P¨¦rez-Reverte admite que el desenga?o de Alatriste con la patria y sus curas es el suyo
El autor presenta con dos amigos-personaje la quinta entrega de la saga en el Teatro Espa?ol
A teatro lleno, pero sin las pu?aladas que se daban los madrile?os del Siglo de Oro en las colas de los corrales de comedias para ver un estreno de Calder¨®n: as¨ª present¨® ayer Arturo P¨¦rez-Reverte la quinta entrega de la popular¨ªsima saga del Capit¨¢n Alatriste. Lo hizo con dos amigos-personaje: Juan Eslava Gal¨¢n, proxeneta sevillano en El oro del Rey, y Rafael de C¨®zar, c¨®mico cornudo a sabiendas en este Caballero del jub¨®n amarillo (Alfaguara). Reverte reparti¨® le?a a diestro y siniestro contra la Espa?a rancia, ego¨ªsta y curil y admiti¨® que la amargura de Alatriste es pr¨¦stamo suyo.
La cita era en la Taberna del Turco, el garito donde Alatriste apura el amargo vino de la decadencia del imperio espa?ol en esta serie que ha vendido ya m¨¢s de 3 millones de ejemplares. Al final, dos actores representan un fragmento del nuevo Alatriste: el amargo di¨¢logo entre el capit¨¢n y su enemigo, Malatesta. Al principio, salen el autor y sus dos compadres: el escritor Eslava Gal¨¢n y el profesor De C¨®zar. Fumando como soldados, hablan del barrio de hace cuatro siglos, donde los literatos tiraban de espada: G¨®ngora, gran poeta y burlanga siempre envidiando las ganancias de Lope, dramaturgo frustrado por no ser gran poeta, ante un Cervantes incapaz para la l¨ªrica y el ¨¦xito teatral.
Hablan del nuevo-viejo Diego Alatriste, ex combatiente en Flandes, m¨¢s depresivo, maduro y oscuro que nunca. Y de una novela, dicen Eslava y De C¨®zar, m¨¢s cuajada y m¨¢s h¨¢bil en los claroscuros para retratar la Espa?a de Felipe IV.
El di¨¢logo, interrumpido a ratos por las risas de la gente que llenaba el antiguo Corral de Comedias (all¨ª andaban Agust¨ªn D¨ªaz Yanes, guionista de la futura pel¨ªcula Alatriste; Gregorio Salvador, Carmelo G¨®mez, Montxo Armend¨¢riz...), dio para una jarra de vino entera. De C¨®zar ley¨® un gracioso poema explicando que sus cuernos novelescos son pura raz¨®n de Estado (el amante de su mujer es el Rey), Eslava a?adi¨® que ??igo de Balboa, el paje-hijo de Alatriste, crece con la saga y empieza a saber que el h¨¦roe que conoci¨® de ni?o es un "hijodeputa", aunque mantiene su "sentido del honor" cuando el Rey trata de robarle la mujer con la que yace. P¨¦rez-Reverte confirma que este Alatriste es el m¨¢s cruel y amargo de todos: "Dio la vida en Flandes por un Rey que desprecia, pero si le quita la hembra las cosas son distintas".
"Todo espa?ol l¨²cido y medianamente le¨ªdo cae en la amargura ", a?ade el autor. "Y por eso la melancol¨ªa recorre toda la novela. Quiz¨¢ la pon¨ªa yo, porque Alatriste, en el fondo, es Espa?a. Ese puto pa¨ªs de la desmemoria, esa Espa?a que da pena, de curas ordenando quemar a gente".
Esa Espa?a, reconoci¨®, en la que ¨¦l cre¨ªa de joven: "Me educaron para amar la patria, la bandera, el amor eterno, la verdadera fe, las grandes palabras con may¨²sculas. Luego creces, lees, conoces, y la vida te arranca a mordiscos la inocencia. Y ves la insolidaridad, el ego¨ªsmo, el fanatismo... Todo se va al carajo. ?Qu¨¦ te queda? Alatriste, cuatro amigos, una actitud moral. La ¨¦tica del pe¨®n de ajedrez que se queda atr¨¢s".
Babelia
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