Canto de la carne
Centra la presente muestra de Ant¨®n Lamazares (Maceira, Lal¨ªn, 1954) una extensa serie iniciada a finales de 2002 y realizada, en su mayor parte, en el curso de este a?o, que el artista ha titulado Follente bemol. Pintor de ra¨ªz vehemente que reivindica, en la tosquedad del soporte -los cartones de embalaje o la plancha de madera-, en la inmediatez efusiva del color, en la grotesca dicci¨®n primitivista del dibujo, ese paradigma idealizado en el umbral m¨¢s instintivo de la expresi¨®n, Lamazares ha acabado por edificar sin embargo, con esos mimbres del buen salvaje, una obra de complejas y equ¨ªvocas resonancias que esconde, bajo sus intempestivos alardes, una desconcertante sofisticaci¨®n. De ah¨ª que este ciclo reciente donde el artista aborda de forma tan expl¨ªcita, tan procaz incluso en ocasiones, el territorio abismal de la pasi¨®n er¨®tica, encierre a la postre, tras la aparente obscenidad, un canto de exaltaci¨®n, no tanto del instinto como del cuerpo emancipado de toda alienaci¨®n. Gozoso canto de la carne que, m¨¢s all¨¢ de la menci¨®n a los rituales amatorios, o de esa reducci¨®n s¨ªgnica de los sexos, tan af¨ªn a la codificaci¨®n pante¨ªsta de Mir¨®, acaba de hecho, en muchas de estas telas, por asimilar la anatom¨ªa al territorio.
ANT?N LAMAZARES
Galer¨ªa Metta
Villanueva, 36. Madrid
Hasta el 10 de enero de 2004
Y surge as¨ª el v¨¦rtice de intensidad mayor, dentro de la que ser¨ªa, que sit¨²a el motivo del cuerpo como paisaje, esa geograf¨ªa de la carne donde viene a confluir, en un h¨ªbrido enigm¨¢tico, las dos vertientes b¨¢sicas del imaginario de Lamazares, los ejes alternantes de la figura y el paisajismo que han modulado toda su obra. Met¨¢fora, pues, donde sujeto y mundo son una misma cosa, macrocosmos y microcosmos fundidos en un todo indistinto, una imagen elocuente de ese gozo de la carne que sumerge en olvido toda herida.
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