EE UU oculta a sus soldados muertos
El Gobierno impide el acceso de c¨¢maras y periodistas a las bases militares para que no haya im¨¢genes del regreso de cad¨¢veres
Justo un d¨ªa antes de que empezara la invasi¨®n de Irak, las bases militares de EE UU repartidas por dentro y fuera del pa¨ªs recibieron una directiva interna remitida desde uno de los m¨¢s altos despachos del Pent¨¢gono: con car¨¢cter inmediato, quedaba prohibido el acceso de los medios de comunicaci¨®n a las ceremonias con la llegada de los cad¨¢veres de los soldados que pudieran morir en la batalla. Conscientes de que el reguero de ata¨²des retransmitido por televisi¨®n pod¨ªa cambiar el sentido de la opini¨®n p¨²blica, el Gobierno de George W. Bush ha cerrado definitivamente el acceso de c¨¢maras y periodistas a las bases militares por las que han pasado los cuerpos de los casi 350 soldados estadounidenses muertos en Irak.
Desvelada la aplicaci¨®n estricta de esa normativa, no resulta extra?o entender por qu¨¦ George W. Bush es el ¨²nico presidente de la historia contempor¨¢nea de EE UU que no ha asistido nunca a ninguna ceremonia de llegada de cad¨¢veres de soldados muertos en el frente de batalla. Los estrategas de la Casa Blanca han optado por evitar esa fotograf¨ªa porque, si bien puede parecer superficialmente patri¨®tica, proporciona una combinaci¨®n de elementos capaz de hacer pensar. Y eso s¨®lo puede ser contraproducente.
La implantaci¨®n de esa pol¨ªtica de oscurantismo parte de una premisa sobradamente establecida en el transcurso de las ¨²ltimas d¨¦cadas: la opini¨®n p¨²blica de EE UU acepta las guerras pero no las bajas. Sin embargo, hasta la llegada de Bush "hijo" a la Casa Blanca no se hab¨ªa combatido en guerras tan as¨¦pticas como las ¨²ltimas, y eso a pesar del incomparable tama?o que ha ido adquiriendo el despliegue medi¨¢tico actual, al que se suma, adem¨¢s, un medio tan joven, inmediato y omnipresente como Internet.
Desde la guerra de Vietnam, existe una expresi¨®n en los pasillos del Pent¨¢gono que mide la capacidad de la opini¨®n p¨²blica de EE UU para aceptar de buen grado la llegada de ata¨²des tapados con banderas de este pa¨ªs. Lo llaman la "prueba Dover", que es una base militar de Delaware en la que el Ej¨¦rcito de EE UU tiene su mayor dep¨®sito de cad¨¢veres. Por la morgue de Dover pasan los cuerpos de los soldados fallecidos en cualquier lugar del mundo. Generalmente, los cad¨¢veres hacen una primera escala en la base alemana de Ramstein.
El conflicto de Somalia, por ejemplo, no super¨® la "prueba Dover". La llegada de cad¨¢veres militares provoc¨® la retirada inmediata de las tropas enviadas a ese pa¨ªs. La "prueba Dover" explica tambi¨¦n la insistencia del ex presidente Bill Clinton en que la campa?a militar de Kosovo fuera estrictamente a¨¦rea y evitara a toda costa las operaciones terrestres.
El comunicado que el Pent¨¢gono transmiti¨® momentos antes de la invasi¨®n de Irak estaba especialmente dirigido a los responsables militares de las bases de Ramstein, Dover y Andrews, en Virginia. Son lugares que han servido de tel¨®n de fondo para decenas de ceremonias f¨²nebres en las que todos los presidentes, desde Jimmy Carter hasta Ronald Reagan, desde Bill Clinton hasta George Bush padre, han rendido tributo al Ej¨¦rcito ante ata¨²des de soldados estadounidenses reci¨¦n llegados de Beirut, de Panam¨¢, de los Balcanes, de Kenia o de El Salvador. Un portavoz del Pent¨¢gono asegura que la normativa con la prohibici¨®n de acceso a los medios data de noviembre de 2000, es decir, cuando Clinton todav¨ªa ocupaba la Casa Blanca, e insiste en que la ¨²nica novedad es que ahora esa directriz es de obligado cumplimiento.
George W. Bush no quiere fotograf¨ªas junto a f¨¦retros. Recientemente, el presidente de EE UU se quejaba en p¨²blico de que los medios de comunicaci¨®n transmitieran una imagen muy negativa de la posguerra en Irak. Lamentaba que las supuestas virtudes de la ocupaci¨®n militar no llegaran a la opini¨®n p¨²blica "por culpa de los filtros". Para saltar ese filtro supuestamente pesimista, el Pent¨¢gono ha puesto en marcha otra estrategia sumamente dudosa. Once peri¨®dicos locales de EE UU publicaron recientemente otras tantas cartas enviadas por soldados de esas localidades destinados en el frente de batalla iraqu¨ª. Los soldados hablaban maravillas sobre la mejora de la situaci¨®n sobre el terreno y ensalzaban "c¨®mo est¨¢n mejorando los sistemas de depuraci¨®n de agua y de distribuci¨®n de electricidad", escrib¨ªa uno de ellos.
Alguien se dio cuenta de que no s¨®lo lo escrib¨ªa uno de ellos, sino los 11. El texto era id¨¦ntico, pero firmado por un soldado distinto en cada peri¨®dico. Varios de los remitentes, localizados en Irak, desconoc¨ªan por completo la existencia de "su" carta. Uno de ellos se enter¨® de que "hab¨ªa escrito" una carta cuando su padre lo felicit¨® por el contenido.
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