"Hay que repensar la pol¨ªtica, la ¨¦tica y la historia con la mirada de las v¨ªctimas"
Dos libros de golpe sobre Auschwitz para golpear mejor las conciencias dormidas y olvidadizas. Reyes Mate (Tierra Pinares, Valladolid, 1942) presenta hoy sus dos nuevas obras: el op¨²sculo titulado Por los campos de exterminio (Anthropos), en el que relata su irreal viaje con la Fundaci¨®n Weil a Auschwitz, Birkenau y Buda Monowitz durante el verano de 2002, y un ensayo hist¨®rico-filos¨®fico, Memoria de Auschwitz, actualidad moral y pol¨ªtica (Trotta), en el que se apoya en las ideas de los "anunciadores del fuego" (Walter Benjamin, Adorno, Franz Rosenzweig) y los supervivientes del Holocausto (Primo Levi, Imre Kert¨¦sz o Robert Antelme) para analizar las implicaciones ¨¦ticas del genocidio en la sociedad de hoy mismo.
"Para pensar hoy es imprescindible o¨ªr a los testigos, relacionar testimonio y verdad"
"Auschwitz fue un ¨¦xito: la modernidad nace con un elemento antisemita muy fuerte"
Mate, que presenta hoy sus libros en Madrid, afirma que vivimos bajo un estado de excepci¨®n latente que olvida a las v¨ªctimas, niega la verdad de sus testimonios y mira hacia otro lado. Y anima a repensar las ideas de convivencia (pol¨ªtica), hombre (moral) y representaci¨®n del horror (est¨¦tica) precisamente desde la mirada de la v¨ªctima. Eso, a?ade, es aplicable a todo: no s¨®lo a los jud¨ªos o los palestinos, tambi¨¦n al Pa¨ªs Vasco, los inmigrantes, los ni?os, los presos de Guant¨¢namo...
Pregunta. ?Qu¨¦ hay hoy en el lugar donde estaban los campos de Auschwitz?
Respuesta. Hay un pueblo, Oswiecim, varios bosques, algunos parques, bonitos parajes naturales... El gueto de Varsovia es un barrio normal... La huella del exterminio es invisible. No es s¨®lo el olvido, tambi¨¦n el abandono. En nuestro viaje tuvimos la suerte de que en cada sitio hab¨ªa un especialista que nos explicaba lo oculto. En el bosque de Belzec, un lugar maravilloso de tres hect¨¢reas donde la gente va de picnic, los nazis mataron a 600.000 personas en nueve meses. Eso nos lo cont¨® un ingl¨¦s que lleva dedicado a esa tarea toda la vida y que tuvo que hacerse amigo de los verdugos para enterarse: no hay sobrevivientes.
P. As¨ª que la memoria es ya casi una labor de h¨¦roes.
R. La memoria no act¨²a espont¨¢neamente. Es el resultado de una obra, de una elaboraci¨®n. Yendo a ese laboratorio privilegiado buscaba analizar
qu¨¦ significa la memoria, saber lo que se olvida, qu¨¦ pasa cuando criticamos el olvido. Ese exceso de olvido que sent¨ª explica la desmesura de la barbarie. Auschwitz fue un proyecto de olvido total, la m¨¢xima barbarie. Los nazis no s¨®lo quer¨ªan matar a seis millones de jud¨ªos, tambi¨¦n quer¨ªan no dejar ni rastro. Y eso pone de manifiesto algunas cosas. Por ejemplo, que hay dos tipos de pasado: uno que llega hasta ahora y otro que desaparece. El primero es el de los vencedores, y de ¨¦l se ocupan los historiadores. Del segundo, que es el de los vencidos, se ocupa la memoria. La pregunta es c¨®mo hacer justicia a los muertos.
Primo Levi explica en Si esto es un hombre lo que significa recuperar la moral de los vencidos. "Los jueces sois vosotros", dice. El lector imparte justicia al mantener viva y vigente la injusticia que se hizo a las v¨ªctimas.
P. Aunque siempre hay distintos tipos de v¨ªctimas.
R. En el Holocausto hubo tres. Los muertos, los supervivientes y aquellos que llamaban los musulmanes, que llegaban al l¨ªmite f¨ªsico y moral del prisionero hasta sentir indiferencia frente a la vida y los muertos.
P. As¨ª que Auschwitz funcion¨® espl¨¦ndidamente como borrador de vida y memoria.
R. En muchos aspectos, Auschwitz fue un ¨¦xito, claro. Hitler invent¨® una nueva forma de crimen: exterminar a una variante de la humanidad, la raza jud¨ªa entera, y todo su patrimonio cultural, sus costumbres, su religi¨®n, sus valores... En gran medida, lo logr¨®. La modernidad nace unida a un elemento antisemita muy fuerte. Al mismo tiempo, desde Auschwitz no se puede entender la realidad sin la mirada de las v¨ªctimas. En Shoah, la pel¨ªcula de Claude Lanzmann, un superviviente se?ala un bosque y dice: "Aqu¨ª estaba la c¨¢mara de gas". Y eso s¨®lo lo ve ¨¦l. No es igual un lugar con v¨ªctimas que sin ellas; no es igual una v¨ªctima que 800.
