Ayuda a la carta
Hace ya varias d¨¦cadas que Espa?a se ha sumado al club de los pa¨ªses donantes de ayuda al desarrollo. El an¨¢lisis en los ¨²ltimos a?os de esta ayuda revela una serie de males end¨¦micos, entre los que destaca la tendencia a crecer all¨ª donde al Gobierno m¨¢s le conviene y a disminuir donde m¨¢s se necesita. La Conferencia de Donantes para la reconstrucci¨®n de Irak y la calidad de los fondos aprobados en ella nos han proporcionado el ¨²ltimo ejemplo de una realidad palpable: el criterio que define el modelo de cooperaci¨®n espa?ol no es el de la lucha contra la pobreza, sino el de los intereses pol¨ªticos, geoestrat¨¦gicos y comerciales.
La tendencia a cocinar la AOD espa?ola a la carta de unas motivaciones que poco tienen que ver con la erradicaci¨®n de la pobreza se ha venido acentuando en los ¨²ltimos tiempos. Seg¨²n el informe La realidad de la ayuda 2003-2004, que Interm¨®n Oxfam acaba de publicar, pa¨ªses como Afganist¨¢n, Pakist¨¢n o Irak figuran entre los principales receptores de ayuda espa?ola en los ¨²ltimos a?os, mientras que el ?frica subsahariana, la regi¨®n m¨¢s desamparada del mundo, ha quedado, de nuevo, relegada al olvido. El Ejecutivo espa?ol ha mantenido su prioridad por la cooperaci¨®n con Am¨¦rica Latina y con los pa¨ªses del sur del Mediterr¨¢neo, pero ha aumentado los fondos a Asia central, Extremo Oriente y Europa central y oriental, zonas no consideradas como prioritarias en nuestras pol¨ªticas de cooperaci¨®n. En cambio, la ayuda oficial al desarrollo (AOD) al ?frica subsahariana ha ca¨ªdo de 167 millones de d¨®lares en 1997 a 86 en 2001, siguiendo as¨ª la pauta de los pa¨ªses m¨¢s ricos, que en la d¨¦cada de los noventa disminuyeron en un 40% sus donaciones al continente m¨¢s pobre del planeta.
El informe revela datos que suenan a sarcasmo. Ya no es s¨®lo que tendamos a ayudar menos a los pa¨ªses africanos, sino que ¨²ltimamente, adem¨¢s, les cobramos. Coincidiendo con importantes crisis alimentarias en la regi¨®n entre 2001 y 2002, Etiop¨ªa, Camer¨²n y Uganda reembolsaron m¨¢s de 23 millones de euros a Espa?a en concepto de devoluci¨®n de cr¨¦ditos FAD (Fondo de Ayuda al Desarrollo), que condicionan las ayudas al pa¨ªs receptor a la compra de bienes y servicios del pa¨ªs donante. As¨ª, al tiempo que seis millones de et¨ªopes depend¨ªan del auxilio exterior para sobrevivir a las sucesivas sequ¨ªas y al conflicto con Eritrea, su Gobierno se ve¨ªa obligado a pagar una deuda cercana a los tres millones y medio de euros a la Administraci¨®n estatal espa?ola, que, por cierto, casi no aport¨® fondos significativos para afrontar esas emergencias. Que tres de los pa¨ªses m¨¢s pobres del mundo, situados en un continente donde 28 millones de personas padecen el sida y m¨¢s del 40% de los ni?os no van a la escuela, hayan financiado a Espa?a con 23 millones de euros es un gran desatino que refleja el rumbo equivocado de la pol¨ªtica de cooperaci¨®n de nuestro pa¨ªs.
Es indudable que el FAD (que aument¨® un 27% en 2002) es cada vez m¨¢s la herramienta preferida por el Gobierno para canalizar sus recursos al desarrollo. En el caso de la ayuda humanitaria (Irak es el ejemplo m¨¢s evidente), est¨¢ jugando el papel protagonista junto a otro actor que tambi¨¦n merecer¨ªa papeles m¨¢s secundarios en este tipo de cuestiones: el Ej¨¦rcito. El peso tan desorbitado de un sistema que perpet¨²a la debilidad de otros instrumentos mucho m¨¢s v¨¢lidos en la lucha contra la pobreza y la intervenci¨®n militar en tareas humanitarias (cuya eficacia y adecuaci¨®n son m¨¢s que discutibles) pone bajo sospecha la necesaria imparcialidad de la ayuda humanitaria. Si al eje formado por el FAD y las Fuerzas Armadas a?adimos el cada vez menos relevante papel de la Agencia Espa?ola para la Cooperaci¨®n Internacional (AECI), en teor¨ªa el principal gestor de la ayuda de nuestro pa¨ªs, el balance de la gesti¨®n en los ¨²ltimos a?os resulta inquietante.
La escasez y el estancamiento de la AOD espa?ola son evidentes. El porcentaje del PIB que nuestro pa¨ªs destinaba a ayuda hace una d¨¦cada (un 0,28%) es el mismo que el Gobierno se ha fijado como previsi¨®n de este a?o, lo que nos aleja de los Objetivos de Desarrollo del Milenio de Naciones Unidas fijados para 2015, por no hablar de ese 0,7% al que algunos de los gobernantes de los pa¨ªses del Norte parecen haber renunciado hace ya tiempo. Algunos datos son poco esperanzadores: de seguir la actual tendencia, y seg¨²n advierte la ONU, el compromiso de reducir en dos tercios la mortalidad infantil en el ?frica subsahariana no llegar¨¢ hasta el a?o 2165.
Las organizaciones no gubernamentales venimos insistiendo desde hace tiempo en la necesidad de introducir cambios dr¨¢sticos en la pol¨ªtica de cooperaci¨®n espa?ola. Doblar la cooperaci¨®n con el ?frica subsahariana, como prometi¨® en su d¨ªa Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar; destinar a AOD el 0,39% del PIB en 2008 como paso previo al 0,7%, o reformar el modelo humanitario para acabar con el excesivo protagonismo del FAD y limitar el papel del Ej¨¦rcito a labores de interposici¨®n y seguridad, son s¨®lo algunas de las propuestas que las formaciones pol¨ªticas espa?olas deber¨ªan valorar. Aumentar la eficacia y la calidad de nuestra AOD nos dotar¨ªa, junto a decisiones valientes como la reforma de las reglas del comercio internacional o la condonaci¨®n de la deuda externa, de verdaderas herramientas para luchar contra la pobreza en el mundo.
En plena efervescencia electoral, y camino ya del final de la actual legislatura, corresponde a los partidos empezar a reflexionar sobre la necesidad de crear un instrumento pol¨ªtico que aplique un modelo de cooperaci¨®n coherente. Ha llegado el momento de plantearse una estructura valiente de la cooperaci¨®n espa?ola que incluya, por ejemplo, un nuevo Plan Director que mejore la calidad de la AOD y la creaci¨®n de un Ministerio de Cooperaci¨®n que contribuya con eficiencia en la erradicaci¨®n de la pobreza en los pa¨ªses del Sur sin tener que claudicar constantemente ante intereses pol¨ªticos, econ¨®micos o geoestrat¨¦gicos. Emprender iniciativas de este calado supondr¨ªa apostar de manera decidida por la cooperaci¨®n al desarrollo y por los que necesitan nuestra colaboraci¨®n. De mantenerse el rumbo actual, seguiremos teniendo una ayuda a la carta de los que s¨®lo pujan por estar donde "pol¨ªticamente" les conviene.
Ignasi Carreras es director general de Interm¨®n Oxfam.
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