Propaganda
Ya todo es propaganda. La que desborda los buzones urbanos y la otra, la que no llega en forma de papel, la que se oye y se ve o la que, sin o¨ªrse ni verse claramente, penetra sin embargo en las conciencias como un virus letal o un chute de morfina.
No es hacer algo p¨²blico mediante la divulgaci¨®n de sus caracter¨ªsticas o la enumeraci¨®n de sus virtudes. No es enga?osa o fidedigna publicidad, es peor: es propaganda. Hace d¨¦cadas que ni siquiera la palabra se escucha: propaganda. Ha ca¨ªdo en desgracia o ha sido succionada por ese gran aspirador moral llamado correcci¨®n pol¨ªtica. S¨®lo los m¨¢s ancianos de la tribu contin¨²an llamando a las cosas por su nombre. Esos ancianos que todav¨ªa llaman al telediario "parte" son huesos imposibles de roer. Esos ancianos fueron coet¨¢neos de Goebbels, sufrieron sucesivos ministerios franquistas de Prensa y Propaganda y sus hijos, algunos de sus hijos m¨¢s d¨ªscolos, entre la imprenta vietnamita y las arengas de Agust¨ªn Garcia Calvo, se dedicaron a agitar y a propagandear cuanto pudieron. La famosa agit-prop (?o ser¨ªa agit-pop?) hizo su agosto en el 68.
Pero la propaganda tiene una genealog¨ªa religiosa que a menudo se olvida. Es la vetusta propaganda fide de una c¨¦lebre congregaci¨®n vaticana. La Asociaci¨®n Cat¨®lica de Propagandistas tuvo su gran momento (algo m¨¢s que un momento) de gloria. M¨¢s cercana en el tiempo, todav¨ªa resuena en la memoria el nombre de la logia italiana Propaganda 2 y las actividades de sus conspicuos miembros. Se trataba en principio, seg¨²n juran, de propagar la fe. Siempre detr¨¢s o al fondo de la propaganda, la consabida fe.
Ahora los cardenales, los veteranos y los reci¨¦n llegados a la p¨²rpura, se est¨¢n haciendo mucha propaganda para la sucesi¨®n del sucesor de Pedro. Wojtyla les ha dicho que no intenten "hacer carrera", o sea, que no hagan propaganda. Pero Wojtyla ha sido, a su manera, un gran propagandista.
La propaganda est¨¢ en el coraz¨®n, en el centro del mapa gen¨¦tico de la pol¨ªtica y de la religi¨®n. Hay que hacer fieles. Afirmar y aumentar la parroquia. Consumidores fieles de una fe o unas siglas o un yogur (el yogur es lo m¨¢s recomendable, lo menos peligroso para nuestra salud). Nuestra particular simbiosis entre las dos arterias de la propaganda -la religiosa y la pol¨ªtica- es el lema jeltzale: "Dios y leyes viejas". Esa estatua que se le va a erigir en el cogollo del Ensanche bilba¨ªno, en medio de la rep¨²blica de Abando, al padre Arana, es la sublimaci¨®n de un siglo de infatigable acci¨®n propagand¨ªstica. Los afiliados peneuvistas pagar¨¢n a escote la propaganda p¨®stuma (no otra cosa es un busto o una estatua) del padre fundador. Ser¨¢n s¨®lo seis euros, poca cosa. Nada en comparaci¨®n con el t¨ªtulo honor¨ªfico, denominado Sabin, que podr¨¢ transmitirse de padres a hijos por el ¨®bolo. ?Se podr¨¢ con los a?os incluir el Sabin en el curr¨ªculo, como un m¨¦rito m¨¢s? El gran Gabriel Aresti ped¨ªa en un poema que no se le pusiera su nombre a una calle en Bilbao. Sabino Arana tiene una avenida y una magn¨ªfica fundaci¨®n y pronto una preciosa estatua que le har¨¢ compa?¨ªa al pobre Trueba. Pero los poetas no tienen propagandistas. S¨®lo tienen lectores, y contados.
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