El Parlamento, ?subordinado al Gobierno?
Con mayor¨ªas absolutas el Parlamento languidece; con minor¨ªas ajustadas las Cortes reverdecen. Al menos en estas aseveraciones est¨¢n de acuerdo los grupos pol¨ªticos que han vivido desde dentro estos 25 a?os de vida parlamentaria. Hay matices, eso s¨ª. Incluso paradojas, por cuanto que en periodos de mayor¨ªa absoluta el Gobierno de turno ha propiciado mecanismos de control de esa mayor¨ªa. Pero, por encima del juego que pueda dar el Parlamento en virtud del volumen de la mayor¨ªa gobernante, hay una certeza consolidada tras estos 25 a?os de la Constituci¨®n que mantienen pol¨ªticos, acad¨¦micos y profesores de Derecho Constitucional, cual es la supremac¨ªa del Gobierno con respecto al Parlamento.
ART?CULO 66, 1. Las Cortes Generales representan al pueblo espa?ol y est¨¢n formadas por el Congreso de los Diputados y el Senado
El sistema parlamentario espa?ol, como otros europeos que nacieron tras periodos de convulsi¨®n como las dos guerras o dictaduras, nace con una posici¨®n d¨¦bil en relaci¨®n al Gobierno por la obsesi¨®n de los pol¨ªticos de dotar al sistema de estabilidad. Y se entendi¨® que esa estabilidad, es decir, la fortaleza del entramado institucional, se consegu¨ªa con Gobiernos fuertes, que no pudieran ser derribados a la primera de cambio por los Parlamentos.
Esta tesis embarg¨®, desde luego, a los constituyentes espa?oles que tra¨ªan en sus mochilas la experiencia de la dictadura de Franco. La izquierda, porque la sufri¨®, y los del r¨¦gimen, porque la conoc¨ªan perfectamente. Por si no fuera suficiente, los redactores de la Constituci¨®n no pod¨ªan olvidar los proleg¨®menos constitucionales, es decir, el Gobierno de UCD y la sensaci¨®n de fragilidad que despertaba, con frecuentes actos de indisciplina en sus filas, poniendo a su Gobierno en un brete.
El v¨¦rtigo que produc¨ªa la crisis econ¨®mica de los ¨²ltimos a?os setenta, los zarpazos brutales del terrorismo y la amenaza golpista de algunos elementos del Ej¨¦rcito en comuni¨®n con grupos de extrema derecha, compon¨ªan un cuadro que empuj¨® a los constituyentes a procurar Gobiernos fuertes frente a las posibles tentaciones del Parlamento de tumbarlos. Las Cortes quedaron en un papel de subordinaci¨®n respecto al Gobierno. Nadie lo niega. "?Qui¨¦n manda en el Parlamento?: El Gobierno, naturalmente". La formulaci¨®n al completo es del socialista Juan Jos¨¦ Laborda, portavoz socialista en el Senado y parlamentario constituyente.
Estas evidencias, sin embargo, no impiden que la valoraci¨®n global de la labor de las Cortes sea m¨¢s que aceptable por todos sus actores, y que incluso se reconozca que las reformas que habr¨ªa que hacer no ser¨ªan imprescindibles si hubiera voluntad pol¨ªtica. Pero a 25 a?os de la aprobaci¨®n de la Constituci¨®n se ha pasado de las Cortes del "consenso" a la crispaci¨®n m¨¢s absoluta de principios de los noventa, para llegar al momento actual, 2003, donde no hay lugar para la tregua e impera el enfrentamiento a cara de perro entre la mayor¨ªa del PP y la izquierda representada por el PSOE e IU, parte del Grupo Mixto y el nacionalismo vasco.
Cruce de acusaciones
Cualquier tiempo pasado fue mejor. Claro, ¨¦sta es la visi¨®n de los socialistas que recuerdan sus Gobiernos, los de Felipe Gonz¨¢lez, entre 1982 y 1996. De manera rotunda lo niega el PP, que invoca el "rodillo" socialista, es decir, sus mayor¨ªas absolutas que imped¨ªan el m¨¢s m¨ªnimo juego a la oposici¨®n. Un juego de ni?os fue ese tiempo en comparaci¨®n a las pr¨¢cticas del PP, replican los socialistas, que se declaran "asfixiados" por la mayor¨ªa del PP. Nunca como ahora ha habido tanta subordinaci¨®n del Parlamento al Gobierno, argumentan los socialistas, que exhiben la utilizaci¨®n "abusiva" del decreto-ley como forma de gobernar, o la ocupaci¨®n de la mayor¨ªa parlamentaria del grueso de las preguntas de "control" al Gobierno. Esta tesis la defiende con datos Enrique Guerrero, ex secretario de Estado de Relaciones con las Cortes. Pero sus estudios los ha elaborado en su calidad de profesor de Ciencia Pol¨ªtica de la Universidad Complutense de Madrid, plasmados en numerosas publicaciones.
