El atlas de la industria en Espa?a
Uno de los aspectos m¨¢s negativos de la industria espa?ola es el escaso esfuerzo que est¨¢ realizando el sector en I+D (investigaci¨®n y desarrollo). El gasto medio espa?ol en este concepto ha sido del 0,88% del PIB en 1998, lo que equivale a un tercio del promedio del gasto que realizan los cuatro pa¨ªses m¨¢s importantes de la UE, y se ha mantenido estancado en este bajo nivel durante toda la d¨¦cada de los noventa. Adem¨¢s, contrariamente a lo que sucede en pa¨ªses como Jap¨®n, Alemania o EE UU, el grueso de la financiaci¨®n del gasto en I+D espa?ol procede del sector p¨²blico y no de las empresas, cuyo nivel de gasto/inversi¨®n por este concepto es realmente bajo.
?sta es una de las conclusiones que aparecen en un libro excepcional, recientemente publicado. Se trata del Atlas de la industrializaci¨®n en Espa?a 1750-2000 (Editorial Cr¨ªtica y Fundaci¨®n BBVA), que, dirigido por el profesor Jordi Nadal, contiene todas las herramientas para constituirse en la obra de referencia de la historia industrial de nuestro pa¨ªs. Esta magna obra, en la que han participado 34 especialistas vinculados a 14 universidades, describe c¨®mo Espa?a ha llegado a situarse entre las 15 econom¨ªas m¨¢s industrializadas del mundo. ?ste no ha sido un proceso lineal, sino que avanz¨® con dificultades durante el siglo XIX, para estallar en la d¨¦cada de los cincuenta del pasado siglo y consolidarse desde entonces. En este Atlas queda desmentida la idea de que la industrializaci¨®n espa?ola fue obra del franquismo, con la creaci¨®n del Instituto Nacional de Industria (INI) a principios de los a?os cuarenta, sino que en ella est¨¢n representadas miles de peque?as empresas privadas desde su mismo origen.
El Atlas contiene tambi¨¦n una paradoja: la madurez industrial ha propiciado otro desarrollo m¨¢s explosivo a¨²n, el del sector de los servicios, erigido ya en el m¨¢ximo contribuyente al conjunto del PIB espa?ol. La frontera entre ese actual relativo declive de la industria es el a?o 2000, aquel en el que desapareci¨® el Ministerio de Industria y Energ¨ªa y fue sustituido por el Ministerio de Ciencia y Tecnolog¨ªa. Ese a?o es la frontera entre dos ¨¦pocas, la que separa la sociedad industrial de la sociedad del conocimiento. Hasta ese momento, la industria hab¨ªa sido el sector m¨¢s din¨¢mico de la econom¨ªa espa?ola, globalmente poco din¨¢mica durante la mayor parte de los ¨²ltimos 150 o 160 a?os. Ello supone un ¨¦xito relativo, ya que los niveles de industrializaci¨®n en Espa?a siguen siendo inferiores a los de otros pa¨ªses europeos con los que, por superficie y n¨²mero de habitantes, deben compararse.
Al final del Atlas sus autores hacen una especie de profec¨ªa optimista sobre el futuro de la industria espa?ola, basada en una serie de rasgos objetivos: las empresas est¨¢n realizando fuertes inversiones en capital f¨ªsico, lo que redunda en la modernizaci¨®n y ampliaci¨®n de sus capacidades productivas; las exportaciones aparecen cada vez m¨¢s vinculadas con el objetivo de expansi¨®n de las ventas que con decisiones coyunturales; el proceso de internacionalizaci¨®n de las compa?¨ªas contin¨²a, adoptando f¨®rmulas muy diversas de inversi¨®n extranjera (tomas de participaci¨®n directa, creaci¨®n de nuevas empresas, ampliaciones, fusiones y adquisiciones); la estabilidad macroecon¨®mica de toda la UE favorece un crecimiento sano y con unos costes de producci¨®n estables y bastante previsibles (precios, tipos de inter¨¦s, tipos de cambio); por ¨²ltimo, el excedente bruto de las empresas industriales ha aumentado, lo que revertir¨¢ en un mayor volumen de inversiones, tanto en equipos como en el aumento de la capacidad productiva.
?Significa esto que el sector industrial tiene pocos problemas? Entre estos ¨²ltimos, el Atlas insiste en la escasa inversi¨®n en I+D, en que el tama?o empresarial sigue siendo peque?o para competir en el exterior en algunas actividades tradicionales, o en que los costes energ¨¦ticos y de algunos servicios contin¨²an siendo altos. Y, finalmente, en que el sector industrial est¨¢ creando muy poco empleo estable desde hace a?os sin que su buena marcha, las mejoras de productividad y las reformas laborales hayan inducido cambios sustanciales en este terreno.
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