La Constituci¨®n prospectiva
Arrancan estos d¨ªas los fastos conmemorativos de la promulgaci¨®n de la Constituci¨®n de 1978. A pesar de excesos previsibles que pueden rozar la ridiculez -RNE anuncia, por ejemplo, programas dedicados a la Constituci¨®n y la m¨²sica-, la celebraci¨®n est¨¢ justificada. La Constituci¨®n actual supuso un paso decisivo en la recuperaci¨®n de nuestros derechos como ciudadanos y homolog¨® nuestro sistema pol¨ªtico con los sistemas democr¨¢ticos europeos, de los que nos hab¨ªan separado el golpe de Estado de 1936, la Guerra Civil y la dictadura franquista. La reciente declaraci¨®n de Gredos -suscrita por los ponentes constitucionales- ha subrayado el justo valor de este paso y del camino recorrido, un camino iniciado en circunstancias tan complicadas como fueron las de los primeros a?os de la transici¨®n.
Pero convertir la celebraci¨®n de este aniversario en una cruzada desmesurada en favor del inmovilismo constitucional es una contradicci¨®n y un riesgo. Y el riesgo de una cruzada de este tipo est¨¢ ah¨ª. Basta escuchar las voces del partido del Gobierno. A las que se sum¨®, por ejemplo, la del presidente del Tribunal Supremo en la apertura del A?o Judicial. A modo de nuevo alcalde de M¨®stoles levant¨¢ndose contra la amenaza extranjera, el presidente del alto tribunal lanz¨® una solemne y ardorosa llamada a la movilizaci¨®n contra los reformadores. Combinando, por cierto, esta ¨¦pica y apasionada convocatoria a la defensa de la Constituci¨®n con una m¨¢s prosaica reivindicaci¨®n de tono sindical para conseguir un aumento salarial que se a?ada a recientes y sustanciosos incrementos retributivos.
Por fortuna, una aut¨¦ntica cultura constitucional (H?berle) no se extra?a ni se escandaliza de que haya quienes promuevan modificaciones del c¨®digo pol¨ªtico fundamental si se ajustan a los procesos de interpretaci¨®n y reforma que dicho c¨®digo contiene. As¨ª lo se?alaron tambi¨¦n los ponentes constitucionales en la citada declaraci¨®n de Gredos cuando no descartaron la posibilidad de una reforma constitucional en condiciones legales y pol¨ªticas que puedan darle viabilidad.
Y as¨ª lo expres¨® igualmente y de manera p¨²blica el profesor Fraga Iribarne, presidente de la Junta de Galicia y -entre otros m¨¦ritos- presidente de honor del Partido Popular. A diferencia de la l¨ªnea oficial adoptada por el Gobierno de Aznar, manifestaba Fraga Iribarne que no debe cerrarse la puerta a una reforma constitucional planteada en t¨¦rminos acotados, con base pol¨ªtica suficiente y de acuerdo con las mismas previsiones constitucionales.
Fraga parece haber asumido lo esencial de la cultura constitucional como han hecho tantos ciudadanos de este pa¨ªs. Con ello se distingue de otros destacados correligionarios suyos e incluso de personajes que -pese a su posici¨®n institucional- no parecen haber aceptado lo indispensable de dicha cultura constitucional, incapaces de abandonar reflejos pol¨ªtico-jur¨ªdicos adquiridos en tiempos anteriores a la democracia, cuando las leyes fundamentales franquistas quer¨ªan ser "permanentes e inalterables por su misma naturaleza".
En contraste con esta perspectiva tan alejada del esp¨ªritu constitucional y tal como ha escrito el profesor Cruz Villal¨®n, "la defensa ha de incorporar la reforma, al igual que la reforma ha de incorporar la defensa". Las autorizadas palabras de Cruz Villal¨®n -como acad¨¦mico y como antiguo presidente del Tribunal Constitucional- nos indican que, para asegurar la pervivencia de un texto constitucional, hay que admitir la posibilidad de su adaptaci¨®n al cambio pol¨ªtico y social. Un proceso de reforma debe seguir la pauta marcada por el mismo c¨®digo, evitando fracturas que quiebren el consenso social que le da su vigor. Pero negar de hecho o de derecho tal posibilidad de reforma pone en peligro la supervivencia de una Constituci¨®n alejada de la realidad que debe regular.
Es una obviedad recordar que la realidad espa?ola y europea de hoy no es la de 1978. La misma Constituci¨®n ha dado lugar a procesos imprevisibles en el momento de su aprobaci¨®n: por ejemplo, la aparici¨®n de 17 comunidades aut¨®nomas. Es novedad la integraci¨®n de Espa?a en la Uni¨®n Europea: obliga a europeizar nuestra Constituci¨®n, que habr¨¢ de ser le¨ªda a la luz de la Constituci¨®n Europea. Otras normas e instituciones constitucionales padecen hoy desajustes y requieren una acomodaci¨®n a las nuevas condiciones.
Por estas razones, levantar la bandera de la inmutabilidad constitucional es contradictorio, in¨²til y peligroso. Es contradictorio con la defensa de la misma Constituci¨®n, cuya permanencia se sustenta en la posibilidad de su reforma. Es in¨²til, porque las condiciones pol¨ªticas y sociales acaban forzando una modificaci¨®n de las normas y de su interpretaci¨®n al coste de intensificar la controversia jur¨ªdico-pol¨ªtica. Y es peligroso para la estabilidad pol¨ªtica, porque resistir esta din¨¢mica de transformaci¨®n en algunos elementos constitucionales amenaza la aceptaci¨®n social del texto en su conjunto y erosiona su legitimidad.
Tengamos, pues, una celebraci¨®n que refuerce nuestra cultura constitucional. Y que -en lugar de mirar tanto hacia el pasado- mire hacia el futuro, hacia la "Constituci¨®n prospectiva" (Cruz Villal¨®n) requerida por la realidad espa?ola del siglo XXI. Vendr¨¢ inexorablemente. Prepar¨¦mosla, pues, con esp¨ªritu dialogante, con tiempo y sin reservas.
Josep M. Vall¨¨s es miembro de Ciutadans pel Canvi
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