En efecto, el PP utliza al completo su cupo legal de preguntas al Gobierno, convirtiendo esa sesi¨®n en un espacio para el elogio al presidente y a los ministros por parte del Parlamento y desvirtu¨¢ndose la funci¨®n efectivo de control al Ejecutivo. En el PP se defienden con el recordatorio de que la etapa de mayor¨ªa absoluta del PSOE, entre 1982 y 1986, fue "apabullante". El diputado del PP y padre de la Constituci¨®n Gabriel Cisneros, que ocupa esca?o desde 1977, recuerda la "coletilla constante" de los socialistas de la primera hora de Gobierno para remachar todas sus intervenciones: "Y detr¨¢s de esta propuesta hay diez millones de espa?oles (...)". Pero hasta en la "etapa dura" del PSOE, con sus mayor¨ªas absolutas, se dio juego a la oposici¨®n. As¨ª lo asegura Guerrero al desgranar las pr¨¢cticas que propici¨® el PSOE en su etapa de mayor¨ªa abullante.
Felipe Gonz¨¢lez, en 1984, puso en marcha el debate del estado de la naci¨®n, en el que todos los grupos de la oposici¨®n ten¨ªan la oportunidad anual de juzgarle. A d¨ªa de hoy sigue siendo un uso parlamentario, pero no una figura regulada, ya que no se ha incluido en el Reglamento del Congreso. Tambi¨¦n Gonz¨¢lez instaur¨® la pr¨¢ctica de responder en la sesi¨®n de control al Gobierno a tres preguntas de los grupos parlamentarios. Corria la legislatura de la m¨¢xima crispaci¨®n desde la transici¨®n pol¨ªtica en Espa?a: 1993-1996.
Pero no ha habido voluntad de ning¨²n Gobierno de cambiar los privilegios que la Constituci¨®n consagr¨® en favor de las mayor¨ªas. Por tanto, el Gobierno, en uni¨®n de su grupo parlamentario, gana todas las votaciones, pero tambi¨¦n resulta favorecido en la sesi¨®n de control. "El controlado siempre gana porque as¨ª lo ha querido la Constituci¨®n y los reglamentos de las C¨¢maras", indica Guerrero. En efecto, la ¨²ltima palabra en las sesiones de control la tiene el Gobierno, y la suele utilizar para aporrear verbalmente al diputado de la oposici¨®n que le ha preguntado por la vivienda, por la sanidad o por los trenes de alta velocidad. No hay posibilidad de r¨¦plica. Tambi¨¦n las comisiones de investigaci¨®n las tiene que autorizar la mayor¨ªa parlamentaria.
La maquinaria funciona
No hay que exagerar, pide Gabriel Cisneros. El funcionamiento ha sido bueno y se demuestra en que todas las figuras parlamentarias se han puesto a prueba en estos 25 a?os, y se ha salido con bien. Ha habido dos mociones de censura al presidente del Gobierno (a Adolfo Su¨¢rez y a Felipe Gonz¨¢lez); un sometimiento a la cuesti¨®n de confianza (Adolfo Su¨¢rez), y varias investiduras. El problema, por tanto, 25 a?os despu¨¦s, no es la estabilidad, sino el enfrentamiento pol¨ªtico sin paliativos que viven las Cortes espa?olas en los ¨²ltimos 10 a?os. "A?oro mucho el consenso de los a?os de la Transici¨®n, pero comprendo que lo normal en una democracia consolidada como la nuestra es el disenso", se?ala Cisneros. Esta normalidad con la que el PP analiza la situaci¨®n actual no es compartida en absoluto por la oposici¨®n de izquierda, que vive la vida parlamentaria con consternaci¨®n. "No har¨ªan falta cambios reglamentarios si el presidente del Gobierno de Espa?a en 2003 no fuera Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar, sino Tony Blair, porque, entonces, s¨ª hubiera comparecido en el Parlamento voluntariamente para debatir sobre la guerra de Irak", se?alan en la direcci¨®n socialista. Tampoco en el Parlamento espa?ol existe la figura del parlamentarismo brit¨¢nico del
pairing, seg¨²n la cual ning¨²n partido alterar¨¢ la voluntad popular al aprovecharse de alguna circunstancia coyuntural adversa de un grupo parlamentario. Por ejemplo, si el grupo de la mayor¨ªa se ve abocado a perder una votaci¨®n por la ausencia de algunos de sus diputados, ya sea por enfermedad o por raz¨®n muy justificada, abandonar¨¢ la sala de votaciones el mismo n¨²mero de diputados de la oposici¨®n para que la iniciativa del grupo mayoritario no fracase. Esto ser¨ªa pol¨ªtica ficci¨®n en las Cortes de 2003, en las que, a medida que pasaban los a?os y aumentaba el enfrentamiento entre partidos, mayor¨ªa y minor¨ªas han querido alejarse hasta f¨ªsicamente. Los diputados de la derecha entran por una puerta del hemiciclo y los de la izquierda por otra, aunque a muchos esa pr¨¢ctica les obligue a dar un rodeo para llegar a su esca?o.
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