?ltimos bultos
Las burbujas econ¨®micas producen burbujas arquitect¨®nicas. La prosperidad acelerada de los a?os sesenta nos dio los collages coloristas de Archigram, con sus ciudades sobre patas telesc¨®picas, sus caleidoscopios lis¨¦rgicos de submarino amarillo y sus circos de banderolas pop; nos dio las construcciones hinchables y ef¨ªmeras de los festivales hippies; y nos dio tambi¨¦n las estructuras geod¨¦sicas que Buckminster Fuller acab¨® convirtiendo en s¨ªmbolo de la contracultura. Pues bien, la burbuja financiera de los noventa trajo a las pantallas de los ordenadores id¨¦ntica parafernalia, en ocasiones dise?ada incluso por los mismos viejos rockeros, pero ahora deshuesada de cualquier utop¨ªa social, ajena a todo experimentalismo tecnol¨®gico y puesta al servicio d¨®cil del espect¨¢culo del comercio o la cultura. A esta r¨²brica pertenecen las dos burbujas azules terminadas en Birmingham y Graz por arquitectos veteranos que fingen estar materializando sue?os de juventud.
Son, en verdad, arquitecturas de consumo y de ficci¨®n (o de ciencia-ficci¨®n)
En Birmingham, la compa?¨ªa Selfridges ha querido insuflar ox¨ªgeno a un tipo comercial en decadencia -los grandes almacenes, sometidos desde hace tres d¨¦cadas a la tenaz competencia de los centros comerciales suburbanos- con una arquitectura que llame la atenci¨®n, y para ello seleccion¨® a Future Systems, un estudio de nombre program¨¢tico que se sit¨²a en la estela de Fuller y del Norman Foster que emple¨® en su d¨ªa a Jan Kaplicky, un arquitecto nacido en Praga hace 66 a?os y afincado en Londres, donde dirige la oficina con su esposa Amanda Levete. Resucitando un proyecto de hace veinte a?os, Kaplicky ha construido en 36 meses un edificio de 25.000 metros cuadrados, el mayor de Selfridges tras la sede hist¨®rica de Oxford Street, dise?ada por el norteamericano Daniel Burnham en 1908. (En sinton¨ªa con la pol¨ªtica de "usar la arquitectura como valla publicitaria del negocio", la pr¨®xima sede, que se abrir¨¢ en Glasgow en 2007, ha sido confiada al japon¨¦s Toyo Ito, el mismo que ha proyectado para C¨®rdoba un Corte Ingl¨¦s en forma de burbujas nacaradas).
El bulto biom¨®rfico de Birmingham se levanta en el centro desfigurado de una ciudad devastada por la decadencia industrial y el urbanismo agresivo de los sesenta, pero que sigue siendo la segunda ¨¢rea metropolitana brit¨¢nica. En ese coraz¨®n ca¨®tico y amorfo, y frente a una iglesia neog¨®tica, Future Systems ha construido con t¨¦cnicas convencionales un almac¨¦n ameboide que adquiere su imagen caracter¨ªstica de ojo de mosca o piel de serpiente a trav¨¦s de 15.000 discos de aluminio anodizado que se fijan como chinchetas sobre la c¨¢scara de hormig¨®n pintada de azul Klein: un icono instant¨¢neo para el comercio e incluso para la ciudad que recuerda los vestidos de chapas met¨¢licas dise?ados por Paco Rabanne en los sesenta, y que remite tambi¨¦n a las exploraciones perceptivas del artista Anish Kapoor, colaborador ocasional de los arquitectos. Con su monumental escultura de 37 metros de altura, ¨¦stos aseguran haber intentado obtener un efecto flashy, glamuroso y seductor -algo que en los ¨²ltimos tiempos se hab¨ªa limitado a las boutiques de las marcas de moda, los Gucci, Prada o Armani que han desplazado a los grandes almacenes de la imaginaci¨®n popular-, y esa voluntad de espect¨¢culo se extiende aqu¨ª al interior, que se ha tematizado teatralmente encargando cada planta a un arquitecto distinto.
