"En Am¨¦rica Latina no ha crecido el antiespa?olismo, sino al contrario"
Antrop¨®logo, profesor e investigador del Colegio de M¨¦xico, despu¨¦s de a?os de docencia en Harvard y Stanford y de haber publicado numerosos libros de referencia, como La cuesti¨®n ¨¦tnica, Rodolfo Stavenhagen parec¨ªa hecho a la medida para el cargo que ocupa. De 71 a?os, fue nombrado hace dos a?os por las Naciones Unidas relator especial para los Derechos Humanos y Libertades Fundamentales de los Ind¨ªgenas. Su nombramiento se produce en un tiempo de irrupci¨®n de los pueblos ind¨ªgenas en todos los foros y debates internacionales. Un total de 350 millones repartidos por el mundo, algunos de los cuales han pasado literalmente de la edad de piedra a la era de Internet, se han convertido, en menos de 15 a?os, de minor¨ªas marginadas en fuerza organizada. De ellos, m¨¢s de 40 millones se concentran en Latinoam¨¦rica, lo que los hace no s¨®lo los m¨¢s cercanos, sino tambi¨¦n los mejor organizados gracias precisamente a la lengua que nos es com¨²n.
"Los movimientos ind¨ªgenas quieren el reconocimiento de una identidad y unas costumbres para resolver los conflictos dentro de la comunidad"
"Hoy existe un nuevo peligro golpista: el de los que en nombre de la lucha contra el terrorismo y el narcotr¨¢fico lo dar¨ªan apelando a la ingobernabilidad"
"Creo que muchos ind¨ªgenas ven en la presencia espa?ola convenios e intercambios, un gran apoyo. S¨ª hay bastante sentimiento antinorteamericano"
"El descontento de los ind¨ªgenas con las multinacionales no se expresa tanto contra los pa¨ªses de las empresas como contra el tipo de actuaci¨®n de cada una"
"Los primeros que deber¨ªan pedir disculpas son los Estados nacionales por el trato que han dado a sus ind¨ªgenas desde la independencia y no Espa?a"
Pregunta. Hace pocas semanas hemos visto c¨®mo una revuelta ind¨ªgena y campesina obligaba a dimitir al presidente electo de Bolivia. ?En qu¨¦ medida refleja una irrupci¨®n del poder ind¨ªgena en el continente latinoamericano?
Respuesta. Es claramente una muestra de la creciente fuerza y movilizaci¨®n ind¨ªgena que se da en el continente, y en Bolivia y Ecuador en particular. Cada pa¨ªs tiene unas circunstancias hist¨®ricas especiales que hacen que este ¨ªmpetu se manifieste de distintas maneras. As¨ª, en Ecuador se expresa en una fuerza muy bien estructurada y organizada que se ha ido formando a lo largo de los ¨²ltimos 20 a?os y que ha culminado en la creaci¨®n de un partido pol¨ªtico, el Pachacuti, que no s¨®lo consigui¨® tambi¨¦n la dimisi¨®n de un presidente electo hace dos a?os, sino entrar en el ¨²ltimo Gobierno y participar en el juego pol¨ªtico a la manera de los partidos pol¨ªticos de cualquier democracia occidental, con la ¨²nica particularidad de que el partido implicado se reconoce abiertamente ind¨ªgena. En Bolivia, en cambio, asistimos a una irrupci¨®n explosiva de los pueblos ind¨ªgenas al margen de los partidos. Carecen aqu¨ª de la organizaci¨®n y estructura que tienen en Ecuador, y su capacidad de movilizaci¨®n se da en torno a situaciones o coyunturas determinadas. La participaci¨®n de los ind¨ªgenas en la pol¨ªtica se da de forma dispersa, a trav¨¦s de diferentes partidos; aunque, sin duda, la elecci¨®n de Evo Morales, una fuerza real en la calle, en las pasadas elecciones presidenciales como diputado le convierte tambi¨¦n en un punto de referencia dentro de las instituciones democr¨¢ticas para los ind¨ªgenas. En M¨¦xico, por el contrario, el levantamiento zapatista, del que ahora se cumplen diez a?os, dijo: "No optamos ni queremos el poder porque no tenemos ninguna confianza en el sistema de partidos". Tal vez no les faltaba raz¨®n cuando en M¨¦xico el mismo partido, el PRI, llevaba gobernando durante m¨¢s de 70 a?os, pero ahora ya no es as¨ª. Desde que en el a?o 2000 gan¨® la oposici¨®n puede decirse que se ha instaurado un juego de partidos a todos los niveles, del Congreso, Senado, elecciones presidenciales, etc¨¦tera. As¨ª que habr¨¢ que ver c¨®mo esa energ¨ªa ind¨ªgena se canaliza hacia el juego democr¨¢tico. Esas explosiones que se dan al margen del sistema, llamadas democracia en la calle, tienen implicaciones positivas tanto como negativas.
