Sospechosos actos

El propietario de una vivienda del palacete de Neguri que tiene como vecinos a una veintena de miembros de una familia gitana ha presentado ante un juzgado de Getxo varias denuncias que incluyen m¨¢s de 30 delitos o faltas supuestamente cometidos por los gitanos: allanamiento de morada, inundaciones, forzamiento y ralladuras en un coche, manchas con pa?ales sucios, rotura de cristales y un largo etc¨¦tera.

Una de las acciones judiciales se?ala el convencimiento de los denunciantes de que todos estos actos son aislados, pero que tras los mismos est¨¢ el empresario que tiene alquilada parte de la mansi¨®n a los gitanos: "Induce a los inquilinos a ejecutarlos, todo ello para hacer

la vida imposible". Los denunciantes piden al juez que ordene el cese de estas actuaciones. En caso de proseguir, la comunidad de vecinos iniciar¨¢ un procedimiento judicial para obligar a los gitanos a dejar la casa.

Los denunciantes est¨¢n convencidos de que un empresario ha inducido las acciones

La Ertzaintza ha abierto varias investigaciones ya que algunos de los miembros penetraron en el duplex situado en el piso superior al de la familia gitana, ahora vac¨ªo, y sustrajeron aparatos de m¨²sica, cuberter¨ªas o un televisor que, una vez devuelto, volvieron a robar.

Desde hace varios meses, el palacete Tangora, en la calle Bajada de Ereaga, es compartido por la familia que reside en ¨¦l desde 1971, y que en 2002 adquiri¨® una parte de su propiedad, y por una familia de gitanos a los que un hombre de negocios, que prefiere ocultar su identidad, les ha alquilado su parte del inmueble por un simb¨®lico euro. Un tercer propietario vive actualmente en Madrid por motivos personales. La llegada de los gitanos a la planta segunda del palacete ha supuesto un cambio de vida radical para ellos mismos, que han pasado de malvivir en una caravana a una mansi¨®n en Neguri, pero ha convertido en "un infierno" la vida de los otros inquilinos, un matrimonio con un hijo adolescente.

El propietario de la vivienda, J. I. R., tras expresar su "indefensi¨®n", insiste en que no tiene nada contra la etnia gitana. Por contra, apunta como inductor al empresario, del que dice que est¨¢ "aprovechando" la necesidad de los gitanos para ejecutar su "venganza" por no haberle vendido su parte del palacete.

Una de las denuncias incluye distintas alusiones a la participaci¨®n del empresario en los supuestos hechos cometidos por los gitanos. En septiembre pasado, Dolores Escudero, la abuela de la familia gitana, manifest¨® a agentes de la Ertzaintza que acudieron a la casa que ten¨ªa indicaci¨®n de que el terreno perteneciente a J.I.R. era com¨²n y que, por tanto, pod¨ªan entrar, lo que hicieron con furgonetas una madrugada. Un mes antes, otra denuncia se?ala que fue tambi¨¦n Escudero la que dijo que la esposa de su benefactor le hab¨ªa comentado que "por la buenas o por las malas" iban a penetrar en la vivienda, as¨ª como que pretend¨ªan meter al perro en la perrera y una caravana en el jard¨ªn.

J.I.R. no duda de que su negativa a vender su parte ha sido el desencadenante de unos hechos que han convertido su vida en una pesadilla. "Compr¨® la vivienda en el a?o 2000 y nos ofreci¨® dinero para que no ejerci¨¦ramos nuestro derecho de compra. Le dije que no y ah¨ª empez¨® todo. Dice que no hemos querido arreglar los desperfectos y la fachada y que por eso se la ha dejado a los gitanos, y tambi¨¦n es mentira", dice. "Consta oficialmente que vemos la necesidad de reparar el tejado, arreglar la fachada y el pozo as¨¦ptico. Quiere que nos marchemos y para ello no reparan en nada, pero no lo va a conseguir".