P. As¨ª se entiende mejor por qu¨¦ las v¨ªctimas del terrorismo no aceptan el plan Ibarretxe.
R. En el Pa¨ªs Vasco todo el mundo est¨¢ a favor del no matar¨¢s; pero para la v¨ªctima eso significa que no podemos construir nada al margen de ese objetivo. Los que no son v¨ªctimas siempre pueden decir que ha sido un accidente, que podemos seguir construyendo al margen. La v¨ªctima no acepta eso.
P. Lo que plantea Adorno: ?se puede hacer poes¨ªa despu¨¦s de Auschwitz? Pero en pol¨ªtica.
R. Y, m¨¢s all¨¢, ?podemos pensar ya de espaldas a Auschwitz? La memoria, dec¨ªa Adorno, debe ser el nuevo imperativo moral, la nueva categor¨ªa central de la filosof¨ªa. Para que Auschwitz no se repita. Pero tenemos que repensar la teor¨ªa y la pr¨¢ctica, el pensar y el actuar. En tres frentes: la moral, la est¨¦tica, la pol¨ªtica. En esta ¨²ltima, pensando que todav¨ªa hay campos abiertos: en los aeropuertos, en Guant¨¢namo, en el trato a los sin papeles... Benjamin, que fue uno de los avisadores del fuego, sostiene que los oprimidos nunca han salido de ese estado de excepci¨®n. Pero el estado de excepci¨®n sigue existiendo. Si para algunos existe, ?podemos estar tranquilos los otros? Pero, adem¨¢s, los prisioneros coinciden en decir que en los campos no hab¨ªa dignidad, Levi se irrita con los que tratan de negarlo. Y, dado que la dignidad es la base de la moral moderna, ?eran inmorales los prisioneros? La moralidad s¨®lo se conquista respondiendo a la inhumanidad. En cuanto a la est¨¦tica, la clave es aquella pregunta de Adorno y la respuesta que le dio Paul Celan cuando dijo: "S¨ª, pero la poes¨ªa tiene que ser ya la poes¨ªa del sufrimiento".
P. Alemania est¨¢ revisando ahora el sufrimiento de las v¨ªctimas de las bombas aliadas: ?sus muertos son iguales?
R. La v¨ªctima es el inocente que sufre. El problema es que aquella guerra ten¨ªa una causa justa, pero produjo v¨ªctimas. Hubo violaciones, torturas... La sociedad s¨®lo se puede reconciliar cuando hablen todas las v¨ªctimas.
P. Y paguen los verdugos.
R. Hoy sabemos que en una guerra no vale todo. El gran dilema lo vio Benjamin, que antes de la II Guerra Mundial dijo que ya no habr¨ªa guerras justas, porque ser¨ªa imposible distinguir entre poblaci¨®n civil y militar. Es innegable que muchos alemanes apoyaron a Hitler, pero muchos otros no lo hicieron. Nadie les pregunt¨®. Ser alem¨¢n era la antesala de la culpabilidad. Por eso, al hablar de las v¨ªctimas, hay que ir caso por caso, y pensar que los salvadores del nazismo pudieron ser, a la vez, individualmente, culpables de cr¨ªmenes.
P. Pero, con la excusa de la guerra justa, se siguen produciendo masacres.
R. El que los genocidios se repitan tiene que ver con la falta de memoria. Por eso es necesaria una filosof¨ªa que integre Auschwitz: es imprescindible tomarse en serio lo que dicen los testigos, relacionar testimonio y verdad. El testigo es relevante en derecho, pero en la filosof¨ªa es irrelevante. Sempr¨²n dice: "Sucedi¨® lo impensable". Ni los avisadores del fuego fueron capaces de imaginar todo. Hablaron de campos de concentraci¨®n, pero no de campos de exterminio. Impensable, pero ocurri¨®. Eso da que pensar. Hay que pensar a partir de ah¨ª: o¨ªr qu¨¦ ocurri¨®, revisar los conceptos de convivencia, de moral. Y el punto de partida es lo que dicen los testigos. Ellos ven lo que la historia y el tiempo ocultan. Aceptar que dicen la verdad no es victimismo. Adorno dec¨ªa que el sufrimiento es la condici¨®n de toda verdad. Pero el sufrimiento no pinta nada en el derecho, en la pol¨ªtica, en las teor¨ªas de la verdad. Es siempre un problema. O lo ocultas o lo exportas. Y as¨ª la sociedad vive feliz.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.