P. ?Cu¨¢les son las negativas?
R
. Reflejan el desencanto con los procesos partidistas electorales que se inauguraron hace diez a?os al caer las dictaduras en muchos pa¨ªses del continente.
P. La victoria de un sindicalista como Lula en Brasil, junto con la aparici¨®n de rostros mestizos en la presidencia de varios pa¨ªses, como Bolivia, Venezuela, Per¨², ?es una indicaci¨®n de que se est¨¢ renovando un poder pol¨ªtico que hab¨ªa estado en manos de las oligarqu¨ªas blancas en los ¨²ltimos 500 a?os?
R. S¨ª, hay un resurgimiento de la movilizaci¨®n social y popular muy fuerte en muchas partes de Am¨¦rica Latina por diferentes motivos. A veces, los elementos ind¨ªgenas est¨¢n muy presentes, como en el caso de Bolivia o Ecuador, porque all¨ª son mayor¨ªa; otras, menos, porque su presencia demogr¨¢fica es menor, como sucede en Brasil. Pero es equiparable en cuanto que los que se movilizan son tambi¨¦n campesinos desheredados, como los del movimiento Sin Tierra, adem¨¢s de las masas populares y sindicales urbanas de las que procede el fen¨®meno Lula.
En otras partes, esa movilizaci¨®n popular implica a las clases medias urbanas, dando lugar a un nuevo populismo. Ahora bien, hay que preguntarse: ?qu¨¦ pasa con las oligarqu¨ªas?
P. ?Qu¨¦ pasa?
R. Esas oligarqu¨ªas de las que se viene hablando desde hace 50 a?os ya no son las mismas. Ahora son oligarqu¨ªas globalizadas. Lo m¨¢s triste y preocupante es que esos intereses econ¨®micos se han fortalecido y consolidado gracias a que han sabido modernizarse tecnol¨®gicamente y vincularse al mercado global, pero no se han modernizado pol¨ªticamente, as¨ª que no quieren soltar el poder, sobre todo a nivel regional y tradicional. Lo que les lleva a un atrincheramiento en los ¨¢mbitos econ¨®micos. Ver c¨®mo el poder real sigue estando en manos de los intereses econ¨®micos contribuye al desencanto con los procesos electorales.
P. ?Qu¨¦ vestigios quedan de las antiguas dictaduras en el continente?
R. Ahora hay elecciones transparentes. La Organizaci¨®n de Estados Americanos ha declarado que la democracia debe ser defendida en todas partes. Eso desalienta la intervenci¨®n de golpes militares, lo que ya es un progreso muy importante. Al desaparecer la guerra fr¨ªa y el peligro del comunismo, los golpistas ya no encuentran las mismas justificaciones de hace 20 a?os. Pero hoy existe un nuevo peligro: en nombre de la lucha contra el terrorismo, por un lado, y contra el narcotr¨¢fico, por el otro, no faltan quienes podr¨ªan justificar un golpe apelando a una supuesta ingobernabilidad del pa¨ªs.
P. En Guatemala, pero tambi¨¦n en otros pa¨ªses como M¨¦xico, vemos c¨®mo la presencia de los movimientos y reivindicaciones ind¨ªgenas es contrarrestada por un aumento de los grupos paramilitares. ?A qu¨¦ intereses sirven?
R. Hay un poco de todo. En Guatemala fueron creados en la ¨¦poca de la dictadura para servir a los Gobiernos militares y poderes econ¨®micos asociados. Aunque los acuerdos de paz de 1996 establecieron el desarme de las Patrullas de Autodefensa Civil, ¨¦stas no s¨®lo no fueron desmanteladas, sino que han sido utilizadas con fines electorales propios por el candidato presidencial R¨ªos Montt, el mismo que fue golpista y dictador en los a?os ochenta. Es algo que pude constatar en mi misi¨®n de investigaci¨®n el pasado a?o. No s¨¦ qu¨¦ har¨¢ el nuevo Gobierno, pero es muy grave que estos grupos todav¨ªa no est¨¦n desmantelados. En cuanto a otros pa¨ªses como M¨¦xico, existen tambi¨¦n denuncias de organizaciones ind¨ªgenas en Chiapas, Guerrero, Oaxaca, contra la violencia de la que son v¨ªctimas por parte de grupos civiles armados que, al parecer, est¨¢n relacionados con caciques locales, terratenientes y otros poderes econ¨®micos y pol¨ªticos. Seg¨²n la informaci¨®n que he recibido como relator, algunos de esos poderes son antiguos; pero otros son nuevos, al servicio de los intereses de multinacionales, empresas madereras o ganaderas, e incluso narcotraficantes, un problema creciente en zonas del sur y del norte donde las reivindicaciones de los ind¨ªgenas chocan con los intereses de estos grupos de poder.