En Graz, una ciudad austriaca de singular belleza y el mayor casco urbano hist¨®rico del mundo germ¨¢nico que sobrevivi¨® a los bombardeos de la II Guerra Mundial, el veterano fundador de Archigram Peter Cook -un brit¨¢nico nacido en Essex hace 67 a?os- y su colega Colin Fournier han fabricado la Kunsthaus local (dedicada exclusivamente al arte contempor¨¢neo) como un bulto azul erizado de ojos que se eleva frente al casco antiguo, en la margen derecha del r¨ªo Mur. Construida con una estructura met¨¢lica triangulada sobre la que se fijan paneles de metacrilato, y coronada por una profusi¨®n de saltones lucernarios circulares que le dan un aire inquietante de organismo extraterrestre, la burbuja escamosa de la Kunsthaus se promueve con ocasi¨®n de la actual capitalidad cultural europea de Graz, y en su di¨¢logo con el antiguo campanario del Schlossberg y las viejas torres de la ciudad pretende transmitir el mensaje fatigoso de la voluntad colectiva de reconciliar vanguardia y tradici¨®n.
Pero lo cierto es que ni el futurismo ut¨®pico de Peter Cook -un arquitecto dedicado a la ense?anza desde los a?os de Archigram- ni el expresionismo fracturado de la llamada Escuela de Graz -un influyente grupo deconstructivo liderado por G¨¹nther Domenig- han tenido con la tradici¨®n otro di¨¢logo que no fuera el del contraste y el conflicto. Aqu¨ª, lo que los autores llaman su "perverso edificio tecnol¨®gico" tiene, aseguran, una justificaci¨®n contextual: "Es s¨®lo otra forma sexy como las c¨²pulas bulbosas de Graz". M¨¢s tub¨¦rculo que bulbo en su semejanza con una patata florecida, este alien¨ªgena amable evoca desde luego los c¨®mics de Archigram -tan reproducidos el a?o pasado con motivo de la concesi¨®n al grupo de la medalla de oro del RIBA, que en la ¨²ltima edici¨®n ha reca¨ªdo por cierto en Rafael Moneo-, pero se antoja ajeno al ¨¦lan visionario de los proyectos de esa ¨¦poca: un tiempo efectivamente incandescente, que la desaparici¨®n el pasado agosto de Cedric Price (el cr¨ªtico y te¨®rico m¨¢s influyente de aquella coyuntura, autor tambi¨¦n de proyectos m¨ªticos como el Fun Palace o el Potteries Thinkbelt, y de quien el propio Cook afirma que fue el pensador m¨¢s importante de la arquitectura brit¨¢nica en la segunda mitad del siglo XX) permiti¨® recordar en toda su dimensi¨®n propositiva, pr¨¢ctica y pol¨ªtica.
Acaso porque la naturaleza de la utop¨ªa es su carencia de lugar concreto, o quiz¨¢ porque lo propio de las visiones es su desvanecimiento en contacto con la realidad, los sue?os construidos defraudan siempre. Sin embargo, es dif¨ªcil ser severo con las burbujas de estos arquitectos sexagenarios. A fin de cuentas, los grandes almacenes necesitan atraer al cliente lo mismo que los centros de arte requieren recabar la atenci¨®n del visitante; al cabo, Birmingham es una ciudad tan calamitosa que cualquier implantaci¨®n nueva no puede sino mejorarla, mientras que la belleza de Graz no debe resultar menoscabada por el extra?o bulto del otro lado del r¨ªo; y si la burbuja on¨ªrica de Future Systems puede regenerar la vida urbana y convertirse en s¨ªmbolo de optimismo, el organismo fant¨¢stico de Peter Cook debe atraer el turismo cultural y devenir un emblema de modernidad futurista. Son, es verdad, arquitecturas de consumo y de ficci¨®n (o de ciencia-ficci¨®n), pero la a?oranza por los sue?os dibujados de los sesenta, que es una nostalgia por una sociedad m¨¢s joven e inocente, no puede borrar del paisaje los fantasmas construidos por la vigilia de la vanguardia vieja.
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