencia a un mismo mundo se lo debemos, en buena medida, a los medios de comunicaci¨®n, esos grandes sincronizadores. Los medios crean una integraci¨®n comunicativa instant¨¢nea de la sociedad mundial y proporciona la sensaci¨®n de que vivimos en el mismo mundo y no en mundos inconmensurables. Pero esos mismos instrumentos de convocatoria ejercen igualmente como agentes de la distinci¨®n. Los medios tambi¨¦n intervienen en la configuraci¨®n de identidades m¨¢s dom¨¦sticas y es aqu¨ª donde el libro despliega sus mejores an¨¢lisis, desde los conflictos de identidades que, en mayor o menor medida, tienen sus escenarios en Galicia, Euskadi o Catalu?a, hasta las identificaciones emocionales, recaudatorias y despolitizadas de programas televisivos como Operaci¨®n Triunfo. Con precisi¨®n admirable se estudian las diversas estrategias de identificaci¨®n, especialmente aquellas que no se perciben a primera vista porque se ocultan bajo la simulaci¨®n de una descripci¨®n neutral de la realidad. Tras la lectura de esos trabajos deber¨ªamos despojar los restos de inocencia con los que todav¨ªa se revisten los medios de comunicaci¨®n. Ni siquiera la apelaci¨®n al pluralismo y su exhibida promoci¨®n puede ocultar que, bajo su invocaci¨®n, el pluralismo no es incompatible con la estandarizaci¨®n. As¨ª se revela en determinados usos period¨ªsticos que escenifican una variedad aparente y se limitan a reproducir unos cuantos roles homog¨¦nicos, unas diferencias esteroetipadas.
Lo reconozcan o no, lo acepten con resignaci¨®n o lo promuevan activamente, los medios ofrecen el repertorio de las identidades posibles, de los agrupamientos y las identificaciones. En el ejercicio de esta funci¨®n, en su calidad ¨¦tica y democr¨¢tica, se juega la generaci¨®n de grupos abiertos o cerrados, de espacios p¨²blicos de discusi¨®n o de compraventa, de participaci¨®n o conformismo, con un antagonismo real o ritualizado. Los medios no son los ¨²nicos responsables, ciertamente, pero s¨ª que contribuyen necesariamente a conformar nuestra identidad, de manera que seamos unos hooligans, audiencias pasivas, fans hist¨¦ricos, gente que se limita a pagar lo que debe o ciudadanos responsables cuya identidad no necesite afirmarse contra la de otros ni ahogar la diferencia interior.
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