Espejismo
Por lo que se ve, contra el nacionalismo ahora toca monar-quismo. No tengo nada contra el heredero de la Corona, y mucho menos contra su tard¨ªa decisi¨®n de casarse -aunque no todos los de su generaci¨®n, forzados por la necesidad a ser tan tard¨ªos como ¨¦l, puedan hacerlo con tanta facilidad-. Pero desalienta formar parte de un pa¨ªs que dedica toda su atenci¨®n medi¨¢tica a la cr¨®nica rosa de la realeza. Esto parece l¨®gico en los medios obedientes al dictado de La Moncloa, que intenta tapar como puede los problemas que ha creado y no sabe c¨®mo resolver. Pero resulta chocante que tambi¨¦n les imiten los dem¨¢s medios independientes, incluida la prensa escrita de referencia, cuando dedican tanto espacio al espejismo principesco: mero acontecimiento medi¨¢tico en el sentido de Dayan y Katz. Esto s¨ª es pensamiento ¨²nico, y no la socorrida globalizaci¨®n neoliberal.
Para entender esta extra?a conjura de unanimidad filomon¨¢rquica, conviene interrogarse sobre cu¨¢les son los problemas que se pretende tapar con el espect¨¢culo mon¨¢rquico como maniobra de distracci¨®n. Podr¨ªa tratarse de las divisiones fratricidas reci¨¦n afloradas en la c¨²pula del PP, que todos los analistas hab¨ªamos predicho para el d¨ªa siguiente al aparente mutis de Aznar, como en efecto ha sucedido. Pero tapar esta evidencia previamente anunciada s¨®lo tiene sentido en los medios gubernamentales, pues los independientes deber¨ªan estar explotando tan jugosa trifulca. As¨ª que tiene que haber otra amenaza m¨¢s alarmante que preocupe por igual a todos los medios, ya sean afines al poder o a la oposici¨®n. Y entonces hay que pensar en el plan Ibarretxe: esa carga de profundidad que el lehendakari ha puesto bajo la l¨ªnea de flotaci¨®n del ordenamiento legal espa?ol. Tanto es as¨ª que los fastos del 25? aniversario de la Constituci¨®n han perdido toda su credibilidad, quedando descafeinados como un vac¨ªo simulacro. Y, por lo tanto, conviene disimular, mirando para otro lado. De ah¨ª la masiva atenci¨®n prestada al anuncio del feliz enlace, a fin de no amargarse la vida con el anuncio del desenlace vasco, que augura un final aciago.
Como es evidente, el desaf¨ªo de Ibarretxe nos afecta a todos, ya estemos con el Gobierno, con la oposici¨®n o no alineados. Y su amenaza gravitar¨¢ como una espada de Damocles sobre las pr¨®ximas elecciones generales, donde est¨¢ en juego la mayor¨ªa absoluta del Partido Popular. ?Alguien puede creer que Mariano Rajoy posee la autoridad moral suficiente para revalidar o al menos retener el voto mayoritario de Aznar? Evidentemente, no, como demuestra su incapacidad para enfrentarse a las primeras divisiones internas que empiezan a abrirse entre sus filas. Ahora bien, si el Partido Popular pierde su mayor¨ªa absoluta, esto ser¨¢ inmediatamente interpretado por Ibarretxe como una favorable oportunidad para sus expectativas de triunfo, ya que debilitar¨¢ a su principal opositor y reforzar¨¢ su capacidad de maniobra por las dif¨ªciles negociaciones que habr¨¢n de abrirse para formar mayor¨ªa en Madrid. En cambio, si Rajoy retuviera la mayor¨ªa absoluta, el lehendakari se ver¨ªa probablemente obligado a renegociar su plan a la baja, si es que no lo difer¨ªa hasta las calendas griegas.
En suma, la clave est¨¢ en que el PP retenga o no su mayor¨ªa absoluta. Ahora bien, esto no depende tanto de Rajoy como del electorado catal¨¢n, cuyo veredicto en las urnas del 16-N ser¨¢ decisivo para el futuro de Espa?a. Seg¨²n cu¨¢l sea la aritm¨¦tica de esca?os resultante, puede surgir un president de la Generalitat escorado hacia el confederalismo asim¨¦trico, si es que para ser investido precisa recurrir al independentismo de Esquerra Republicana. Pero eso despertar¨ªa tal alarmismo en el resto de Espa?a, por su concomitancia con el reto de Ibarretxe, que podr¨ªa granjearle a Rajoy la revalidaci¨®n de la mayor¨ªa absoluta -y ello por d¨¦bil o blanda que resulte su imagen personal-. Es este renacimiento del temor al nacionalismo lo que explica que de nuevo se recurra al espejismo de la monarqu¨ªa-refugio como reflejo condicionado por el recuerdo de un 23 de febrero infausto.
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