Paradoja sexual
Los j¨®venes se van de putas. Cada vez es m¨¢s frecuente o¨ªr a los chicos poner en com¨²n sus aventuras en la Casa de Campo o en alguno de los 500 burdeles de la ciudad. La prostituci¨®n es una actividad creciente que va ganando cotidianidad para los j¨®venes y perdiendo oscurantismo y maldici¨®n. Los principales clientes no son hombres que por su f¨ªsico, su condici¨®n social o sus perversiones fracasen en las discotecas o los bares a la hora de encontrar mujeres que sacien sus apetitos sexuales. Seg¨²n un estudio realizado el verano pasado por la Direcci¨®n General de la Mujer del Gobierno de Madrid, el cliente tipo de la regi¨®n es un treinta?ero con empleo y relaciones sentimentales estables.
No s¨®lo recurre a las meretrices aquel que no puede conseguir relaciones sexuales ligando en los garitos o en el trabajo; incluso j¨®venes universitarios, guapos y con pareja estable lo hacen. ?Por qu¨¦? Muchos chavales sufren hoy un s¨ªndrome de ansiedad sexual por hiperexcitaci¨®n, algo com¨²n a generaciones precedentes, aunque por la causa opuesta. Durante la dictadura, la represi¨®n moral y religiosa creaba en los hombres una frustraci¨®n sexual. Tener que esquivar la censura social y la de la propia chica que palmeaba las manos furtivas de su chico en la oscuridad de los parques o los guateques, encaminaba al hombre a la prostituta. Hoy los chicos estamos continuamente asediados por los reclamos sexuales de las pel¨ªculas, las series, los anuncios, la m¨²sica o las revistas; aparte del provocativo vestuario, el piercing en el ombligo y el lipstick "efecto labios mojados" de muchas chicas. Mientras que el ni?o actual padece un consumismo compulsivo que le incita a poseer el m¨®vil, la consola o las Ray-Ban ¨²ltimo modelo, el joven sufre la misma patolog¨ªa con el sexo. Fantasea o se le induce a fantasear constantemente con una vida sexual riqu¨ªsima en frecuencia, variedad y con modelos de H&M.
El culto a la inmediatez, inculcado por una sociedad de consumo regida por los valores de la instantaneidad, la rapidez, el ahorro y el m¨ªnimo esfuerzo, afecta tambi¨¦n a las relaciones sexuales. Muchos de los j¨®venes que van con prostitutas podr¨ªan haber conseguido acostarse con una chica tras una noche por Huertas, pero ?a qu¨¦ precio? Dar conversaci¨®n en un garito durante una hora y media entre gritos a una persona que no te seduce m¨¢s que sexualmente puede ser excesivamente perezoso. Gastarse dinero en invitaciones o en tus propias copas para lograr el punto de valent¨ªa preciso para lanzarse a la conquista parece cada vez menos rentable. Y todo ello sin ninguna garant¨ªa de que, finalmente, esos esfuerzos brinden la recompensa pretendida. Cuando los chicos salen ¨²nicamente en busca de sexo, muchas veces deciden evitarse engorrosos y burdos galanteos y optan por la practicidad de una profesional.
El joven que se va de putas no s¨®lo busca sexo en bruto. No se trata ¨²nicamente de saciar un instinto, sino de aplacar unas fantas¨ªas a veces no consentidas por la pareja, como practicar un tr¨ªo o la penetraci¨®n anal; o simplemente incompatibles con ¨¦sta como la voluntad de acostarse con gente de otras etnias. Por otro lado, de la misma manera que el cliente ya no responde al antiguo perfil del gordo cincuent¨®n, las prostitutas han cambiado tambi¨¦n su retrato. El gran incremento de inmigrantes en Madrid ha superado el prototipo de meretriz ajada y toxic¨®mana para ofrecer un escaparate sexual m¨¢s atractivo, heterog¨¦neo e higi¨¦nico para el nuevo cliente. La masiva llegada a Madrid de chicas de Europa del Este o subsaharianas que recurren a la prostituci¨®n ha aumentado y renovado la oferta sexual, presentando ante el joven un panorama que raramente se encontraba antes.
Es parad¨®jico que en estos tiempos de m¨¢xima permisividad sexual, la prostituci¨®n aumente y rejuvenezca su clientela. Mientras la sociedad tolera como nunca la promiscuidad e incluso las chicas se liberalizan inusitadamente, los chicos optan por la vieja soluci¨®n. A pesar del gran aperturismo mental y pol¨ªtico, much¨ªsimos j¨®venes siguen sin encontrar en la pareja una plena satisfacci¨®n sexual. Erosionados como nunca los roles sexuales del hombre y la mujer, la realidad sigue confirmando un desentendimiento basado en la diferente preponderancia que cada g¨¦nero le da al sexo. La prueba est¨¢ en la calle.
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