Mayor¨ªa nacionalista
De las elecciones catalanas parece desprenderse a primera vista una mayor¨ªa nacionalista. Es l¨®gico, por tanto, que Artur Mas intente un acuerdo con Esquerra Republicana. Es una f¨®rmula que ya se dio en 1980, en las primeras auton¨®micas, y es una mayor¨ªa que ya exist¨ªa en el Parlamento saliente, s¨®lo que Jordi Pujol prefiri¨® gobernar con el apoyo del PP. En la pr¨®xima legislatura a Mas ya no le sirve el apoyo de los populares, que a pesar de su crecimiento se han quedado al margen de toda aritm¨¦tica parlamentaria en Catalu?a y en el momento m¨¢s crucial.
Pero un Gobierno CiU-Esquerra Republicana levanta fantasmas en Madrid y contar¨ªa con serios problemas de estabilidad. Son dos partidos que se disputan el mismo espacio electoral, uno en descenso y el otro en ascenso, y esto augura una legislatura llena de zancadillas. Mas ser¨ªa el presidente, pero estar¨ªa en manos de Carod. No es extra?o que algunos dirigentes socialistas no le hagan ascos a la hip¨®tesis de un gobierno de CiU en minor¨ªa, con la abstenci¨®n socialista en la investidura. Ello obligar¨ªa a Artur Mas a una trabajosa geometr¨ªa de alianzas en el Parlamento, pero le librar¨ªa del sometimiento a una fuerza menor y m¨¢s radical. Esta f¨®rmula podr¨ªa tranquilizar a los sectores m¨¢s sensibles a una eventual deriva soberanista en Catalu?a, pero obligar¨ªa a precipitar el final de Maragall y a cambiar el discurso dominante del PSC, que considera que esta f¨®rmula contradice todo su discurso a favor del cambio.
Carod pedir¨¢ mucho y pide ya compromisos de futuro: no pactar¨¢ con nadie que despu¨¦s de marzo apoye al PP, si lo necesita, en las Cortes Generales. El Gobierno de concentraci¨®n nacional -todos menos el PP- al que apela es la mayor¨ªa necesaria para la aprobaci¨®n de una propuesta de nuevo Estatuto de Catalu?a. Convertirla en Gobierno ser¨ªa crear una sensaci¨®n de crisis que no existe. Carod quiere apurar el vaso de la equidistancia entre el nacionalismo y el progresismo. Pero el tiempo se le acab¨®: tendr¨¢ que optar, si es que otros no optan por ¨¦l antes de que se d¨¦ cuenta.
Aritm¨¦ticamente, queda otra mayor¨ªa parlamentaria: el tripartito de la izquierda, que suma m¨¢s esca?os, pero que probablemente s¨®lo se puede abordar si fracasan las otras opciones. Esta f¨®rmula podr¨ªa funcionar en el imaginario del PSC como una tabla de salvaci¨®n, pero no servir¨ªa para ocultar que el socialismo ha sido el gran derrotado en las elecciones del domingo. A las dificultades intr¨ªnsecas de la socialdemocracia en Europa a la hora de ofrecer una alternativa a la derecha, el PSC ha a?adido la dificultad en superar la extendida impresi¨®n de que el cambio no consist¨ªa ¨²nicamente en pasar la p¨¢gina de Pujol, sino tambi¨¦n la de Maragall. Han sido los dos l¨ªderes m¨¢s importantes de Catalu?a en los ¨²ltimos 20 a?os. No debe sorprender que su destino, al final de este proceso, acabe estando ligado.
De la moderaci¨®n que imprima Artur Mas a su liderazgo, sea cual sea la f¨®rmula, depender¨¢ en buena parte que los temores con que se han recibido los resultados electorales no se vean justificados. Pero la evoluci¨®n de la pol¨ªtica catalana hacia un frentismo como el que se da en el Pa¨ªs Vasco no depende s¨®lo del sentido com¨²n de los dirigentes catalanes, sino tambi¨¦n de la actitud del Gobierno de Espa?a y del PP en particular. La agresividad de Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar contra los nacionalismos perif¨¦ricos tiene bastante que ver con la radicalizaci¨®n del voto nacionalista en Catalu?a.
Las dos partes tendr¨¢n una primera prueba en la cuesti¨®n del Estatuto. Un Gobierno de coalici¨®n CiU-ERC o de CiU en minor¨ªa querr¨¢ cumplir el compromiso de un nuevo Estatuto de Catalu?a, asumido por cuatro de los cinco partidos catalanes. No s¨®lo por razones num¨¦ricas -se requieren dos tercios de los votos de la C¨¢mara catalana-, sino tambi¨¦n pol¨ªticas, habr¨¢ que demostrar la capacidad de crear una mayor¨ªa amplia en torno al Estatuto y trabajar en un proyecto de consenso y no de imposici¨®n. Los nacionalistas de CiU y de ERC deben estar tan interesados como el que m¨¢s en que Catalu?a d¨¦ el ejemplo de convivencia y complicidad b¨¢sica entre las fuerzas pol¨ªticas que la han alejado siempre del escenario vasco.
Si se plantea la reforma con buen sentido y recibe el apoyo de una amplia mayor¨ªa, gracias a la incorporaci¨®n de PSC e ICV, el Gobierno espa?ol deber¨¢ tambi¨¦n estar a la altura. Y aprovechar una oportunidad ¨²nica de demostrar que el Estado de las Autonom¨ªas puede reformarse por la v¨ªa democr¨¢tica y del di¨¢logo. Rajoy deber¨ªa aprender la lecci¨®n: la estrategia de la tensi¨®n puede dar votos, pero crea inestabilidad. Cuando lleg¨® el PP al Gobierno, ni en el Pa¨ªs Vasco ni en Catalu?a estaban en el orden del d¨ªa las reformas estatuarias. Hoy lo est¨¢n.
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