Marat¨®n estil¨ªstico

Enrico Pieranunzi se present¨® solo ante un estupendo B?sendorfer cuyas teclas atac¨® con delicadeza mediterr¨¢nea. ?se fue el ¨²nico rasgo persistente de su recital porque, en cuestiones de repertorio y de estrategias para desarrollarlo, prevaleci¨® la disparidad. En La Abad¨ªa se escuch¨® tanto al compositor marcado por la tradici¨®n culta europea y el folclor de su pa¨ªs como al cosmopolita que interpreta, con talante casi cabal¨ªstico, piezas escritas al otro lado del Atl¨¢ntico.

Sus temas originales (Islas, Canto nascosto, Una piccola chiave dorata) tuvieron la perfecci¨®n formal del pelo engominado con la raya al medio. Por suerte, despu¨¦s asom¨® el Pieranunzi experto en adivinanzas, el m¨²sico espont¨¢neo capaz de hacer diabluras mezclando el gershwiniano Fascinating rhythm con la Freedom jazz dance de Eddie Harris y con el Jitterbug waltz de Fats Waller. De esos temibles nudos borgianos, Pieranunzi se zaf¨® con la misma facilidad que de una simple lazada. El italiano termin¨® su marat¨®n estil¨ªstica con esa delicia llamada Someday my prince will come. Para contrastar, quiz¨¢ hubiera sido buena idea que a?adiese alguna de las obras maestras de Nino Rota, Ennio Morricone o, a¨²n mejor, de Wayne Shorter.