P. Muchas de las revueltas y protestas ind¨ªgenas de los ¨²ltimos tiempos, como las que hemos visto en Bolivia o han protagonizado los mapuches en Chile, se han dirigido contra intereses que afectan a empresas espa?olas. ?Qu¨¦ efectos est¨¢ teniendo la penetraci¨®n econ¨®mica espa?ola entre la opini¨®n p¨²blica?
R. No falta quien est¨¢ diciendo que el viejo imperio colonial est¨¢ volviendo a trav¨¦s de esas empresas, pero yo m¨¢s bien creo que son voces demag¨®gicas y aisladas. Las empresas espa?olas no son las ¨²nicas grandes multinacionales con presencia en Am¨¦rica Latina; las hay de todos los pa¨ªses, Francia, Jap¨®n, y sobre todo de Estados Unidos. El descontento de los ind¨ªgenas y de organizaciones populares no se expresa tanto contra la nacionalidad de las empresas como contra el tipo de actuaci¨®n de cada una.
P. Se oyen voces ind¨ªgenas que atribuyen todos sus males actuales a la herencia que ha dejado en el continente la conquista y colonizaci¨®n espa?ola.
R. No creo que haya un creciente sentimiento antiespa?ol como muchos dicen, sino todo lo contrario. Creo que muchos ven en la presencia espa?ola, a trav¨¦s de los convenios de cooperaci¨®n e intercambios acad¨¦micos, un gran apoyo. En cambio, s¨ª hay bastante sentimiento antinorteamericano, la potencia con m¨¢s intereses en el continente; las encuestas muestran que, adem¨¢s, ¨¦ste se ha incrementado bastante con la guerra de Irak.
P. ?Los pueblos ind¨ªgenas, tan celosos de la defensa de sus recursos naturales, sienten alg¨²n tipo de identificaci¨®n con un pueblo que sufre una guerra en la que el petr¨®leo ha tenido un papel importante?
R. Exactamente. Lo he o¨ªdo muchas veces, sobre todo en M¨¦xico, que fue invadido varias veces por Estados Unidos y perdi¨® la mitad de su territorio. La gente no se cuestiona la naturaleza del r¨¦gimen de Sadam Husein o Al Qaeda, sino que dice: eso ya nos sucedi¨® a nosotros.
P. Usted ha hablado de la deuda hist¨®rica de los Estados hacia los pueblos ind¨ªgenas. ?Deber¨ªa Espa?a pedir perd¨®n como piden algunas voces?
R. Si no pedir perd¨®n, por lo menos podr¨ªa pedir disculpas a los pueblos ind¨ªgenas, tal como vienen reclamando hist¨®ricamente. Claro que los primeros que deber¨ªan pedir disculpas son los Estados nacionales, por el trato que han dado a sus ind¨ªgenas desde que accedieron a la independencia, y no Espa?a. Por otra parte, la mejor forma de pedir disculpas es cambiar la forma de ver la realidad y esclarecer la verdad. A tal efecto, Chile cre¨® una Comisi¨®n de la Verdad y Nuevo Trato hace tres a?os que concluye sus trabajos ahora. Guatemala estableci¨® su propia Comisi¨®n de la Verdad, en la que participaron ind¨ªgenas mayas, y que revel¨® la magnitud del genocidio cometido por los reg¨ªmenes militares. Creo que lo que puede hacer Espa?a no es tanto asumir culpas hist¨®ricas como ayudar a repensar la historia, y a partir de ah¨ª orientar la pol¨ªtica de cooperaci¨®n. ?sta puede contribuir mucho a resarcir las im¨¢genes de injusticia acumuladas. Claro que no debe ser s¨®lo una pol¨ªtica cosm¨¦tica que sirva a los intereses de tal o cual Gobierno, sino con miras a largo plazo con respecto a los pueblos ind¨ªgenas.
