El peculiar capitalismo ruso de los oligarcas
HACE DOS D?CADAS no hab¨ªa propiedad privada en la Uni¨®n Sovi¨¦tica. En los noventa se produjo una explosi¨®n privatizadora en Rusia, que cambi¨® las reglas del juego econ¨®mico, adem¨¢s de las pol¨ªticas: naci¨® una nueva clase capitalista muy concentrada, denominada "los oligarcas". A principios del siglo XXI, los nietos de Stalin (de los que se puede intuir alg¨²n rasgo en el libro Stalin y los verdugos, de Donald Rayfield. Editorial Taurus) copan la lista de la revista Forbes de los m¨¢s grandes supermillonarios del mundo: 15 ricos rusos aparecen en ella. El primero se llama Mija¨ªl Jodorkovski y hace 15 d¨ªas ha sido detenido en Mosc¨², acusado de malversaci¨®n, robo, evasi¨®n fiscal, falsificaci¨®n de documentos, da?os a la propiedad a trav¨¦s del fraude e incumplimiento de ¨®rdenes judiciales.
Las privatizaciones rusas de los noventa supusieron una expoliaci¨®n del Estado, del que se apoderaron "los oligarcas", que sustituyeron a la 'nomenklatura'. La nueva clase dirigente del Kremlin quiere ahora su parte
Este recorrido tan largo, en un periodo tan corto, es recogido en el libro Los oligarcas rusos. Poder y dinero en la nueva Rusia, del periodista norteamericano David E. Hoffman, recientemente aparecido (editorial Mondadori). El reportero de The Washington Post dice que la disoluci¨®n de la URSS inici¨® una etapa de transici¨®n hacia la econom¨ªa de mercado que alcanz¨® sus caracter¨ªsticas peculiares a partir de 1990, en un marco de colapso econ¨®mico y financiero, inseguridad jur¨ªdica y descontrol administrativo que, a su vez, hab¨ªa sido provocado por la precipitaci¨®n, el doctrinarismo neoliberal y la corrupci¨®n pol¨ªtica. Un contexto ideal para que personas audaces, con capacidad para detectar la direcci¨®n de las transformaciones socialeas, conocedoras de los entresijos del poder y poco escrupulosas, se labren una fortuna. Lo que da el tono peculiar al actual capitalismo ruso es la existencia de una oligarqu¨ªa cuya fulgurante aparici¨®n se debi¨® a maniobras m¨¢s cercanas a la depredaci¨®n que a la acumulaci¨®n capitalista ortodoxa.
Obteniendo su patrimonio de una sola fuente, el Estado, "amasaron y perdieron fortunas, se apoderaron de la flor y nata de la industria rusa, mandaron ej¨¦rcitos privados, ejercieron su influencia en las elecciones [su favorito fue Yeltsin] y dirigieron el pa¨ªs y su ciudadela financiera, Mosc¨². Compraron los medios de comunicaci¨®n, especialmente la televisi¨®n, y se hicieron con el control no s¨®lo de las f¨¢bricas, sino tambi¨¦n de los activos del propio Estado, incluyendo los Presupuestos, las fuerzas de orden p¨²blico y los dirigentes del Kremlin. En su arrogante dominaci¨®n del naciente capitalismo ruso actuaron con sigilo, con enga?o y, en ocasiones, con implacable violencia".
Habiendo sido las privatizaciones rusas la consagraci¨®n de una pr¨¢ctica de rapi?a, se entiende que la mayor parte de la poblaci¨®n haya aplaudido a Putin cuando la fiscal¨ªa ha detenido al superpoderoso presidente de la petrolera Yukos, Jodorkovski (a quien un jefe del PCUS le pronostic¨® en el anterior r¨¦gimen: "Hijo m¨ªo: t¨² ser¨¢s nuestro capitalista experimental"). Alg¨²n analista ha situado la pol¨¦mica en el origen mismo de las privatizaciones: ?son las acciones de Yukos propiedad de Jodorkovski "capital privado" arrebatado injustamente por Putin, o son el "bot¨ªn" del que Jodorkovski se apoder¨® con turbios acuerdos en las privatizaciones de los noventa, que Putin est¨¢ reclamando para su leg¨ªtimo due?o, el pueblo ruso?
Aun habiendo sido las privatizaciones una expoliaci¨®n, nadie cree que Putin sea Robin Hood, ni que se plantee un proceso de renacionalizaci¨®n de la industria. La detenci¨®n de Jodorskovski se entiende en una doble clave: la personal, que le enfrenta con Putin, ya que el magnate pod¨ªa apoyar -algunos dicen que encabezar- la oposici¨®n pol¨ªtica en los pr¨®ximas elecciones parlamentarias (diciembre) y presidenciales (marzo). Y la de la lucha por el poder: el n¨²cleo dirigente del Kremlin, procedente en buena parte de los antiguos aparatos de seguridad del Estado (KGB), quieren participar en el reparto de la riqueza que qued¨® en manos de los ultraliberales que apoyaron a Yeltsin, a cambio de que ¨¦ste hiciese la vista gorda en sus negocios.
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