Chaquetas blancas
Tras la resaca electoral toca desengrasar. Hay que relajarse aunque, acostumbrados al f¨²tbol, media Catalu?a se pregunte todav¨ªa qui¨¦n ha ganado. Las misteriosas urnas han potenciado la paradoja eterna de la Catalu?a moderna: m¨¢s nacionalismo y m¨¢s izquierdismo. As¨ª se pondr¨¢ a prueba el presunto talante pactista del que los catalanes presumimos. ?Vana fama? ?Ahora podremos, empezando por nosotros mismos, demostrar que pactar es lo nuestro! En Madrid, y eso pesa lo suyo quer¨¢moslo o no, el l¨ªo catal¨¢n ya empieza a adquirir interesados tintes dram¨¢ticos. ?Es normal! Somos demasiado distintos: aqu¨ª castigamos la moda bipartidista, abominamos de las mayor¨ªas absolutas y ?creemos en los mestizajes m¨¢s raros! Ser¨¢ el c¨®ctel seny + rauxa convertido en s¨ªndrome agudo.
El colmo de las diferencias -desengrasemos- es que no nos gustan tampoco las chaquetas blancas. Me explico. Hace una semana observ¨¦ a ?cuatro! presentadoras de telediario de cadenas espa?olas, ?cuatro el mismo d¨ªa!, luciendo espl¨¦ndidas y elegantes chaquetas blancas para presentar las noticias. Parec¨ªan princesas. Y record¨¦ inmediatamente que Letizia -s¨ª, Ella- pas¨® de periodista a (virtual) princesa consorte gracias a la imagen ofrecida por las dos chaquetas blancas de su presentaci¨®n y su pedida. Imposible no haber percibido que las presentadoras madrile?as ya han materializado, tambi¨¦n en el peinado, el efecto Letizia. Pasar de presentadora de telediario a futura reina es algo que hace prever una invasi¨®n de chaquetas blancas. La moda, y m¨¢s si ofrece status, es como el perro de P¨¢vlov.
Mientras las teles espa?olas ofrecen un muestrario cat¨®dico de princesas en potencia, por aqu¨ª la cosa es mucho m¨¢s de estar por casa. Un alivio. Vestidas con chaquetas rojas y ?hasta verdes!, nuestras chicas televisivas s¨®lo comparten con sus colegas de Madrid ese gusto por la chaquetita de se?orita bien que ya s¨®lo se ve en el telediario y, acaso, en Valladolid. En Catalu?a no he visto ninguna periodista, todav¨ªa, arropada con el look Letizia, si bien hay que reconocer que esas parejas de presentador/encorbatado-presentadora/chaqueta en telediarios o telenot¨ªcies son hoy lo m¨¢s parecido a las parejas principescas que ofrece la cultura de la imagen.
Ellos, los chicos y las chicas de las noticias -se vistan como se vistan, sean catalanes o no, salvo excepciones contadas-, ejercen como miembros distinguidos del Gotha televisivo. Y esa conciencia regia de la virtualidad les reviste de un empaque y un gesto enhiesto s¨®lo comparable al de los convidados al banquete de una boda de alcurnia. Quiz¨¢ s¨®lo sea cuesti¨®n de que las sillas en las que se sientan para declamar el telediario son incomod¨ªsimas y est¨¢n deseando largarse de ah¨ª. Acaso el maquillaje, aunque sea suave, les irrita la piel hasta el punto de que s¨®lo piensan en dejar de ser mu?ecos de cera para resucitar. Tal vez, en ciertos casos es notorio, su envaramiento s¨®lo muestra el convencimiento de hablar al vulgo desde el trono cat¨®dico.
Habr¨¢ de todo. Pero el caso es que tal como aparecen por la televisi¨®n parecen preparados para una recepci¨®n y dan la impresi¨®n de no ir nunca en metro. Los telediarios, con todo, son de una sobriedad distinguidamente espartana al lado de las fantas¨ªas c¨®smicas con las que suelen aparecer las presentadoras de los programas de cotilleo. ?Qu¨¦ mareo de escotes y lentejuelas! ?Qu¨¦ derroche irrepetible! Es l¨®gico: es lo que corresponde a un show y a un business, otra cara del Gotha verdadero, aquel que ofrece inagotables temas de conversaci¨®n y entretenimiento ante los males de la vida. Bienvenidas sean, pues, las chaquetas blancas y lo que haga falta con tal de relajarnos tras habernos visto en el espejo electoral con estos pelos. Y prepararnos para que los pelos no se pongan de punta ante lo que nos va a devolver el espejo madrile?o. Am¨¦n.
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