P. ?Es insuficiente la que existe ahora?
R. S¨ª. Est¨¢ bien, pero es insuficiente. Las restricciones a la migraci¨®n impuestas por la Uni¨®n Europea, por ejemplo, podr¨ªan compensarse con m¨¢s intercambios y servicios que s¨®lo Espa?a puede proporcionar, como son becas de estudios, capacitaci¨®n, etc¨¦tera. Para muchos dirigentes y especialistas ind¨ªgenas, su ¨²nica experiencia en el extranjero ha sido Espa?a; la mayor¨ªa aspira a venir a formarse aqu¨ª por la facilidad que proporciona la lengua.
P. ?Qu¨¦ tienen en com¨²n pueblos tan diferentes como los ind¨ªgenas latinoamericanos con los de Filipinas o los inuit de Labrador?
R. Tienen en com¨²n sus reivindicaciones en materia de agricultura, ocupaci¨®n de tierras, administraci¨®n de justicia, as¨ª como acceso a los servicios del Estado, como salud, educaci¨®n, etc¨¦tera. En general, han sido las v¨ªctimas de algunos de los efectos m¨¢s nocivos de lo que puede llamarse globalizaci¨®n econ¨®mica, en cuanto han sido los m¨¢s afectados por la actividad de las empresas que deterioran el medio ambiente o envenenan el suelo y las aguas, como las madereras, las mineras, las el¨¦ctricas o las agroalimentarias, sobre todo las de productos de transg¨¦nicos que modifican la biodiversidad de la regi¨®n. De ¨¦sta depende su medicina, su agricultura, la obtenci¨®n de agua potable. Por ello sus preocupaciones est¨¢n tan relacionadas con las de los movimientos ecologistas.
P. En Seattle vimos por primera vez a manifestantes ind¨ªgenas de todo el planeta junto a j¨®venes de Occidente. ?Qu¨¦ ha significado para ellos el movimiento que culmina en Porto Alegre?
R. Ha servido para crear una alianza que se ha visto en todas las manifestaciones contra las cumbres de organismos internacionales como la de la OMC en Canc¨²n, y que les ha abierto hacia el exterior. De Seattle a Canc¨²n, pasando por Ginebra o Porto Alegre, estas manifestaciones han sido hitos muy importantes en la organizaci¨®n de los pueblos ind¨ªgenas a nivel mundial. Junto con los esfuerzos de Naciones Unidas, que desde los a?os ochenta viene esforz¨¢ndose en crear un espacio para los ind¨ªgenas, han contribuido a que adquirieran una visi¨®n de conjunto de su situaci¨®n a nivel nacional e internacional. Hasta hace pocos a?os estaban concentrados en luchas y problemas locales, hoy est¨¢n presentes en todos los foros y debates internacionales.
P. ?Qu¨¦ han conseguido con ello?
R. Que las cumbres de esos organismos internacionales, como el Banco Mundial, ya no puedan celebrarse sin rendir cuentas a nadie. Hoy no hay una cumbre sobre desarrollo sostenible, propiedad intelectual o medio ambiente donde no haya simult¨¢neamente una reuni¨®n de ONG que llevan sus conclusiones y resultados a las reuniones de los Gobiernos, de forma que los delegados gubernamentales se ven obligados a tomar en cuenta lo que viene de esos sectores. Eso ha hecho que hoy podamos ver muchas disposiciones tomadas a ra¨ªz de las recomendaciones de los movimientos ind¨ªgenas. Es un resultado de la movilizaci¨®n de estos pueblos en la escena internacional, algo que no exist¨ªa hace 15 a?os.
P. Su informe del ¨²ltimo a?o, debatido en el encuentro celebrado esta semana en Madrid, intenta buscar formas de conjugar las legislaciones ind¨ªgenas con las de los Estados. ?No existe el peligro de que muchas de las reivindicaciones ind¨ªgenas en este terreno desemboquen en peticiones de independencia como las que han podido escucharse en ciertos momentos entre los mapuches o en Chiapas?
