?Ni para un obrero!
?Se suicidan los obreros? Los ¨²ltimos datos han arrojado recientemente una cifra de 1.554 muertos por accidente laboral en Espa?a en el 2002, "sin contar a los mejicanos, como dir¨ªa Billy El Ni?o. Sabiendo que Espa?a ostenta el r¨¦cord de accidentes laborales de la Uni¨®n Europea, los defensores de los operarios argumentan que las instrucciones sobre el funcionamiento de las m¨¢quinas est¨¢n escritas en idiomas extra?os, y las empresas replican que no hay suficientes traductores disponibles para informar al obrero de que no es aconsejable meter la cabeza dentro de la hormigonera cuando se hace el cemento. No carente de l¨®gica, esta hip¨®tesis nos lleva a pensar que las instrucciones de los equipos de seguridad tambi¨¦n est¨¢n escritas en lenguas muertas -como el lat¨ªn, o el griego-, lo cual hace imposible para un obrero su ¨®ptima comprensi¨®n y posterior uso. Los economistas apuntan, por su parte, que la alta siniestralidad laboral cuesta al pa¨ªs el equivalente al 1,57% del producto interior bruto (PIB), es decir, 10.964 millones de euros, una suma con la cual se podr¨ªan traducir, de una vez por todas, las instrucciones de uso de las m¨¢quinas -adem¨¢s de adquirir nuevos equipos de seguridad- y a¨²n sobrar¨ªa para vestir a los obreros con monos de ?gatha Ruiz de la Prada, con perd¨®n de los obreros.
La justicia argumenta, coherentemente, que las normas de prevenci¨®n no pasan necesariamente por la elegancia, y de acuerdo con este razonamiento considera que, ante la duda de que un obrero se haya matado o no por negligencia propia, lo mejor es quitarle la pensi¨®n de viudedad a su esposa -y la de orfandad a sus hijos- para que ello sirva de escarmiento a otros obreros que quieran seguir sus pasos. Aunque los obreros realizan a menudo trabajos de altura -como subirse al andamio hasta el s¨¦ptimo piso- eso no es suficiente para impresionar a los jueces, y mucho menos si los paletas en cuesti¨®n son trabajadores eventuales, empe?ados en meter imprudentemente la cabeza dentro de la hormigonera, acarreando no pocos disgustos y gastos innecesarios. Las sentencias han puesto en evidencia que los jueces, admiradores de Salom¨®n, intentan educar a los operarios en la lectura de manuales, el multiling¨¹ismo y la autoprotecci¨®n, am¨¦n de la defensa propia. Es necesario reconocer a los representantes de la Justicia el m¨¦rito de promover cierta inquietud cultural en el mundo obrero espa?ol.
Si se piensa bien, la forma de afrontar el conflicto por parte del sistema judicial no deja de tener sus ventajas: puede que nos ahorremos el 1,57% del PIB, y que, encima, no haya que gastar en cursillos de prevenci¨®n, porque, a todas luces, lo que se pretende es animar a los operarios a que sean autodidactas. En un pa¨ªs en el que el ¨²nico obrero que interesa es el que se baj¨® del andamio y subi¨® a los escenarios, y en el que el comentarista oficial de la aristocracia y realeza espa?ola, Jaime Pe?afiel, se atreve a decir por la televisi¨®n que Eva Sannum "no era buena ni para un obrero", no son de extra?ar estas sentencias pedag¨®gicas.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.