Elogio de la diferencia
Le invitaron a participar en la fiesta, y Lloyd Newson, director de DV8 Physical Theatre, se present¨® con un grupo de artistas a los que el Olimpic Arts Festival de Sydney, su anfitri¨®n, no hubiera abierto la puerta de haberlos visto llegar solos: un bailar¨ªn gordo, una bailarina de 74 a?os, dos que fueron rechazadas por el Royal Ballet por ser una demasiado grande, demasiado peque?a la otra; una heroin¨®mana, un hombre mutilado de las dos piernas...
Los protagonistas de The Cost of Living, espect¨¢culo financiado por el festival australiano, componen un friso humano improbable en compa?¨ªas de danza y en compa?¨ªas de teatro f¨ªsico. El nombre de ¨¦sta requiere una explicaci¨®n: "D" es la inicial de danza, "V8" se refiere a que Lloyd Newson hace versiones en v¨ªdeo de alguno de sus espect¨¢culos y, le¨ªdo todo junto y en ingl¨¦s, di vi eight, suena muy parecido a deviate (desviado). Newson, australiano de nacimiento, desvi¨® el rumbo que le llevaba directo a la licenciatura en psicolog¨ªa, estudi¨® danza, emigr¨® al Reino Unido, mont¨® su compa?¨ªa y empez¨® a poner en escena temas molestos, especialmente en la era Thatcher. En MSM, por ejemplo, colocaba un cenital deslumbrador sobre el fen¨®meno universal y opaco de los contactos homosexuales en urinarios de estaciones y grandes almacenes. Sus espect¨¢culos se abrieron paso a base de pegada. Lanz¨¢ndose frontalmente contra un muro, los bailarines abr¨ªan en Dead Dreams of Monochrome Men una brecha en la sensibilidad del espectador. DV8 consigui¨® que nadie saliera de sus funciones igual que hab¨ªa entrado. El d¨ªa m¨¢s feliz de mi vida, ¨²ltima que vimos en Espa?a, pon¨ªa, con un lenguaje a caballo entre el teatro f¨ªsico y el teatro de danza, un espejo despiadado delante de una porci¨®n importante de la sociedad. Sentados ante el televisor, en un cuarto de estar ir¨®nicamente rodeado de agua por los cuatro costados, sus protagonistas parec¨ªan el paradigma de la pareja felizmente casada... hasta que comprob¨¢bamos que a ¨¦l le era m¨¢s f¨¢cil bailar con el sof¨¢ que con ella. Finalizado ese extra?o paso a dos, el hombre empujaba el sof¨¢ hasta colocar la mitad en suspenso sobre el agua, se sentaba, dejaba que su pareja lo hiciera sobre el lado m¨¢s peligroso, se levantaba, y mujer y sof¨¢ se iban a pique. El d¨ªa m¨¢s feliz de mi vida ven¨ªa a ser una alegor¨ªa de las ilusiones rotas de la clase media baja, una met¨¢fora del naufragio: los personajes acababan braceando en el escenario-piscina, y los muebles de su casa, televisor incluido, a la deriva.
En The Cost of Living, la agresividad y el humor de DV8 corren parejos sobre un campo de c¨¦sped donde buscan su sitio 17 bailarines y actores escogidos por su t¨¦cnica, su energ¨ªa feroz y su diversidad f¨ªsica. Newson huye de la uniformidad: le espanta, dice, ver esas compa?¨ªas de danza en las que cada cuerpo es un calco del otro, en las que todos guardan la proporci¨®n ¨¢ulica. En este espect¨¢culo juega a contracorriente, armoniza los movimientos de una int¨¦rprete f¨ªsicamente perfecta con los de otra cuyo cuerpo que est¨¢ fuera de canon, hace sitio a una bailarina de hula-hoop, organiza un concurso de belleza trucado y una parodia de los reality-shows, implica al p¨²blico desde el principio (algunos int¨¦rpretes secuestran grupos de espectadores o roban sus objetos personales) y hace de David Toole, un bailar¨ªn sin piernas, la estrella del espect¨¢culo. Con eso dinamita los clich¨¦s y elabora una paradoja elocuente: crea belleza con lo que nadie a priori desear¨ªa ver. Newson ha compuesto para Toole un paso a dos impensable, y una coreograf¨ªa en la que todos los bailarines dejan sus piernas inertes e imitan el prodigioso balanceo del bailar¨ªn mutilado.
Lloyd Newson, que es admirador
confeso de Pina Bausch, pretende que por entre los pliegues de The Cost of Living asomen preguntas como: "?Cu¨¢nto vale una vida?" y "?por qu¨¦ algunas vidas se valoran m¨¢s?", pero consigue que afloren otras sobre, por ejemplo, el rumbo integrador que ha tomado un sector importante de las artes de la escena (recuerdo al Gran Orlando, el actor de Flowers, y a un bailar¨ªn de Wim Vandekeybus, ciegos ambos; a la actriz con s¨ªndrome de Down de Lenz Rifrazioni, la incorporaci¨®n de discapacitados en la compa?¨ªa El Tinglao...), impensable en el ¨¢mbito del deporte y all¨ª donde rige la ley de la competencia.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.