Rayo
AL LLEGAR la vacaci¨®n estival, Delphine, una joven secretaria parisiense asediada por un profundo desconcierto sentimental, no sabe d¨®nde dirigir sus pasos para que se disipe su malestar, que adem¨¢s no tiene una causa precisa. En semejante estado, consume casi todo el mes de julio yendo de un sitio para otro, pero este ir y venir ansioso aumenta progresivamente su desaz¨®n. Una tarde, mientras pasea en solitario junto al mar, sorprende la conversaci¨®n de unos veraneantes, que comentan apasionadamente la novela El rayo verde, de Julio Verne, donde se relata las cuitas afectivas de una joven, como ella, pero que logr¨® superar el agobio existencial gracias a la contemplaci¨®n de ese curioso fen¨®meno natural, que produce, en muy contadas ocasiones, un instant¨¢neo relampagueo de verde luminosidad cuando el sol se oculta en el horizonte marino. A partir de esta revelaci¨®n, Delphine asocia su ventura er¨®tica al hecho de poder contemplar, junto al gal¨¢n de su sue?o, un crep¨²sculo, en el que la visi¨®n de ese m¨ªtico destello verde claro confirme el hallazgo de la tan anhelada felicidad.
Sin perder como perspectiva de fondo la estaci¨®n estival, otra joven, llamada Reinette, en este caso una campesina con veleidades de pintora, invita a una amiga parisiense universitaria, Mirabelle, a conocer en directo el espect¨¢culo natural de la "hora azul", ese momento de madrugada, en el que se produce un pasmoso silencio en la naturaleza mientras las aves nocturnas se adormecen y a¨²n no ha estallado la algarab¨ªa de las diurnas a punto de despertarse. El primer intento que hacen de captar esta prodigiosa ausencia de ruido se frustr¨® por la imprevista irrupci¨®n ambiental de un motor, pero la afligida Reinette qued¨® compensada en la madrugada siguiente, en la que ya nadie turb¨® el preciado silencio de la "hora azul".
Este par de historias de adolescentes atribuladas, que esponjan el caudal de sus sentimientos acurruc¨¢ndose frente a la naturaleza para as¨ª percibir mejor algunos de sus fen¨®menos misteriosos, fueron rodadas, en 1986, por el cineasta franc¨¦s Eric Rohmer, que titul¨® las pel¨ªculas resultantes El rayo verde y Cuatro aventuras de Reinette y Mirabelle.
Tal parece como si la moraleja de Rohmer apuntase parad¨®jicamente a que el arte no es sino una activa deambulaci¨®n en pos de lograr el instante m¨¢gico donde se manifiesta, en medio de una total quietud, la luz m¨¢s espectral y el silencio m¨¢s completo, algo as¨ª como un "fin del mundo" nada apocal¨ªptico, porque lo que se nos revela en esa m¨¢gica suspensi¨®n del tiempo es el fervor de la naturaleza y nuestro privilegiado destino como testigos de su sobrecogedora belleza. Hay diversas formas para encarar este misterio, pero ninguna tan directa y perentoria como la que, a trav¨¦s de los sentidos, nos proporciona el arte, el ¨²nico medio al alcance para mostrarnos la elocuencia de la naturaleza que circunstancialmente nos cobija.
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