'Totus tuus'
El lehendakari est¨¢ pidiendo a gritos que le digamos "totus tuus". Bueno, m¨¢s que a gritos, a sermones, porque cada vez se parece m¨¢s a un fray Ang¨¦lico con sus modos untuosos, sus ademanes de sacrist¨ªa y sus manos, ?ay esos gestos suyos de las manos!, de can¨®nigo, pero frugal. No est¨¢ lejano el d¨ªa en que nos anuncie solemnemente y entre vapores de incienso que ha renunciado al demonio (personificado tal vez en cierto Xabier de Azkoitia) y la carne, que para ¨¦l s¨®lo puede ser de bicicleta, una vez ha renunciado al mundo gracias a la ruptura que, a trav¨¦s del Estatut¨®n, propone con Espa?a, esa fuente de inmigraci¨®n incluso escolar, que le supondr¨ªa verse fuera de Europa en cuanto la culminase y, por ende, del mundo por m¨¢s que se fotograf¨ªe con Rigoberta Mench¨².
S¨ª, nuestro lehendakari se estar¨ªa pareciendo cada vez m¨¢s al licor de almendras o al poverello de As¨ªs de no ser por la bolsa, a la que no quiere renunciar de ninguna de las maneras, y menos si le roban 32,2 millones. Pero, por lo dem¨¢s, no se encuentra lejos el d¨ªa en que le veamos predicar a los peces vascos y vascas, a las florecillas y florecillos, mientras le salen de las barbas que no tiene lib¨¦lulos y lib¨¦lulas, mariposas y... saltamontes. Hasta parece que tratar¨ªa de convencer mediante el solo uso de su palabra narcotizante a un lobo que asuela un pueblo llamado Gubbio para que deponga su actitud y las armas. Como todo es contagioso, la actitud del lehendakari, o tal vez del lobo, le vuelve a uno especulativo.
Para que el lobo decretara una tregua tendr¨ªa que recibir algo m¨¢s que bonitas palabras a cambio. Parece dif¨ªcil de admitir que est¨¦ dispuesto a hacerlo cuando su brazo pol¨ªtico se halla incapacitado legalmente para concurrir a las elecciones y, lo que todav¨ªa es peor, se ve devorado por la orden o el partido de fray Ibarretxe. La victoria moral que le puede suponer al lobo el hecho de ver c¨®mo sus tesis avanzan al ser asumidas por los fraticelli de As¨ªs no parece suficiente, porque el lobo es un animal de poder y no va a renunciar a ¨¦l nunca. A menos que le aceche un mal peor. As¨ª pues, a falta de obtener un bien el lobo podr¨ªa pens¨¢rselo si con ello evitara el peor de los males, su desaparici¨®n.
?Estar¨¢ nuestro lehendakari dici¨¦ndole a la oreja que como no se aplique a suspender sus actividades de comerse a los corderos, con vistas a pasarse en un plazo no lejano al vegetarianismo, van a colaborar con un empuj¨®n aut¨®ctono y definitivo a que desaparezca, completando as¨ª los esfuerzos que est¨¢n realizando otros que siempre vienen de fuera o de la inmigraci¨®n cient¨ªfica? Aunque tambi¨¦n podr¨ªa complementar la amenaza del palo con el manejo de la zanahoria, de una zanahoria c¨¢rnica o txistorra, a ver si nos entendemos, proponi¨¦ndole, por ejemplo, que est¨¢ dispuesto a sostener a sus lobeznos -una vez diezmada la camada-, incluso si siguen como est¨¢n, es decir, sin renunciar a la violencia y colaborando con el lobo, porque la paz siempre puede admitir el precio de otra rebeli¨®n contra el Estado.
Adem¨¢s, ?qui¨¦n se iba a rasgar a las vestiduras, si no se tratar¨ªa m¨¢s que de hacer lo mismo que est¨¢n haciendo ahora con SA? ?Habr¨ªa alguna diferencia entre esto y admitir sus candidaturas para las pr¨®ximas auton¨®micas aunque el Estado las ilegalice? La nueva escalada del pulso no ser¨ªa m¨¢s que el anticipo de los pasos m¨¢s graves que el Estatut¨®n prev¨¦ y una forma de ejercitar la musculatura. ?Pobres vecinos de Gubbio ya sean de hecho o por nacionalidad! Claro que, a lo mejor nada de esto ocurre. Bien pensado, puede tratarse de fantas¨ªas inducidas por los mantras de nuestro fray y bonzo Ibarretxe. Porque, ?qui¨¦n es ¨¦l para amenazar al lobo y desafiar al Estado? Lo repite constantemente, su proyecto es amor. Amor, dicha, prosperidad, nacionalismo, entendimiento,... ?Qu¨¦ hay de malo en ello? Nada salvo que no todos los totus son tuus, lehendakari. Aunque para que el empalagoso pont¨ªfice se entere de verdad muchos de los totus tendr¨¢n que comprometerse y expresar que hasta el tuus hay otro trecho. Y recorrerlo. Porque las cosas de Gubbio, incluso los lobos, no pueden quedar en manos de uno s¨®lo, por santo que sea.
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