El catarro m¨¢s feliz
Esperanza Aguirre, enferma, pas¨® parte de la jornada electoral en la cama, y s¨®lo sali¨® para votar y seguir el escrutinio
Un catarro traicionero at¨® ayer a Esperanza Aguirre a su cama y s¨®lo la dej¨® salir para votar, estrechar manos y llamar a la participaci¨®n por la ma?ana, y sufrir a la espera de los resultados definitivos, en la sede del PP, por la tarde. Aguirre tuvo que suspender su tradicional tour por los colegios electorales del distrito de Villaverde, donde empez¨® su carrera pol¨ªtica y donde "todos los interventores, sean del PP, del PSOE o de IU, son amigos", y se encerr¨® en su casa con su hijo menor y su frenadol hasta que sus colegas de partido le dijeron que era hora de ejercer de candidata al borde del ataque de nervios en la calle de G¨¦nova, 13.
"Pobre, est¨¢ fatal...", suspiraba una vecina a la puerta del colegio p¨²blico Pi i Margall, en la madrile?a plaza del Dos de Mayo, donde la cabeza de lista popular acudi¨® a depositar su papeleta pasadas las 11.20, enfundada en una chaqueta que no dejaba de apretar contra su cuerpo para calmar la tiritona, los ojos entrecerrados y la palabra y la sonrisa congeladas.
Unos vecinos de la candidata le reprochan por unas obras que hay en el patio comunal
Se hab¨ªa levantado a las nueve de la ma?ana, hab¨ªa desayunado sus galletas energ¨¦ticas, recomendadas ex profeso por los organizadores de la Vuelta Ciclista a Espa?a, y a duras penas se hab¨ªa subido a su bicicleta est¨¢tica, como todos los d¨ªas, para afrontar en forma la jornada electoral. Pero no hubo nada que hacer: cuando lleg¨® al Pi i Margall, en coche y acompa?ada por su marido y sus dos hijos, estaba claro que el catarro hab¨ªa ganado la partida.
"Es hora de hacer un llamamiento a la participaci¨®n y confiar en que no llueva mucho el resto del d¨ªa", acert¨® a decir a la marea de periodistas congregada para cubrir su cita con la urna, y fue dif¨ªcil saber si lo dec¨ªa s¨®lo para combatir la abstenci¨®n o con el secreto deseo de que un rayo de sol la rescatase del fondo del resfriado. Hizo la cola disciplinadamente, sujet¨® la papeleta en vilo sobre la urna y bajo una lluvia de flashes durante un largo minuto, para que televisiones y fot¨®grafos pudieran retratar el momento. Esper¨® despu¨¦s a que su esposo, Fernando Mart¨ªnez de Haro, conde de Murillo, y sus dos hijos, Fernando y ?lvaro, hicieran lo propio.
En la calle la esperaban partidarios, detractores, vecinos que s¨®lo quer¨ªan besar a "la ministra" y otros que se le acercaban a recordarle, a gritos, que "ya se acab¨® la campa?a". Aguirre estrech¨® la mano de todo el que se lo pidi¨®, hizo un par de comentarios tranquilizadores a quien le habl¨® de la escasez de las pensiones, del paro de sus hijos, de los problemas del barrio, y mir¨® entre indignada y sorprendida a aquellos que le increparon.
Pero se le quebr¨® la voz cuando vio acercarse a la madre de Sandra Palo, la joven asesinada por tres menores el pasado mayo en Legan¨¦s, que, en silencio, le tendi¨® un folio lleno de nombres y le pidi¨® su firma en apoyo de la reforma de la Ley del Menor. "S¨ª, por supuesto, ?d¨®nde tengo que firmar? Lo que quiera, lo que quiera...", balbuce¨® la candidata, estamp¨® su firma en el papel y abraz¨® a la mujer. Tambi¨¦n se le acercaron a Aguirre cinco afectados del fraude de Eurobank, y a ellos les dio su palabra de que har¨¢ "una gesti¨®n" para enterarse de lo sucedido. "Pero luego, lo que es la soluci¨®n ya no depender¨¢ de m¨ª, claro...".
Cuando consigui¨® abandonar la emblem¨¢tica plaza dedicada a los fusilados de 1808 y enfil¨® la calle del Pez en busca del primer caf¨¦ abierto, la candidata empez¨® a hablar de pron¨®sticos. "Nunca est¨¢ claro hasta el final", advert¨ªa ella con aparente prudencia, cada vez m¨¢s refugiada en su chaqueta. "?Que no, hombre, que esta vez est¨¢ hecho!", respond¨ªan con euforia los dos miembros de su lista que la acompa?aban, Fernando Mart¨ªnez Vidal y Juan Soler-Espiabua. A¨²n tuvo que sortear a un matrimonio que la reconoci¨® y la par¨® para plantearle un problema bien cercano: "Somos vecinos suyos, de su casa. Est¨¢n haciendo obras en el patio, por eso de la seguridad, y nos dejan sin ventanas. Como comprender¨¢ no podemos votarla...". "Que no, que no soy yo, sino mis suegros, que viven al lado...", contestaba ella tratando de escapar. "No, es usted, es usted... Y bueno, si no es usted es igual, denos una soluci¨®n", insist¨ªan ellos.
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