R. Creo que se trata de una percepci¨®n equivocada. Es un invento de los que no quieren reconocer los derechos de los pueblos ind¨ªgenas. No niego que haya algunas voces que as¨ª lo piden, pero los movimientos ind¨ªgenas est¨¢n muy lejos de esos planteamientos en t¨¦rminos generales. Lo que piden es mayor participaci¨®n a nivel nacional, pasar de la exclusi¨®n y discriminaci¨®n a la integraci¨®n plena como ciudadanos, pero con el reconocimiento de una identidad, unas costumbres, un uso de la tierra y el derecho a sus formas de justicia tradicional para resolver conflictos dentro de la comunidad, reflejadas en formas de autonom¨ªa o autogobierno local dentro de los Estados existentes. Esto requiere muchas veces una reforma constitucional, como la que reclaman los mapuches, que todav¨ªa no se ha producido.
P. Tras el descontento que suscit¨® la reforma constitucional de 2001 en M¨¦xico, considerada insuficiente por los zapatistas, ¨¦stos han creado ahora un nuevo sistema de autogobierno regional desde la base, los llamados caracoles, y las juntas de buen gobierno. ?Se ha manifestado usted ya al respecto?
R. S¨ª. En mi visita oficial a decenas de comunidades ind¨ªgenas de todo el pa¨ªs encontr¨¦ la petici¨®n general de que se reabriera el debate porque no dej¨® satisfechas las demandas, as¨ª que aconsej¨¦ al Gobierno en mi informe que reforme la reforma. En cuanto a los caracoles, es una experiencia de laboratorio social que hay que seguir con mucho cuidado para no violentar la situaci¨®n y respetar los procesos propios de las comunidades ind¨ªgenas. Aunque no se enmarque dentro de la legislaci¨®n vigente, ¨¦sta debe ser flexible y adaptarse a una realidad social cambiante; as¨ª que yo recomiendo al Gobierno que respete y reconozca esas nuevas instancias que se han creado, abriendo espacios en las administraciones p¨²blicas y leyes nacionales que permitan incorporar estas experiencias.
![El investigador Stavenhagen, durante la entrevista realizada en Madrid.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/D5A3NQGXZE4WULKTBGDZE2UY2Q.jpg?auth=7f33551f06255c6baa32742b1813b7f763c16a1aa2726622b85c4ac4081d4c6c&width=414)
Un antrop¨®logo sin pelos en la lengua
ACAD?MICO "ACTIVISTA", como a ¨¦l mismo le gusta denominarse por su papel al frente de la Academia Mexicana de Derechos Humanos, Stavenhagen considera que los derechos humanos en tiempos de la globalizaci¨®n van m¨¢s all¨¢ del derecho a la libertad de expresi¨®n o a no ser torturado como pudo suceder en tiempos de las dictaduras m¨¢s sangrientas del continente latinoamericano, y hoy engloba a todo aquello que afecta a la salud, econom¨ªa, cultura, trabajo; en suma, al derecho a vivir plena y libremente de los pueblos.
Sus 71 a?os muy bien llevados y su pelo blanco le confieren un aspecto respetable y cordial que le hacen parecer todo menos un radical. Sin embargo, no falta quien compara su independencia, valent¨ªa y forma directa de abordar los problemas con Mary Robinson, la ex presidenta de Irlanda que transform¨® el cargo de Derechos Humanos en las Naciones Unidas. Stavenhagen, un apellido alem¨¢n para un mexicano de profundas ra¨ªces culturales hispanas, cree que su larga trayectoria acad¨¦mica y el hecho de que no forme parte del sistema funcionarial de las Naciones Unidas le dan la libertad necesaria para un cargo "que exige una independencia total de los intereses creados". Escuch¨¢ndole hablar se descubre a un hombre capaz de decir las verdades m¨¢s descarnadas con la mayor tranquilidad, sin acentuar una s¨ªlaba m¨¢s que la otra, s¨®lo aparentemente dulcificadas por su acento mexicano meloso. Si adem¨¢s tenemos en cuenta lo que ¨¦l llama su "deformaci¨®n" como antrop¨®logo que le hace ver siempre al ser humano antes que a las instituciones, tal vez entenderemos ese af¨¢n por representar siempre a los de abajo ante los de arriba, llevando la voz que escucha en las aldeas ante las m¨¢ximas instancias nacionales e internacionales.
En dos a?os desde que se fund¨® el cargo que ¨¦l inaugur¨® ha visitado a fondo Guatemala, M¨¦xico, Filipinas y Chile, produciendo los primeros informes sobre el impacto de los grandes proyectos de desarrollo sobre los pueblos ind¨ªgenas el pasado a?o, y sobre la implementaci¨®n de los sistemas de justicia ind¨ªgenas que se ha presentado en el encuentro celebrado esta semana en Madrid.
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