Fatalismo
Tal como se esperaba -pese a la manipulaci¨®n del recuento-, la abstenci¨®n electoral ha invertido finalmente el resultado de las elecciones madrile?as, forzadas a repetirse por la deserci¨®n de Eduardo Tamayo y Mar¨ªa Teresa S¨¢ez. De este modo, el transfuguismo ha sido el vencedor ¨²ltimo de estos vicecomicios, que han venido a derogar aquella expresi¨®n de la voluntad popular. Y as¨ª, aunque sea sin saberlo, los abstencionistas de hoy se han venido a comportar como unos nuevos tamayos, replicando a peque?a escala el pucherazo del 25M. Aquel robo descarado represent¨® un jarro de agua fr¨ªa que ahog¨® el incipiente entusiasmo ciudadano, y todo lo que vino despu¨¦s, con el sucio desarrollo de la ama?ada comisi¨®n de investigaci¨®n, no hizo sino acumular mayor frustraci¨®n. As¨ª fue como germin¨® un clima de opini¨®n derrotista saturado de fatalismo, que daba por descontado el ¨¦xito final de la operaci¨®n Tamayo. Y en efecto, ahora todo se ha consumado -como si el pueblo de Madrid hiciera suyas las palabras del Calvario: "H¨¢gase tu voluntad y no la m¨ªa"-, quedando aquel pucherazo definitivamente confirmado.
El electorado madrile?o se ha enmendado a s¨ª mismo, cambiando su voto en un sentido opuesto al emitido hace cinco meses: los que entonces ganaron quedan hoy descalificados y los que perdieron aquel d¨ªa se proclaman hoy vencedores legales. De este modo, los madrile?os han acabado por comportarse como un Tamayo colectivo. Y ello a pesar de creer en conciencia -seg¨²n demuestran las encuestas- que aqu¨ª hubo tongo, pues a la izquierda se le rob¨® un partido que hab¨ªa ganado limpiamente, sospech¨¢ndose adem¨¢s que la compra del resultado ha estado relacionada con la especulaci¨®n inmobiliaria. Pero a pesar de saberlo, los madrile?os no han tenido escr¨²pulos en elegir a los beneficiarios pol¨ªticos de tan fraudulento juego sucio. ?C¨®mo explicar tan injusta desnaturalizaci¨®n de la voluntad popular?
Para interpretarlo, cabe atribuirlo a la p¨²blica constataci¨®n de que las candidaturas de la izquierda carec¨ªan de autoridad moral para merecer la revalidaci¨®n de la confianza de sus electores. Su comportamiento ante el estallido de la crisis abierta por Tamayo ha revelado tanta debilidad pol¨ªtica que resultaba pr¨¢cticamente imposible confiar en que ser¨ªan capaces de enfrentarse a ella, y mucho menos de superarla con ¨¦xito. Y esta ¨²ltima profec¨ªa fatalista -la de que Simancas y el PSOE no ser¨ªan capaces de superar la crisis-, avanzada por la mayor¨ªa de los electores, es la que ha terminado por cumplirse a s¨ª misma, confirmando las expectativas derrotistas abrigadas por todos.
Si los electores no han podido confiar en Simancas y los suyos ha sido porque, efectivamente, ¨¦stos s¨®lo han dado muestras de debilidad. Y ello tanto por la misma agresi¨®n sufrida, que forzosamente debilita a quien la sufre, como por su manera de responder a ella. Cuando se es v¨ªctima de un atraco pol¨ªtico, de poco sirve refugiarse en la dignidad ofendida, lo que puede confundirse con una impotente pataleta. Y en lugar de eso hay que hacer de tripas coraz¨®n, tomando iniciativas capaces de volcar las tornas. Iniciativas como la de aprovechar la ocasi¨®n para limpiar los establos de la Federaci¨®n Socialista Madrile?a y proponer otra candidatura nueva m¨¢s fulgurante que ¨¦sta, con alg¨²n golpe de efecto como aquel de Aznar, cuando tom¨® por sorpresa a Trinidad Jim¨¦nez al sustituir a ?lvarez del Manzano por Ruiz-Gallard¨®n.
Pero hay otra explicaci¨®n m¨¢s desesperante, pues cabe sospechar que los madrile?os han acabado por contagiarse del sincomplejismo de Aznar, aceptando sin escr¨²pulos ni mala conciencia hacer de Madrid un Marbella manchego -o algo peor, pues aqu¨ª no hay divisi¨®n de poderes entre el Ayuntamiento y la Comunidad Aut¨®noma-. Igual que los marbell¨ªes votan a los hombres y mujeres de paja que les presenta Gil y Gil, ?por qu¨¦ no habr¨ªan de hacer lo mismo los madrile?os, a fin de salir del "rinc¨®n de la historia" al que les relega -Aznar dixit- el anticuado radicalismo socialista? Por algo la picaresca naci¨® en Madrid, donde ser legal no paga pues s¨®lo los listos medran.
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