"Cuando una historia tiene una moraleja clara no tiene inter¨¦s escribirla"
En su pa¨ªs, el nombre de Scott Turow (Chicago, 1949) evoca el recuerdo de algunos episodios judiciales de gran resonancia, pero su fama como abogado la eclipsa su ¨¦xito como escritor. Sus novelas, exponentes can¨®nicos del g¨¦nero conocido como thriller legal, logran, indefectiblemente, ventas multimillonarias. Pese a las exigencias de sus dos oficios, todav¨ªa le queda tiempo para actuar de vez en cuando con los Rock Bottom Remainders, banda compuesta en su totalidad por autores de best sellers, incluyendo nombres del relieve de Amy Tan y Stephen King. Su debut literario no permit¨ªa sospechar el futuro que le aguardaba: 25 editoriales rechazaron el manuscrito de su primera novela. Escarmentado, Turow opt¨® por el Derecho e, ir¨®nicamente, aquel paso le abrir¨ªa las puertas del ¨¦xito literario: el mundo novel¨ªstico de Turow se nutre de su conocimiento directo de los turbios submundos a que le ha sido posible acceder gracias al ejercicio de la abogac¨ªa. En 1978, reci¨¦n graduado en Harvard, aterriz¨® en la Oficina del Fiscal de Distrito de Chicago, quien le asign¨® un papel en la Operaci¨®n Greylord, c¨¦lebre investigaci¨®n que desenmascar¨® una gigantesca trama de sobornos, intrigas y corruptelas en las que estaban implicadas algunas de las personalidades de mayor relieve de la ciudad. En 1986, logr¨® demostrar la inocencia de Rolando Cruz y Alejandro Hern¨¢ndez, dos hispanos que llevaban tres a?os en el corredor de la muerte, err¨®neamente acusados del secuestro, violaci¨®n y asesinato de una ni?a. En Errores reversibles, su sexta novela, recientemente aparecida en Espa?a, Turow somete a examen la legitimidad de la pena de muerte.
PREGUNTA. En algunos aspectos, su ¨²ltima novela recuerda el
caso Cruz-Hern¨¢ndez.
?Qu¨¦ signific¨® aquello para usted?
RESPUESTA. Todav¨ªa se me acercan j¨®venes abogados que me dicen que les gustar¨ªa trabajar en un caso como aqu¨¦l, pero jam¨¢s volver¨¢ a darse algo as¨ª. La intransigencia absoluta de los fiscales frente a la inocencia obvia de los acusados, as¨ª como la causa que se instruy¨® posteriormente contra tres fiscales y cuatro polic¨ªas fueron hechos que es altamente improbable que vuelvan a producirse. Como abogado, fue una experiencia inmensamente satisfactoria. Literalmente, hubo docenas de letrados que durante a?os dedicaron su tiempo a conseguir la libertad de aquellos dos hombres.
P. La pena de muerte es tambi¨¦n el tema de
Capital Punishment,
ensayo publicado con posterioridad a
Errores
reversibles.
?Qu¨¦ le falt¨® por decir en la novela? Y al rev¨¦s, ?qu¨¦ es lo que s¨®lo es posible expresar a trav¨¦s de la ficci¨®n?
R. El rasgo esencial de la ficci¨®n es la ambig¨¹edad. Cuando una historia tiene una moraleja clara, no tiene el menor inter¨¦s escribirla. Pero no es lo que suele suceder cuando hay que tomar postura en un conflicto que nos afecta en lo m¨¢s hondo. La ambig¨¹edad y ambivalencia caracter¨ªsticas de la ficci¨®n son las mismas que se dan en la vida cuando nos enfrentamos a una decisi¨®n dif¨ªcil. En mi ficci¨®n no hay conclusiones definitivas ni mensajes. Como le dijeron en una ocasi¨®n a un guionista de cine: "Si quiere enviar un mensaje, vaya a la oficina de Western Union". En Capital Punishment razono mi postura.
P. Que no fue siempre contraria a la pena de muerte, ?qu¨¦ le hizo cambiar?
R. El error consisti¨® en preguntarme si pod¨ªa haber casos en los que la pena capital pudiera ser moralmente defensible. Los hab¨ªa, y eso fue lo que me confundi¨®, porque no se trata de un asunto moral, sino de si la ley es capaz de construir un sistema que elimine la posibilidad de errar, ya sea porque el acusado es inocente o porque la gravedad del crimen no justifique la pena de muerte. Con el tiempo me di cuenta de que la ley no es un instrumento lo suficientemente fino como para ser capaz de separar los casos justos de los injustos de manera consistente.
P. Recientemente, un gobierno europeo afirm¨® que s¨®lo acceder¨ªa a una petici¨®n de extradici¨®n cursada por Estados Unidos si se garantizaba que bajo ning¨²n concepto se aplicar¨ªa la pena capital. ?Qu¨¦ dice una situaci¨®n as¨ª de las dos partes implicadas?
R. Estoy en contra de la pena de muerte, pero establecer un juicio comparativo me parecer¨ªa aventurado. El ¨ªndice de asesinatos cometidos en Estados Unidos es tres veces y medio superior al de Europa Occidental. Resulta ir¨®nico que, teniendo una tradici¨®n democr¨¢tica m¨¢s fuerte, los norteamericanos sean menos esc¨¦pticos que los europeos a la hora de conferir al Estado el poder de decidir sobre la vida y la muerte de los ciudadanos. Nuestra sociedad es violenta por naturaleza y eso es algo que nunca se ha llegado a resolver del todo. La pena de muerte es parte de algo que no nos hemos atrevido a mirar de frente. En mi opini¨®n, un d¨ªa nos cansaremos de jugar con fuego y acabaremos por apagarlo.
P. ?Se imagina a s¨ª mismo escribiendo una novela que fuera un fracaso comercial, pero un logro art¨ªstico?
R. S¨ª, porque es algo que veo que ocurre constantemente. Hasta ahora, me he librado, si no se tienen en cuenta los cuatro o cinco libros que logr¨¦ terminar sin encontrar quien quisiera publicarlos. Claro que posiblemente tambi¨¦n eran fracasos art¨ªsticos.
P. ?Siente que a veces la cr¨ªtica, el mundo acad¨¦mico y otros escritores le niegan el derecho a entrar en los c¨ªrculos de la literatura seria?
R. Todo autor popular se enfrenta constantemente a eso. Mire c¨®mo se las est¨¢n haciendo pasar a Stephen King porque la National Book Foundation le ha dado una medalla por el conjunto de su obra, honor de sobra merecido, en mi opini¨®n. Muchos profesionales de la literatura creen a pie juntillas que si un libro goza de una estima generalizada no puede ser bueno, lo cual es comprensible, porque si resulta que el lector de a pie "se entera" del libro sin ayuda de nadie, ?para qu¨¦ hacen falta intermediarios como los cr¨ªticos y otros profesionales que viven a costa de los que escriben literatura? Eso no quiere decir que no haya mucha literatura popular que carece de valor y originalidad. En l¨ªneas generales, los dioses de la literatura me han aceptado mejor que a otros autores populares. Para m¨ª s¨®lo cuenta trabajar duro y al final del d¨ªa procuro no hacer mucho caso de todo eso. La evaluaci¨®n del trabajo es algo que lleva tiempo y tiene que ver con la vitalidad que pueda tener el conjunto de la obra de un autor, su capacidad para seguir llegando al p¨²blico a lo largo de los a?os.
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