La chica de las nueve
Podr¨ªa haber escandalizado que el Pr¨ªncipe decidiera casarse con la chica del Telediario, pero en realidad ya parec¨ªa una princesa. Letizia Ortiz se puede asemejar a una mujer de la calle, vive en Vic¨¢lvaro y es periodista, pero posee dos factores que la convierten en alguien especial: es radiantemente guapa y sale en la tele. Hoy aparecer en la peque?a pantalla dota de un halo ¨²nico y m¨¢s si cada aparici¨®n est¨¢ envuelta de un exquisito vestuario, maquillaje, peluquer¨ªa y dicci¨®n. La tele en este caso tiene otro factor beneficioso: crea proximidad. Casi todos los espa?oles hemos cenado con Letizia en el cuarto de estar. Nos ha acompa?ado en las sobremesas, hemos compartido con ella el pesar por el 11-S o el chapapote. Adem¨¢s, para el p¨²blico la televisi¨®n es el espacio natural de estos contrayentes. A Letizia y al Pr¨ªncipe les conocemos por la tele, la pedida suceder¨¢ en la tele, se casar¨¢n all¨ª, viajar¨¢n en aviones que aterrizar¨¢n en la pantalla de nuestros comedores. Para los espectadores ambos son personajes cercanos pero, sobre todo, son habitantes de un mundo paralelo, transe¨²ntes de una dimensi¨®n cat¨®dica que los aleja de la realidad y legitima su uni¨®n.
En el fondo, en Espa?a hay alegr¨ªa de la elecci¨®n porque Letizia es como una vecina. De alguna forma muchos de nosotros nos sentimos ¨ªntimamente implicados pues ya la hab¨ªamos elegido cada vez que pon¨ªamos su busto sobre nuestros aparadores desde el que nos imantaba su mirada azul. Muchas mujeres ven en ella a una gran profesional y a una chica fina, discreta y elegantemente vestida tanto en el plat¨® como en la guerra, la Bolsa o la Feria del Libro. Algunos hombres, que nos hab¨ªamos congratulado por no tener que sufrir la responsabilidad y la presi¨®n del Pr¨ªncipe a la hora de escoger esposa, ahora envidiamos su capacidad para elegir a una mujer tan deseable.
Mucha gente tambi¨¦n est¨¢ encantada con Letizia porque su caso reproduce la rom¨¢ntica historia de la chica guapa que desde la pantalla enamora a un pr¨ªncipe, como le pas¨® a Raniero con Grace Kelly. En el fondo ella podr¨ªa haber sido cualquiera y sin embargo es la cualquiera ideal. Pero ?por qu¨¦ ahora a la mayor¨ªa de los espa?oles les parece muy acertada la elecci¨®n de Letizia Ortiz y les horroriz¨® tanto hace 15 a?os Isabel Sartorius? En primer lugar la comparaci¨®n est¨¢ adulterada por el hecho de que la opini¨®n general sobre Letizia se muestra tras el comunicado oficial de su futuro enlace. Esto condiciona nuestro criterio. Por otro lado, la sociedad espa?ola ha evolucionado. Hace tres lustros una chica sin linaje real era intolerable para un pr¨ªncipe de veintipocos a?os, alt¨ªsimo y bello, con todo el reinado y las pretendientes por delante. Pero ahora le han dado los 35 y Espa?a empezaba a preocuparse. Entonces nos descubrimos abocados al precipicio de Eva Sannum. Para el pueblo era el diablo (frente al ¨¢ngel de corto cinematogr¨¢fico que es Letizia) cuando los ¨²nicos argumentos en su contra eran que no hab¨ªa nacido en Espa?a (una pega xen¨®foba y completamente absurda trat¨¢ndose de un enlace real) y que hab¨ªa posado en ropa interior. Es cierto que era menos glamourosa pero, a cambio, no ten¨ªa un pasado matrimonial.
Ha llegado Ortiz en un momento en el que las exigencias, acuciadas por las prisas y por el susto Sannum han mermado. Por otro lado, los ¨²ltimos matrimonios de las monarqu¨ªas europeas y los de las propias Infantas con plebeyos y plebeyas han allanado el camino a la Zarzuela a cualquier chica que fuese respetable e inteligente. Letizia, adem¨¢s, es hermosa. Del Pr¨ªncipe, encima, cuentan que est¨¢ enamorado.
Ella se ha alejado de la realidad donde, sobre todo a partir de ahora, ya no parece tener cabida. Volver¨¢ a materializarse cuando pasado ma?ana apretemos el bot¨®n del mando a distancia para verles pasear por los jardines de palacio. Desde este momento, su vida quedar¨¢ prensada en la pantalla de la televisi¨®n, cristalizada en un limbo donde encajan m¨¢s que nunca como una pareja de pel¨ªcula.
Tanto en el caso de Isabel Sartorius como en el de Gigi Howard o Eva Sannum, los espa?oles pens¨¢bamos que nuestra imagen pod¨ªa quedar en cuesti¨®n. Ahora, con Letizia estamos tranquilos, pues nuestra representaci¨®n por el mundo la encarnar¨¢ la misma persona que nos representaba cada noche el mundo a nosotros.
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